En un escrito anterior señalaba las bofetadas que da el inexorable y pertinaz paso del tiempo; en el mismo se decía que del juvenil y cercano tratamiento del Tú se pasa rápido y casi sin darse cuenta a un Usted, más adulto y algo distante, después con el asiento de la madurez al de Señor, formal y profesional, unos cuantos pases de calendario más adelante se llega al Don, institucional, respetuoso y padrinezco y al llegar las nevadas de canas capilares y los tintes que anuncian en la televisión para disimularlas uno pasa a ser el de Ese Viejo que Además de Tonto es Sordo y No Se Entera de Nada. Consecuencias de la edad y la decrepitud, poco o nada que hacer.
Yo creía que había pasado todas esas bofetadas de los tratamientos y que estaba en la última etapa de los viejos que no se enteran. Pero les diré que el otro día recibí otra galleta que me dolió más que todas las mencionadas juntas. Así pasó. Llegue al supermercado, todo normal, estacioné el carro en una plaza del parking de las muchas que en ese momento estaban vacías, todo normal, llegue unos metros de la entrada, todo normal.
Allí me abordó el vigilante y me dijo que podía dejar el carro en uno de los espacio reservados para minusválidos, un cartel así lo afirmaba, ¨Reservado para minusválidos¨, y que podía hacerlo no solo en ese momento sino todas las veces que viniera al súper. Todo no normal, por fuera se lo agradecía al buen hombre, y por dentro en ese momento lo acuchillé sesenta veces… ¡y cuidado!. Yo que estoy a una carrera, o un hit, o un out de los del béisbol ¿se dice así? de ser octogenario y de lo poco que puedo presumir ya es de caminar varios kilómetros diarios por calles o parques, que me pasaran directo a la categoría de minusválido –con todo el respeto y consideración para quien lo es- no me sentó nada bien.
Claro que todo tiene sus ventajas, el día que no haya plazas para estacionar el carro iré directo a mi espacio reservado. Y pensándolo bien si tengo suerte y logro llegar o pasar la raya de los 80 el letrero de marras me vendrá como anillo al dedo, es preferible ese tratamiento al último de verdad de ¨Qué Buena Persona Era¨ ¿O no?