Nunca sentí por Ramón Báez Figueroa ningún tipo de animadversión. Todo lo contrario. Tampoco con ninguno de los banqueros que fueron sometidos a la justicia en el 2003 por los fraudes bancarios. Apenas los conocía después de 11 años fuera del país.
En pleno juicio fumaba junto a Ramoncito en los breves recesos del día en los pasillos del Palacio de Justicia y a veces almorzaba con Luis Álvarez Renta en la hora de la comida.
Cuando era secretario de Finanzas traté por todos los medios de ayudar al Baninter a superar su crisis de solvencia y eso lo puede atestiguar el propio Ramón Báez Figueroa.
Pero eso no invalida el odio y el rencor que pueden sentir por mí y por otros colegas que me acompañaron en mi gestión en el BCRD. Lo entiendo perfectamente.
No nos sorprendió que después de ser condenados, los abogados de Ramón Báez nos acusaron de una docena de cargos, desde violación a la Ley Monetaria y Financiera hasta asociación de malhechores y desfalco.
Nos libramos de esas acusaciones sin fundamentos y armada en contubernio con el propio gobierno de Leonel Fernández, que tuvo y tiene una estrecha relación con Ramón Báez. Se trataba simplemente de una retaliación, de persecución y venganza que, en lo personal, sabía que vendría tarde o temprano.
Agradezco el apoyo que recibí del gobernador del BCRD y de los abogados Jorge Luis Polanco y Kerima Marra, que nos defendieron.
Me hicieron como 5 tomografías para encontrar algo que me incriminara. Desde cuentas en bancos nacionales y extranjeros, DGII, Jurisdicción inmobiliaria y amigos o conocidos para ver si tenía villas en Casa de Campo, yates, aviones o helicópteros. Pero todo salió negativo.
En un programa de TV dijeron que tenía una mansión en Suiza de 10 habitaciones. Mis amigos me decían “Malkun, cuando me invitarás a tu villa en Suiza”.
Cuando di mi discurso en el Palacio Nacional informando al país sobre los fraudes bancarios, y después del sometimiento a la justicia de varios de sus ejecutivos, estaba consciente que removeríamos los cimientos de la sociedad dominicana y de sectores económicos muy poderosos.
Tomé mis precauciones y por eso salí ileso, igual que mis colegas, porque al margen de los cuestionamientos del salvamento de los depositantes, todo se hizo de manera transparente y previamente aprobado por la Junta Monetaria y una docena de expertos del FMI, BM y el BID, que nos acompañaban.
También la JM nombró a los miembros de la Comisión de Liquidación de Baninter, que realizó una extraordinaria labor de la que estoy orgulloso.
Pero llegó 2008 y 2009 y la crisis financiera mundial demostró que salvar los depósitos del público, de las empresas e instituciones era una cuestión de vida o muerte. No había otra salida salvo retroceder 100 años. Un trillón de dólares costó salvar el sistema financiero mundial, incluyendo los depósitos de Bill Gate y Warren Buffett.
En fin, 20 años después se abre de nuevo el caso Baninter, la peor pesadilla de este país en siglos. No se si es casualidad o detrás se esconde la mano de personajes nefastos de la política dominicana.
Me han invitado a varios programas para hablar del tema o dar una declaración por teléfono. Pero no lo haré. Este artículo es el único que publicaré sobre este nuevo capítulo y lo he titulado OTRA VEZ BANINTER.
Estaré a la espera de cualquier citación de los fiscales y también preparado para responder cualquier pregunta, pero así mismo voy a contratacar judicialmente para defender mi nombre, mis actuaciones y mi moral, que es lo único que me queda. Y meteré mi mano y mi cabeza por todos los colegas que me acompañaron durante mi gestión y que aparecen en el expediente presentado por los abogados de Ramón Báez.