Un número importante de cineastas locales e internacionales entienden que su Ópera Prima profesional debe y tiene que ser una película largometraje (una hora, hora y media) de ficción. Aparentemente, asumen esa posición tomando en consideración que el público, el gran público que paga su boleta y consume en el Candy Bar, es el que garantiza reconocimiento profesional, y de manera muy particular, fortuna.

Aunque un por ciento (80% en promedio) considerable de profesionales del cine no lo exteriorizan públicamente, en su subconsciente siempre habita ese interés por realizar una película interpretada por actores profesionales y con por lo menos hora y media de proyección. A partir de ese momento y no antes, se consideran grandes profesionales de la cuestión audiovisual.

Cometen un grave error los cineastas nacionales y los extranjeros que han adoptado esa conducta en su ejercicio profesional, pues la práctica cinematográfica requiere creativos y técnicos preparados de manera teórica y funcional, tanto delante como detrás de las cámaras, de forma que el discurso audiovisual adquiera la dimensión plástica que lo convierta en un documento de alto valor lúdico ante los espectadores, y en esa dinámica creativa cuenta mucho el corto de ficción o documental.

Los inventores del cinematógrafo en Paris, Francia en 1895, exhiben las bondades del aparato precisamente a partir de la realización de diversos cortos cinematográficos documentales cuando el 28 de diciembre del año señalado convocan y realizan la primera función pública del cine como espectáculo en el mundo, en el salón Indio del Gran Café de la ya bulliciosa Capital Francesa.

Esos cortos de uno, dos, tres y hasta cinco minutos de proyección no eran diseñados y dirigidos a partir de la intervención de actores y técnicos profesionales.

Esas proyecciones sólo contemplaban diversos cortos documentales rudimentariamente realizados, captando espacios y ambientes de la ciudad luz. Entre los exhibidos ese día destacan : La Llegada del Tren, y Obreros Saliendo de la Fábrica de Los Hermanos Luis y Augusto Lumiere.

De modo que independientemente de la parafernalia técnica, humana y económica que hoy caracteriza la producción de una película, la Industria Cinematográfica nace a partir de un conjunto de cortos documentales que los Lumiere hicieron para demostrar la viabilidad operativa de su invento.

Hacer de manera constante cortos documentales es y será la metodología que adoptarán en ese momento los primeros camarógrafos de la casa Lumiere, dinámica a la cual se unirían posteriormente los de las casas Gaumont y Pathe.

Esa metodología de producción audiovisual se mantuvo hasta los primeros veinte y cinco años del siglo veinte, cuando cineastas Norteamericanos, Sovieticos, Ingleses, Alemanes, entre otros, iniciaron los experimentos y procesos que dieron como resultado la creación de un Lenguaje Cinematográfico propio.

Esa noche del 28 de diciembre de 1895 se encontraba en la sala como un asistente más a la exhibición el reconocido actor, productor y director teatral George Melies, quien quedó fascinado por las imágenes en movimiento, adoptando de manera inmediata las posibilidades expresivas del nuevo invento.

Su entusiasmo fue tan extraordinario que presentó al público sus primeros cortos documentales en el mes de abril del año 1896, en el teatro Robert Houdin de su propiedad.

La amplia y dinámica capacidad creativa de Melies, sustentada en una extensa vida teatral de elevado nivel profesional, le permitió transformar paulatinamente el contexto plástico del cine, implementando los decorados, el vestuario, el maquillaje, uso de actores profesionales, la iluminación, los efectos especiales, el rodaje en estudio, entre otros aspectos claves que jamás se han separado de la estructura dramática de la profesión.

Durante su interregno creativo y su existencia biológica, Melies rodó más de 500 películas, caracterizadas por un tiempo de exhibición de entre uno y cuarenta minutos.

Indudablemente que la experiencia de los años realizando cortos documentales, facilitaron a este pionero del cine mundial, adquirir las destrezas creativas y técnicas del cinematógrafo para producir el cine de su particular conceptualización expresiva.

Cómo podemos asimilar, experimentar con el corto documental permitió al genio del cine, obtener las habilidades creativas para revolucionar por completo lo que luego se convertiría en el Séptimo Arte.

Los cineastas del mundo han adoptado el método de Los Lumiere y Melies para aprender a realizar cine. Igual procedimiento han asumido diversas Escuelas, Institutos, Talleres y Universidades del mundo que poseen la enseñanza audiovisual en sus planes de estudios. La cuestión es simple, contar bien pequeñas historias bajo el concepto documental o ficción cuántas veces sea posible, para que la intimidad fílmica pase a formar parte integral del futuro cineasta profesional.
En paralelo, resulta conveniente que el fututo director cinematográfico participe activamente en la mayor cantidad de rodajes, sean cortos o largos, sean documentales o ficción, suma de experiencias que redundará en su mejor y mayor
formación.

En modo alguno una compañía productora pondrá millones de pesos o dólares en las manos inexpertas de un cineasta sin curriculum profesional. Para convencer los productores locales e internacionales de cine, un cineasta debe demostrar que conoce creativa y técnicamente el negocio de hacer películas.

Un cineasta que se considera con talento, y dispuesto a competir en el mercado audiovisual, lo más favorable es que tenga a mano, y siempre presente su carpeta de proyectos realizados. En ese dossier profesional los cortos de ficción o documéntales cuentan y mucho. Ellos perfectamente hablan de la capacidad estética, intelectual, técnica, y la dinámica de trabajo que caracteriza a quien ha tenido bajo su responsabilidad la dirección integral de una o varias propuestas audiovisuales, y los elementos que la integran como un todo expresivo.

En ese orden, considero prudente sugerir al cineasta de hoy, ayer y siempre, adoptar la metodología clásica para hacer cine durante la etapa formativa, dejando los estilos y criterios particulares para cuando se adquieran los conocimientos extraordinarios de la expresión audiovisual.