El Comité para la Defensa de los Derechos Barriales, COPADEBA, recientemente celebró su 43 aniversario. Para dicha ocasión sus dirigentes me pidieron que realizara una aproximación al significado que hoy tiene su lema constituido por tres conceptos clave de la vida política: Organización y Participación para la Liberación. Con ese propósito, surgieron las siguientes notas tratando de identificar tendencias, no necesariamente lo que como sujeto uno prefiere. Veamos:

  1. ¿Cómo va cambiando el contexto?

Un rasgo característico de la época es que las narrativas históricas y de futuro han perdido sentido para las personas, solo el momento presente, el bienestar ahora es lo que cuenta. La urgencia y la ansiedad dominan la actuación humana. Asimismo, en los distintos ámbitos de la vida se percibe que se va esfumando el interés por lo común, la colectividad. De manera que se privilegia el yo, lo individual y lo placentero asociado al consumo constante, insaciable en una sociedad global de predominio exacerbado del mercado que ha provocado la mayor concentración de recursos y desigualdad que haya visto la humanidad. Es como si no se necesitara construir proyecto social, el proyecto individual-familiar parece bastar a las personas. Asimismo, se advierte una mayor incidencia de organismos multilaterales en las políticas nacionales, en función de modelos e intereses de los países centrales. Sin embargo, a pesar de estos aspectos desalentadores, la democracia con justicia y equidad, sustentada en derechos humanos y la participación ciudadana sigue siendo una aspiración objeto de búsqueda, en algunos casos más integrada con la madre Tierra y el Cosmos.

De igual manera, tradiciones, hábitos y costumbres de carácter familiar, comunitario y religioso están siendo abandonadas o sustituidas por otras ritualidades que representan una ruptura con patrones culturales que proporcionaban cohesión y seguridad en la Modernidad. Muestras de esto las tenemos en cómo las nuevas generaciones enfrentan la muerte y los ceremoniales asociados a esta o el sentido que le ven a organizarse social y políticamente hoy.

Ahora bien, la revolución tecnológica y cibernética de las últimas décadas impulsa cambios que nos impactan como persona, como sociedad. Cambios que no han sido generados por las redes digitales, pero los proyectan y potencian. Esto se evidencia en nuestro modo de relacionarnos y convivir; a nivel cognitivos con inclinación a ser multitareas y manifestar déficit de atención ante los demás; en cómo actuamos por oleada, casi volátil viralizando temas momentáneamente; asimismo, en la tendencia a convertir todo en mercancía y monetizarlo, incluyendo la imagen corporal. Mientras el rol del libro pierde relevancia dando paso a lecturas fragmentadas, breves y fugaces, con preferencia por lo audiovisual.

No hay dudas de que todos estos elementos y otros no referidos aquí, hoy inciden no solo en la vida personal y familiar, sino también en cómo nos organizamos y participamos en asuntos de interés común, tanto en el ámbito local como en el global.

  1. ¿Cómo se vive el organizarse hoy?

Ya sabemos que continúa la búsqueda de proyecto de sociedad en medio de un vacío ideológico, de un proceso de globalización y acelerado desarrollo tecnológico. Entre otros factores, esto ha flexibilizado la noción de “organización” que cada vez más pierde arraigo territorial o se amplía a una dimensión global donde lo territorial pierde interés, muy a pesar del impulso de los enfoques de desarrollo local.

Lo cierto es que quienes nacieron en tiempos posrevolucionarios y de la Guerra Fría, a partir de los años 80, hoy tienen 30 y 40 años. Se trata de generaciones en las cuales   se ha debilitado o reconfigurado el sentido de la militancia en estructuras organizativas que ante su modo de ver el mundo lucen cerradas y rígidas. Por ejemplo, no se adaptan a eso de agotar un prolongado tiempo para conseguir la calidad de miembro en una organización, establecimiento de día y hora de reunión semanal y quien falte tres veces seguidas tiene problemas. Este enfoque les parece una camisa de fuerza. En cambio, las nuevas generaciones prefieren modalidades más abiertas, flexibles, incluso, transitorias y de “voluntariado” vinculadas al abanico de opciones comunicativas. Así, en la última década hemos tenido movimientos sociales con demandas específicas y relativos éxitos que poco tiempo después se desvanecen, incluso en nuestro país. Mientras las organizaciones más permanentes y cuyos miembros se han involucrado en estos movimientos sobreviven con dificultad.

Asimismo, se percibe un mayor énfasis en preferir afinidad poblacional: jóvenes, adultos, mujeres, es decir, a partir de segmentos poblacionales o énfasis temáticos, no en espacios generalizados y homogeneizadores. De manera que hay un proceso en el cual se resignifican y complejizan nociones como organización, pertenencia, ser parte, identidad. Lo cierto es que, cada vez más las personas tenemos intereses diversos que parecen contrapuestos y no se pueden canalizar desde un solo espacio que encarne el “gran proyecto”.

