Como hablábamos de Santa Teresa de Jesús es oportuno tocar este tema. Seguramente hemos escuchado mencionar la oración contemplativa y quizás la imaginemos envuelta en un halo de misterio, nuestra intención aquí será presentarla de forma familiar.

Muchas personas utilizan exclusivamente fórmulas preestablecidas para orar (rezan), rara vez saliéndose de ellas, porque entienden que son una especie de palabras poderosas que permiten cierto control sobre la divinidad. Otras, aunque también las utilizan, le hablan a Dios como hablarían a cualquier persona. Finalmente, hay quienes además tienen la suficiente sensibilidad y madurez espiritual para comprender las respuestas a sus peticiones. Este último es el nivel óptimo de oración e incluye la oración contemplativa.

Al decir contemplativa se sobreentiende que algo contemplamos y se supone que sea a un ser omnisciente, omnipresente y todopoderoso. Por definición, Dios nos supera por mucho, es de suponer que no puedas comprenderlo con la misma facilidad que entenderías a un ser humano igual que tú. En ocasiones, una comunicación de esa inteligencia tan superior, logras descifrarla meses e incluso años después de recibirla.

Tenemos un sentido interior que necesitamos activar; debemos y nos conviene activarlo porque nos sentiríamos más felices y realizados.

¿Cómo saber si estás en una oración contemplativa? Si sientes que eres más que tu cuerpo, te parece que el tiempo se detuvo, percibes realidades inmateriales, descubres una inmensa paz en la que sabes que nada puede dañarte, experimentas una realidad que no puedes explicar a los demás (aunque quieras), los grandes problemas los ves como insignificantes, sientes un amor incontenible y tu inmensa pequeñez ante la grandeza que percibes ante ti; experiencias como las anteriores podrían indicarte que estás en una oración contemplativa y necesariamente verías transformaciones positivas en tu personalidad. En este estado reconoces que no tienes que articular ningún discurso elegante, porque se desarrolla frente a tus pensamientos y sentimientos antes de que se conviertan en palabras. Sólo contemplas y te sabes contemplado, transmites y recibes ideas y sentimientos de manera instantánea. Lo señalado antes es una simple orientación y no una regla que define totalmente los elementos que constituyen la oración contemplativa. Estas experiencias podrían presentarse de forma gradual o parcial.

Una vez un amigo estaba criticando la meditación, porque entendía que sólo la oración contemplativa era importante. Realmente no son entidades diferentes, la contemplación es un momento cumbre de la oración o introspección, pero hay muchos momentos diferentes, entre ellos la experiencia de “desierto”, no precisamente grata (en que sientes un vacío terrible, pero sigues adelante). En este plano existencial en que nos encontramos, no podemos estar constantemente en éxtasis, sencillamente porque no lo resistiríamos (tenemos ciertos topes o límites para experimentar tanto el gozo como el dolor). El fluir de la existencia humana, como las olas, presenta altas y bajas, días y noches, lo positivo y lo negativo. Un bello amanecer es siempre precedido por una noche obscura. Aunque de niños algunos cuentos terminaban así: “se casaron y vivieron muy felices”, como adultos sabemos que esa felicidad no es algo que con toda seguridad y de forma automática acompañe a los que se casan.

La madurez espiritual nos permite saber que somos arquitectos de nuestros propios destinos y la oración contemplativa es un terreno privilegiado desde donde se originan mejor los cambios necesarios en nuestras vidas.

Ojalá todas las personas experimentaran por lo menos alguna vez la oración contemplativa, pero lamentablemente ni siquiera todos los religiosos lo hacen, pero en aquellos que sí la experimentan puede notarse la diferencia de forma evidente.

Quienes han experimentado la oración contemplativa quisieran compartirlo con los demás y no saben cómo. Es similar a aquellos que han experimentado la efusión del Espíritu Santo, el pentecostés o bautismo de fuego, que como sabemos Jesucristo lo describió como necesario para “nacer” a la vida eterna (Juan 3:5). Los que no lo han conocido creen que se trata de una metáfora filosófica…hasta que lo viven.

En un tema anterior estuvimos conversando sobre la supraconciencia y decíamos, que es la parte de todo ser humano que de una u otra forma dirige su vida, el cultivar la vida espiritual contribuye a armonizar consciencia y supraconciencia. Es nuestra capacidad mental que podría relacionarse con un ser superior al humano, aunque muchos prefieren que alguien les sirva de intermediario, es nuestro deber relacionarnos personalmente. A veces necesitamos que nos carguen para avanzar, pero lo ideal es que avancemos con nuestras propias piernas.

La contemplación de un anciano venerable con larga barba podría representarte a Dios, pero tendrías que recordar que es solo un símbolo que utiliza nuestra mente limitada para conectarnos con lo que nos trasciende. La experiencia personal de Dios es realmente impactante, lo que comprendamos será siempre una interpretación o adaptación desde nuestros conocimientos (aprendemos algo relacionándolo con lo que ya conocemos). Si quieres experimentar la oración contemplativa, recuerda que a quien tendrías que contemplar está en este momento a tu lado, sólo pídeselo y te enseñará a abrir los ojos.