Como a su familia, amigos y compañeros de luchas políticas y del gobierno, aun me sobrecoge la infausta muerte de Orlando Jorge Mera, con quien me unió una relación de amistad de más de 30 años. ¡Que paradoja! Un hombre manso y pacífico muere como resultado de un acto de violencia, indudablemente injustificado. Murió dejándonos constancia, hasta el último momento de su fructífera vida, del cabal e íntegro cumplimiento de sus delicadas funciones al frente del Ministerio de Medio Ambiente.
Orlando era un ser humano auténtico, caracterizado por las cualidades, conductas y capacidades propias de un ser bondadoso, como lo fue. Era benévolo, pacífico, discreto, su silencio muchas veces era su mejor forma de hablar, generoso, solidario y amable. Orlando era empático, se ponía en el lugar del otro; tenía conciencia de su papel en esta vida y para con la sociedad, de ahí su entrega, sin horario; era sincero confiable, leal, humilde y practicaba la gratitud.
A Orlando lo conocí siendo su padre, el Dr. Salvador Jorge Blanco, presidente de la República, cuando ambos, yo terminando y él comenzando, nos juntamos mientras estudiábamos derecho en el campus de Santiago de la PUCMM.
Por las amistades que él tenía en Santiago, la prestancia de su familia y por su condición de hijo del presidente muchos eran los que se le acercaban. Pero nunca vi aparatosidad, prepotencia, altanería, vano orgullo ni el marcado de distancia para con ninguno de sus compañeros. Todo lo contrario. Uno más del grupo, solo con vigilancia de seguridad bien discreta, por su condición de filiación presidencial.
Pero cuando realmente nos acercamos fue a inicio de la década de los noventas, ya él graduado, con oficinas de abogados en Santo Domingo, por colaboraciones recíprocas de nuestros despachos profesionales. De hecho tuve la oportunidad de colaborar como abogado en muy particulares procesos judiciales en representación de su querida familia.
A lo anterior se une un hecho que pocos conocen. Teniendo cercano trato con la Finjus, de la que fueron directores ejecutivos el ahora magistrado juez presidente del Tribunal Constitucional, el Dr. Milton Ray Guevara, Eduardo Jorge Prats y Francisco Domínguez Brito y con cuya institución colaboraba en varios temas y actividades sobre todo durante las gestiones de Eduardo y Francisco, un día, como era frecuente, compartiendo con Orlando y algunos amigos más ligados a dicha institución vino a la conversación el tema de la necesidad de buscar un nuevo director ejecutivo de la Finjus para sugerir candidatos al Consejo de Administración de dicha entidad, debido a la salida de Domínguez Brito.
Grande fue mi sorpresa cuando, luego de ver algunos nombres que respondieran al perfil buscado fue Orlando el que señalándome dijo, “pero aquí está el que tiene el perfil para ser el nuevo director de la Finjus”. A pesar de que no era mi intención inicial aceptar dicha candidatura, por mis muchos compromisos profesionales, debido a su estímulo y su apoyo como el de Eduardo Jorge y Fabiola Medina, sobre todo, ocupe durante un tiempo la dirección ejecutiva de la Finjus, durante cuya gestión fue aprobada la normativa procesal penal que hoy tenemos como otros importantes proyectos, normas y herramientas institucionales en materia democrática.
Porque lo conocí y sabía de sus valores, desprendimiento, bonhomía y sentido de compromiso social, puedo afirmar que Orlando practicaba la fraternidad, que al decir de la Madre Teresa de Calcuta es el amor en acción. Por su innegable fe cristiana creo que puedo afirmar que Orlando hizo suyo lo que la propia Santa Teresa de Calcuta consideraba sobre el amor: «El amor no puede permanecer en sí mismo. No tiene sentido. El amor tiene que ponerse en acción. Esa actividad nos llevará al servicio».
Te fuiste a la puerta del lado Orlando; pero si hay Cielo y si Dios existe, como lo creo firmemente, debes estar ya disfrutando de la gloria del Padre.