La más reciente publicación del libro Haití, la Anexión y la Restauración de la autoría del fenecido historiador y documentalista Emilio Rodríguez Demorizi, con documentos del Ministerio de Asuntos Extranjeros de Madrid, España, representa una contribución inconmensurable al conocimiento de la principal gesta heroica protagonizada por el pueblo dominicano en el siglo XIX. Este es uno de sus pocos textos que viene precedido de un estudio introductorio. El libro forma parte del extenso catálogo de publicaciones del Archivo General de la Nación, entidad que en la práctica es la auténtica editora nacional. (1)

En el texto se reproducen documentos, cartas principalmente, sobre la participación del entonces presidente de Haití, Fabré Geffrard, en la Anexión a España y la consiguiente Guerra Restauradora. Al decir del padre de la historiografía nacional, José Gabriel García, fue el único en afirmar “franca y resueltamente“ que la Anexión fue impuesta por la fuerza a los dominicanos por la facción de Pedro Santana la cual no tenía ningún derecho a enajenar ese territorio. Pero a sus palabras no se le otorgó ningún valor por considerarlo en ese momento un enemigo de la República.

Gefrard, quien en el momento culmen le había retirado el apoyo a la expedición revolucionaria de Francisco del Rosario Sánchez que repelía la Anexión, le dirigió un memorando a los gobiernos de Francia e Inglaterra en el cual les solicitaba presionar a España para que se retiraran de la parte Este.

El 12 de enero de 1864, Geffrard le expresó a Mariano Álvarez, cónsul y encargado de negocios en Haití, que el pueblo haitiano, con excepción de unos cuantos ciudadanos ilustrados, por un legítimo sentimiento de aprehensión, no habían cesado de considerar la reunión de la parte de la Este a la República de Haití “como una garantía lo cual no significaba una voluntad de “engrandecimiento de territorio ni ninguna ambición” y para respaldar su aserción citó “la repugnancia con que los soldados haitianos marchaban a la frontera, siempre que intentaban hacer la reunión por la fuerza” y al mismo tiempo se refirió a los perjuicios que sufrió el erario de Haití cuando ocuparon la parte Este entre 1822 y 1844. (2)

Además, el perspicaz presidente le expresó al cónsul que poseía la “garantía moral” de que España respetaría la independencia de Haití y atribuyó la “verdadera causa” de la insurrección dominicana a la “falta de tacto” de quienes administraban la provincia española desde que se consumó la Anexión, así como al escaso conocimiento de los usos, costumbres y hábitos de la población dominicana lo cual dio lugar a una sublevación espontánea y generalizada, dado el descontento predominante.

Una preocupación fundamental presente en la mayoría de los documentos publicados en este libro lo constituía el planteamiento de propuestas que garantizaran la independencia futura de Haití y de la República Dominicana, degradada en ese momento por efecto de la Anexión, a la condición de simple provincia española de ultramar. De hecho, los funcionarios españoles catalogaban a los patriotas dominicanos como “individuos de una provincia española en rebelión contra el Gobierno. El presidente Geffrard propuso al cónsul español que se les devolviera la independencia a los dominicanos, pero bajo el protectorado de España y que a título de garantía quedara la Bahía de Samaná.

Igualmente, hizo una propuesta plausible conforme a la cual con la mediación de la propia España, Francia e Inglaterra, entre el pueblo dominicano y el pueblo haitiano se concertara un Tratado de amistad y alianza en cuyo primer artículo se estableciera la prohibición de ambas partes de “ceder o enajenar ninguna parte del territorio de la isla, garantizando en el mismo Tratado las potencias mediadoras la neutralidad de toda la isla.

A diferencia de Geffrard, Ulises Francisco Espaillat, el inteligente canciller del Gobierno provisorio dominicano, en una carta que le dirigió a su homólogo haitiano, fechada el 30 de enero de 1864, sitúa la Guerra Restauradora como el hecho decisorio e imperativo no solo para lograr la redención del pueblo dominicano sino también para todas las colonias españolas y en especial para acreditar el porvenir de la República de Haití, cuyo Gobierno se hallaba en la necesidad de proteger la revolución dominicana ya que la secuela ineludible de esta sería “alejar para siempre de nuestro país una dominación que pone en peligro la verdadera Independencia de Haití”. (3)

Para Espaillat resultaba inexplicable que después del Gobierno haitiano haber estimulado la revolución dominicana le hubiera retirado su asistencia material y permitiera que esta se frustrara por la carencia de elementos precisos para salvarla. Hasta cuándo, se preguntaba, podía el Gobierno de Haití continuar siendo amigo de los españoles e “indiferente espectador” de la revolución dominicana.

