El presidente Luis Abinader comienza su quinto año de gestión y ya ha vuelto a Cabo Rojo, Pedernales, la mañana del 16 de octubre a inaugurar obras del destino turístico, justo el día del cumpleaños 69 del huracán Katie que barrió la comarca y sirvió de justificación al gobierno de Trujillo para la construcción de la ciudad, incluidas las casas de la calle Juan López, a cargo del joven ingeniero Wascar Tejeda Pimentel, héroe de nacional. La provincia fue inaugurada el 1 de abril de 1958.
Loable. Al menos seis veces ha visitado la provincia del extremo sudoeste del territorio dominicano, en la frontera con Haití, en sus afanes del proyecto de desarrollo turístico, sostenible como ha repetido el mismo Gobierno. No hay antecedentes de tantas visitas de un mandatario en tan o poco tiempo. Y ya él hasta probó una de las habitaciones de lujo de los hoteles del complejo más avanzados en construcción.
Sin embargo, con la inauguración del tanque de suministro de agua potable al proyecto y la segunda fase de la conversión del viejo muelle de embarque de bauxita en terminal de cruceros, más dos hoteles a término, se acentúa el déficit de obras en los dos municipios: la ciudad Pedernales y Oviedo. Y ahí está el detalle.
Resulta una contradicción en cuanto al aspiracional de un turismo sostenible que entraña la participación de la comunidad en el proceso y la construcción del prometido bienestar general.
Los empleos en el complejo turístico no implicarán necesariamente desarrollo integral porque los salarios desde ya no se corresponden con el precio de la canasta básica y la provincia acumula mucha pobreza multidimensional; por tanto, ha debido recibir una intervención a la par y con el mismo ímpetu que Cabo Rojo para evitar la dicotomía ciudad del padecimiento-ciudad de lujo.
Ninguna obra se ha concretado en los municipios de las prometidas por el presidente desde que comenzó a viajar a Pedernales, ocho días después de la toma de posesión para su primer cuatrienio, el 24 de agosto de 2020, con el objetivo de verificar daños causados por la tormenta Laura, y cinco días más tarde, el 29, junto a su familia para un recorrido por Cabo Rojo para certificar su interés por la construcción del destino turístico Pedernales como emplazamiento para el desarrollo integral de la Región Enriquillo, la más empobrecida del país.
El inicio del viejo proyecto de frente marino en la playa local (Paseo marino le llaman ahora las actuales autoridades de Turismo) y el histórico tramo carretero (50 km) que enlazará al municipio con Duvergé, a través de Sierra Baoruco, ha sido anunciado cualquier cantidad de veces desde 2020.
La carretera Enriquillo-Barahona (74 km) es un tormento; ni un metro asfaltado tras unos cuatro años de “pasos de jicotea”. Fue prometida para antes de terminar el cuatrienio. El asfaltado Barahona-Enriquillo (49 km) ronda la década en su amagar y no dar. No se ha comenzado ni un proyecto habitacional que subsane en algo el déficit habitacional y al menos reduzca la gran velocidad de la arrabalizción de la periferia. La cárcel es un pasillo vergonzante en el centro de la ciudad, un modelo de hacinamiento (1934) y el mercado municipal (1950) se quedó chico frente al crecimiento poblacional. La ciudad crece alocada sin el mínimo control de uso de suelo.
Para colmo, una cadena hotelera internacional, la Wyndham Hotels y Resort, junto a Fermont Group y Grupo del Valle anunciaron con fanfarria mediática el 11 de abril 2023 el inicio de la construcción en frente a la playa local del hotel de 110 habitaciones The Ocean from La Quinta, y aseguró que abriría sus puertas en el verano de 2025. No ha pegado un block.
Ahora, con el aval del gobierno local, el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (Mepyd) tiene idea para diseñar un proyecto de intervención de la fundacional calle Juan López (tal vez la más ancha del país, 700 metros de norte a sur, cuatro hileras de vehículos en paralelo).
