Francis jugaba bien, y para rematar casi siempre ganaba. Para él era lo más importante; o ganaba o no participaba. Cuando percibió que tenía posibilidades de fracasar hacía lo posible por desbaratar el juego. No tenía permitido perder.
A los niños no se les permite fracasar. La cultura establecida insiste en inculcarles omnipotencia. Es razonable, en un sistema de valores donde Dios es hombre, es lógico que los hombres se crean dioses.
Francis se convirtió en un adulto dueño del mundo, su entorno apostaba por él. La familia, la escuela y los medios de comunicación le recordaban cómo se comportan los hombres: fuertes, proveedores, triunfadores y ojalá con muchas mujeres.
A Francis le iba bien con las mujeres, a él las novias no lo dejaban, él las dejaba. “A mí no me deja nadie afirmaba, aquí el hombre soy yo”.
En su educación formal nunca se le enseñó que podía fracasar, que tenía la capacidad de reponerse si perdía un juego, o si la novia o esposa lo dejaban, incluso por otro. Nadie le dijo que los hombres lloran, que tienen permitido experimentar tristeza, y que perfectamente pueden buscar ayuda.
En este país se cometen en promedio 200 feminicidios al año. A esto se le agregan los asesinos que se suicidan y matan a los hijos
En momentos de crisis a Francis no sabía que visitar un cura, pastor, psicólogo o simplemente llorar en los hombros de un ser querido le haría bien. Debía resolver solo, para eso era un hombre.
Desde pequeño aprendió que el alcohol es el aliado de los varones en momentos de impotencia; el alcohol y la violencia para los machos, no hay otra forma de un hombre, hombre desahogar su frustración.
Francis vivió y murió sin saber que las mujeres son seres humanos con libre albedrío. Con capacidad de decidir con quién estar. Eso, eso no se lo enseñaron.
Ante la imposibilidad de no poder estar con la mujer que deseaba, no que amaba; -él que ama cuida y respeta, no maltrata-, prefirió herirla donde más le doliera, asesinando sus dos hijos. Al reconocer lo que había hecho, y no querer asumir la responsabilidad de haber matado a sus propios hijos, decidió suicidarse. Así termina la vida de Francis y sus hijos.
En este país se cometen en promedio 200 feminicidios al año. A esto se le agregan los asesinos que se suicidan y matan a los hijos; qué debemos hacer para que el gobierno, asuma la educación en la igualdad y el desmonte de los estereotipos de género.
Ojalá no continúen mirando hacia otro lado.