A esto se suma el que en la actualidad estamos intensamente expuestos a una infinidad de “contenidos” informativos y de distracción, a través de plataformas digitales que conviven con los medios de comunicación ya tradicionales: Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp, Tiktok, Youtube, Snapchat, entre otras. Así quedamos a merced, por ejemplo, de quienes ya instalaron en nuestro subconsciente el famoso: “Dale like, suscríbete, comenta y activa las notificaciones”, mientras ellos monetizan, lo cual no necesariamente es malo. Además, estas plataformas facilitan identificar e inducir nuestros gustos y consumos a partir de los perfiles individuales, sin abundar aquí sobre el seguimiento que nos dan, facilitado por grandes bases de datos, en función de la seguridad del Estado nacional o de un hemisferio.

  1. ¿Cómo cambia la noción de participación?

Lo primero que se aprecia es un cambio en la motivación para participar en asuntos públicos: del entusiasmo en el marco de un proyecto de cambio social o mejora comunitaria a la indiferencia y solución individual, en ocasiones, por la forma de vivir su religiosidad; de necesidades y problemas territoriales comunes a través de una organización al interés más personal y global con una transitoria actuación individual; de la acción sustentada en análisis compartidos a la movida por emociones particulares, en ocasiones inducidas. Y como estamos más expuestos a informaciones, tendemos a involucrarnos de múltiples maneras en situaciones nacionales y globales a través de expresar opiniones y responder a convocatorias y tendencias virtuales.

Es un hecho que el uso de las redes digitales potencia la voz y la presencia personal en la sociedad, pero atomizada, no como cuerpo organizado en función de un proyecto. Estas redes sirven de vitrina de la imagen individual en un espacio virtual competitivo y fragmentado, donde para permanecer vigente hay que hacerse adicto a subir “contenidos”. Entonces, una persona común bien puede afirmar: “Yo me comunico con el Ministro o el Presidente”. “Expreso mi apoyo o desacuerdo con alguna medida del gobierno”. “Yo me represento, no necesito la organización”. A nivel masivo, cada quien dice lo que quiere sin establecer diálogo ni reconocer puntos planteados por otra persona, el otro no cuenta, no importa. Por esto se ha llegado a la masificación de los llamados haters (odiadores) en los deportes, la farándula y la política.

De manera que el activismo a través de las organizaciones, sobre todo en las sociales, se ve afectado por este empuje de actuación individual que en ocasiones funciona como una catarsis ante el vacío de una gran narrativa de cambio de sociedad. Al parecer, estamos ante un proceso de reconfiguración del ejercicio de ciudadanía donde la construcción colectiva pierde terreno.

  1. ¿Qué significa liberación hoy?

Hoy, liberación, noción central en la vida humana, se asocia más con el enfoque de emancipación, ser sujeto autónomo, con reconocimiento de derechos y poder de decisión, no con ruptura respecto a un régimen coercitivo, dictatorial, como en ese contexto revolucionario de Latinoamérica. En el presente, el que una organización enarbole este concepto parece remitirnos a un proceso de superación de la pobreza, la exclusión, así como de enfoques ideologizados y políticas conservadoras, neoliberales; liberarnos de orientaciones y esquemas rígidos y dogmáticos en organizaciones sociales y políticas con liderazgos, muchas veces, caudillistas. Por lo tanto, liberación alude a una democracia sustentada en la participación, la equidad y la inclusión desde un horizonte ético y humano, donde lo personal no se diluye en la organización.

  1. Algunos desafíos

De las intuiciones y valoraciones anteriores se desprenden algunos desafíos, entre los cuales destacan los siguientes:

  1. Recuperar la reflexión crítica articulada a la acción colectiva y la vida personal, como estrategia formativa, de actualización y comprensión del momento presente.
  1. Recrear proyectos sociales, culturales y políticos, para buscar conexión con la sensibilidad presente en esta tercera década del siglo XXI. No quiere decir que se eche por la borda los esquemas organizativos surgidos en los años 70 con sus experiencias, pero después de medio siglo hay que reinventarse a partir de lo vivido. Por lo tanto, se requiere discutir sobre nuevas modalidades organizativas y de participación observando los múltiples y acelerados cambios ocurridos desde finales del siglo pasado.
  1. Valorar el diálogo intergeneracional, pero la situación presente demanda propiciar espacios organizativos a partir de los intereses específicos de los distintos segmentos poblacionales. Lo que se debe hacer visible son los puntos de encuentro.
  1. Repensar la vinculación entre organización, capacitación y generación de ingresos, tanto desde la lógica cooperativa como desde el desarrollo de capacidades personales.
  1. Discernir sobre la tensión que genera la organización local-territorial y la participación a nivel global-nacional, en el marco de incidencia y de configuración de proyectos de sociedad alternativos al vigente.

Por todo esto, organizaciones como COPADEBA y el conjunto del movimiento social tienen el desafío de reflexionar sobre los diferentes cambios en curso para poder impulsar transformaciones progresivas, necesarias y propias de su naturaleza como proyectos particulares que buscan una sociedad más democrática y justa.