Bien. Hace muchos años que lo he reclamado. Allí, allí nací, crecí… y allí quiero terminar mis días, como mis viejos y los viejos de mis vecinos.
Pero, aunque bien intencionada, a ojos vista lo planteado parece muy invasivo y con alto riesgo de arrabalización si no se aviene a una reformulación cónsona con un diagnóstico real y un análisis bajo las lupas de arquitectos urbanistas, ambientalistas, culturólogos, sociólogos, planificadores de comunicación y dolientes dotados de conciencia crítica sobre la historia y el valor cultural de tal vía.
Hasta ahora el Mepyd y Alcaldía apuntan a crear “un espacio público comunitario-recreativo aprovechando las sobredimensiones de la vía”. En palabras más llanas, un sitio con pavimento pintado para juegos infantiles, kioskos para ventas de alimentos, bancos en madera.
Han articulado la propuesta a partir de insumos recolectados por estudiantes de Arquitectura de universidades dominicanas y Estados Unidos (Pensilvania y Drexel) en el marco del Programa Interuniversitario para el Desarrollo Urbano de la Zona Fronteriza.
Los técnicos oficiales han abierto, sin embargo, una brecha para opiniones sobre su apuesta de diseño. Importante, plausible. Pero deben cuidarse de que no sea un cumplido protocolar como suele ocurrir en RD con las famosas comisiones para resolver conflictos y reclamos sociales, que se esfuman con las horas.
El contraste con otras visiones profesionales dominicanos en modo alguno sería una intrusión, sino un elemento enriquecedor en tanto, quizá, daría una mejor perspectiva de la realidad real diferente a la proyectada desde el levantamiento de los discentes.
Porque no solo se trata de un abordaje a una las vías más anchas del país, sino lugar de historia y cultura pedernalenses.
La cultura es pilar transversal a todo proceso de transformación social y soslayarla equivaldría a construir un edificio alto y hermoso sobre zapata de arena. Sustraerla abrirá las compuertas al desorden.
Es por ello que reiteradamente he abogado por la puesta en valor de nuestra calle con un proyecto delicado de adoquinado y arborización, con excelente iluminación y la revitalización sus casas y sus patios, idea que hemos corroborado con reconocidos arquitectos urbanistas y prestantes catedráticos de Arquitectura, incluidos oficialistas.
Y como la provincia completa (séptima más grande, 2,080 km. cuadrados) carece de atractivos, aparte de los naturales, hemos sugerido que el parque central sea remozado, arborizado y en él sea colocada una tarja en honor a los fundadores porque el de hoy no supera en diseño ni en belleza al de los años 70. Arrebatárselo al desorden para volver a las retretas de los años 60 y 70 sumaría valor y lo convertiría en atractivo turístico.
Las viviendas de la Juan López sucedieron a las del redondel de madera, tejamanil, clavó y zinc que caracterizaban al poblado hasta el día que el huracán Katie las arrasó (16 de octubre de 1955) y el gobierno de Trujillo dispuso la construcción de la ciudad a cargo del joven ingeniero Wascar Tejeda Pimentel (hoy héroe nacional
Hasta ese momento en cemento en la comunidad solo existían las diez casas para empleados públicos alrededor del parque central y en la Juan López (1950), las cinco para oficiales de la 16 Compañía del Ejército a la entrada del pueblo (1934), el Juzgado de Paz, la casa consistorial (actual ayuntamiento) y el mercado municipal (1950).
La calle Juan López de la ciudad Pedernales, además de ser tal vez la más ancha del país, en sus cerca de 700 metros de norte a sur hace honor a la sabana Juan López de 1927 (luego Pedernales), el lugar donde la gestión del presidente Horacio Vásquez, vía Sócrates Nolasco, creo el primer poblado con 32 familias llevadas de Duvergé sobre mulos a través de la Sierra de Baoruco.
