Son varios los espacios y canales donde se despliegan y difunden el término “optimizar”, tanto para referirse al alcance de objetivos y metas en dominios ecosistémicos, en general, como al de estructuras sociales, en particular. Lo óptimo hace alusión a algo insuperable.

La noción deriva de la ciencia matemática y expresa, cantidades abstractas, incapaces de articularse por sí mismas a formas organizativas; de tal modo que, por ejemplo, “4” expresa cantidad, pero para tener sentido organizativo necesita estar referida a materia o flujos de energías, o algo que emerja de la convención social en algún contexto cultural específico, como 4 naranjas, 4 células, 4 huracanes, 4 atracos, 4 matrimonios, 4 brujerías o cualesquiera otros elementos, fenómenos o procesos, sean estos naturales o sociales .

Si hay algo de consenso planetario es que, en la naturaleza, incluyendo por supuesto los seres vivos, todo está sometido al cambio continuo, es decir, que nada permanece estático de manera perenne, y en el caso de las estructuras sociales, mucho menos, puesto que son billones de interacciones cotidianas que realizan los sujetos sociales, muchas de ellas de forma simultánea, que inciden en la dinámica de los espacios donde se manifiestan y, regularmente, más allá de dichos dominios.

De lo antes expuesto se puede deducir que, bien se trate de estructuras económicas con un sujeto dominante (monopolios), de unos pocos que dominen (oligopolios) y, aun en otros donde concurran sujetos socioeconómicos relativamente numerosos (mercados de alta competencia), resultará quimérico concebir que se puede lograr optimizar en cualquiera de los procesos de esas tres estructuras.

Todavía más, en ciertas ocasiones puede resultar destructivo apelar al concepto de óptimo, cuando carente de sentido organizativo, como es su origen matemático, se toma como referente para diseñar políticas públicas y privadas que impactan en entornos que ponen en peligro la estabilidad dinámica de la diversidad de seres vivos y recursos naturales.

La imposibilidad de alcanzar “óptimos” en el relacionamiento de elementos en el sistema social, o en subsistemas del mismo, ha sido explicado, profunda y profusamente, por cientos de científicos en los campos de la sociología, economía, psicología, política, antropología, biología, por solo mencionar algunos de los múltiples campos de las ciencias donde ha sido vehementemente demostrado la imposibilidad práctica del referido término uso en complejos organizados y, por tanto, en políticas públicas y aun en la ejecución de estrategias de negocios privados.

Las ciencias destacan varios factores que exponen la inaplicabilidad del concepto optimizador, cuando el mismo está referido, sobre todo, a estructuras dinámicas no lineales. Algunos de esos factores son:

  1. La naturaleza abierta del sistema social global, lo mismo cuando este se fragmenta en distintos subsistemas para, analíticamente, acercarse a la mejor comprensión de realidad (es), mediante variados enfoques disciplinares.
  2. La introducción continua de innovación en procesos, productos e instrumentos que se vinculan a diversas estructuras sociales, que pasan a influenciar o impactar a otros espacios estructurados; por ejemplo, una innovación en lo político que modifica aspectos relevantes en los ámbitos económicos, ambiental, cultural u otros.
  3. Accesos diferenciados a la información disponible por parte de los sujetos sociales; y con frecuencia incompleto, ambas limitaciones de especial significación cuando se precisa contar con información completa, en ocasiones en tiempo real, para la toma de decisiones cruciales, y poder así aspirar al alcance de objetivos inmejorables.
  4. La imposibilidad de poder prever con exactitud las interacciones entre sujetos sociales en el diario accionar, lo mismo que en periodos más prolongados.
  5. La superposición, e innumerables veces simultaneidad, de billones de relaciones entre los sujetos sociales, las cuales son impulsadas y sustentadas por motivaciones económicas, culturales, políticas, ambientales y sociales, o influenciadas por las mismas.

Bajo las influencias de los factores antes reseñados, el propósito de alcanzar un “óptimo” en el bienestar social o individual resulta inviable, erigiéndose el uso de dicho concepto en pura ingenuidad, en el mejor de los casos; un engaño consciente al introducirlas en ideas y discursos o, en el peor de los casos, un monumental fraude intelectual por aquellas instituciones y profesionales que mantienen las enseñanzas y difusión del término dentro de sus preferencias académicas.

De manera que quienes con plena consciencia usan el término “optimizar” para realizar enfoques dentro de analíticas disciplinares, sin poner en evidencia las limitaciones prácticas del término, y, por tanto, obviando el juicio crítico sobre las limitaciones prácticas del mismo en los contextos socioeconómicos para proponer objetivos sociales y económicos inalcanzables, pasan a ser sujetos activos del sostenimiento del mencionado fraude intelectual.

En efecto, considerando tan solo el ámbito económico, resulta bien ilustrativa la imposibilidad de alcanzar lo inmejorable, pues los sujetos sociales incorporan preferencias individuales y colectivas tan diversas, y a menudo conflictivas, que hace realmente imposible el óptimo para todos y cada uno los sujetos sociales.

Es por ello que, ante la imposibilidad de alcanzar óptimos de bienestar social e individual en estructuras sociales complejas, los implementadores de políticas socioeconómicas en lo público, al igual que en ámbitos privados del quehacer empresarial, se conforman con obtener situaciones satisfactorias.

Y a pesar de conformarse los sujetos sociales con lo satisfactorio, sin poder nunca llegar al óptimo, con demasiada frecuencia se apela al uso de dicho concepto en teorías económicas seudocientíficas, en discursos de líderes públicos y privados y en publicidades engañosas cuando dicho término solo tiene sentido en la imaginación de quienes usan el concepto para el sostenimiento de un falso conocimiento al aplicarlo a contextos que no admiten sentido funcional alguno en esos entornos de la realidad concreta.