A veces y sólo en ocasiones especiales, por ejemplo el fallecimiento natural y esperado de un ser humano que tenía la posición jerárquica de alteza real (destronada a su debido tiempo su condición dominante por la dinámica histórica de la burguesía) la gran prensa internacional, que se ufana de su “independencia,” nos invade el espacio y nos quiere, con su poder, con sus informaciones machaconas, con su dosis habitual de amnesia, hacer llorar tristezas ajenas y apenarnos y mostrarnos apenados con espejismos distractivos que nos quieren hacer olvidar que los reinados endiosantes tienden a envilecer a los ciudadanos, el colonialismo vergonzante que ejercieron por décadas, que los monarcas ingleses, los más ricos del mundo, hasta hace apenas pocos años no pagaban impuestos incluso cuando había una gran crisis económica en Inglaterra producto del neoliberalismo de la ministra Tatcher, que los reyes tienen defectos y que cometen injusticias y discriminaciones y portan debilidades humanas enormes, que nos enajenan sobre la guerra ruso-europea focalizada en Ucrania, los saltos de garrocha de la bolsa de valores, las mil millones de personas que no tienen acceso al agua potable, el uno por ciento de la población que maneja el ochenta por ciento de los recursos del mundo, la lenta y segura destrucción e implosión de Haití, la torpeza de la mayoría de los políticos certificada por Ortega y Gasset, la destrucción del medio ambiente a escala planetaria debido a la monopolización industrializada y sin frenos de los recursos naturales que, en principio, eran gratuitos, como todo lo de la Naturaleza, siempre exquisita y exacta, las enormes desigualdades sociales de un país que ahora es anotado como de crecimiento “medio” por Naciones Unidas cuando debería fijarse más en el desarrollo humano siempre escaso y discriminativo, el silencio general en torno a figuras tóxicas que se blindan en una candidatura para no ir a parar a la cárcel, el ruido selvático llamado “música urbana”, una cosa totalmente vacía de contenido, sin mensaje, sin nada que la presente como música mínimamente decente y, poblada por el ruido, la promiscuidad grosera y la increíble pobreza creativa, hecha casi exclusivamente para adictos y muchachos distraídos que creen estar gozando de lo lindo.) Por cierto, la nueva reina consorte (y con suerte) no usa, evidentemente, el botox rejuvenecedor ni se hace cirugía. También es evidente que el nuevo rey deberá por lo menos, aparentar que trabaja, que da un golpe, por fin, en una realidad histórica en la que los monarcas son cada vez más, caras piezas decorativas.