Y en las casas, lejos del jolgorio, vivieron familias fundadoras o descendientes de ellas que se caracterizaron por el trabajo (agricultura solidaria, convites, agropecuaria, oficinas, cazadores de cerdos y chivos cimarrones, jornaleros). Sobre todo por la honradez, la solidaridad, la sana convivencia y la paz.
De sur a norte, hilera este, residieron: Caonabo Molina y Carmela; José Altagracia y Antonia Pérez; Julia Rocha (Julia Ñañá), Nemia Garó; la modista Enelginia Moquete (Gina), luego vivieron Denia y Camilo Pérez Cuevas (exmarino rebelde y dirigente fundador del PRD); Leonor Méndez (Nonoy), luego su hija Lilian; Nicolás Morales, Ulises Medina. Fabio Fernández (Fabio el bonito) y Buenamoza, Chimbé y Tututa, y, al final, Minita.
En la hilera oeste: Bautista Pérez (Macho Bao) y Sulina Pérez; Juan Pérez hijo (Curú) y Zoraida Pérez, Rosendo Pérez (Chechén) y Jembra, Celestina y Memén, Beatriz de la Cruz (Beata) y Chen, Pellín y Amantina (Luego Tulita y Bolló), María Francisca Pérez (Mandín) y Alfredo Ferreras, Riquita, Antonia Purra, Gelín, las hermanas Mimima e Inocencia Fernández (Chenchén), Ña y Tila, Ozema y Ángel Jeremías Pérez (Primer alcalde electo, 1962).
Baste otra muestra del valor cultural: la vieja Chenchén preparaba el pabilo que, luego, la vieja Irena, su vecina, completaba con el pabilo para hacer las velas que usaba el pueblo en los velorios o para alumbrarse. Minita era símbolo de gastronomía local con el mondongo, y Sulina con el Picao.
El titán Clemente Pérez, hijo de Mandín, recientemente fallecido recientemente casi con 100 años, fue uno de los fundadores del PRD en Pedernales. Curú fue el legendario oficial civil, incorruptible (34 años), además de agricultor.
Carmela, Gelín y Zora alternaron hasta la muerte sus labores de madres, esposas y otras tareas de apoyo a la economía hogareña con la iglesia católica y misiones de solidaridad con presos, mendigos y enfermos. Donde Lilian Nonoy tenía una tienda, pero, con exclusividad, vendía cervezas y otras bebidas enfriadas en una nevera de keroseno (gas para lámpara).
Durante las tardes y noches, después de la escuela, la muchachada jugaba “pégame”, “el pañuelo”, “el jarro”, “el escondío” y “la botella”, “siguelén-ten-ten”, béisbol (con útiles fabricados por ella), campo y pista, entre otros.
Preservar la cultura de los pueblos es de “vida o muerte” cuando se apuesta al desarrollo del turismo sostenible que ha prometido el Gobierno.
En el caso de Pedernales es doblemente importante por su vecindad con pueblos de la República de Haití. Con breve caminata se llega desde Anse -a- Pitre a la calle Juan López. El hormigueo instalado de niñas y niños de ese país mendigando o prostituyéndose en el parque, calles y en cualquier negocio, sin atención de los organismos especializados, crecería y sería de muy difícil control.
Es muy alto el riesgo de aculturación a causa del pobre sentido de pertenencia y el abandono de los valores locales fundantes. Realidad es realidad.
Agregar más leña al fuego vivo sería una irresponsabilidad. Peor porque a la apertura de las autoridades para escuchar observaciones sobre intervención de tal calado, el grueso del liderazgo local, incluidos juanlopences originales, ha respondido con mudez y desidia
Evitemos la muerte de nuestra calle Juan López. De paso evitaríamos la sepultura del Pedernales original. Reimaginemos nuestra calle de cara al turismo, pero desde su historia y la cultura.