En una obvia respuesta al Tratado propuesto de Geffrard, Espaillat se refiere a:

“[…] las innumerables ventajas que redundarían en favor de Haití si se hiciese una negociación en que quedasen arregladas definitivamente las bases de un tratado de alianza, paz, comercio, amistad y límites, y por el cual se asegurase para siempre el porvenir político de todos los habitantes de ambas partes de la isla de Haití”.

En la conclusión de su misiva, Espaillat agradece tanto el “primer impulso” del Gobierno haitiano a la revolución dominicana cuanto “los servicios oportunos con que los ciudadanos haitianos han favorecido la causa de la Independencia dominicana, así como la universal simpatía con que esta ha sido allí acogida”. (4)

Mientras Espaillat, en nombre del Gobierno provisorio, reclamaba ayuda para la revolución dominicana, los diplomáticos españoles le exigían al presidente Geffrard “cortar toda comunicación directa e indirecta con los insurgentes dominicanos y que ni moral ni materialmente les apoye en ningún concepto” aunque estos reconocían la imposibilidad de evitar por completo dicha cooperación debido a que gran parte del pueblo haitiano vivía alarmado por la vecindad española por ser esta una potencia colonizadora y un peligro para su independencia, y por tanto, simpatizaban con la revolución dominicana.

Geffrard, que en principio respaldó abiertamente a los rebeldes dominicanos y luego de manera velada, le expresó a los diplomáticos españoles las razones por las cuales el pueblo haitiano se identificaba con los rebeldes dominicanos, su impotencia para impedir los efectos de esa empatía y su temor de que la prolongación de la guerra le ocasionara un conflicto de su Gobierno con el de España.

Sin embargo, al incrementarse la presión de España sobre el Gobierno haitiano, Geffrard pasó a colaborar con mayor cautela y disimulo. Sin embargo, en una carta fechada el 26 de enero de 1965, dirigida al ministro de Guerra de España, el general José de la Gándara, capitán general de Santo Domingo, quien había emplazado su grueso contingente militar en Montecristi, y por consiguiente poseía detalles específicos de todos los. movimientos que se ejecutaban en la frontera a favor de la causa dominicana, propuso dos fórmulas radicales para liquidar la insurrección de los patriotas dominicanos.

La primera de ellas consistía en “la guerra activa de ocupación y de conquista”, y la segunda “el bloqueo de hierros”, que obligara a los patriotas restauradores a “entregarse o perecer”:

“[…] Mi posición y mi carácter me inclinan a dar la preferencia al primer medio que satisfaría más ampliamente el honor de España y la gloria de sus armas, si aquella satisfacción no pudiera lograrse por otro medio menos dispendioso y más fácil […], en esta guerra los enemigos armados es el menor de los inconvenientes con que tiene que luchar el Ejército que el clima, la despoblación, las grandes distancias y la absoluta carencia de recursos de este país, son las verdaderas dificultades, los serios obstáculos que se oponen al triunfo de nuestras armas”. (5)

Con una actitud inhumana, y hasta cierto punto macabra y perversa, La Gándara proponía aprovecharse de la bancarrota económica del país que al carecer de toda clase de industria se veía obligado a importar todo lo que necesita para sostener la guerra y satisfacer necesidades alimenticias elementales. Exponía que la carencia de puertos, excepto algún mal fondeadero, de una marina guerra que proteja sus costas, el país sería ampliamente vulnerable a un “bloqueo eficaz” que le impidiera recibir socorros por mar y si se clausuraba radicalmente la frontera haitiana el país consumiría en poco tiempo sus limitadas existencias.

La Gándara denunció de forma enfática que era el Gobierno haitiano, y no sus agentes, quienes brindaban abierta protección a los rebeldes restauradores dominicanos, y que la misma era tal dimensión que sin ella la revolución habría sido vencida debido a que el país carecía de riqueza imponible, de crédito para poder contratar empréstitos, así como de todo recurso pecuniario para comprar armas, municiones, avituallamiento de las tropas, hospitales de sangre, pagar sueldos a los soldados, etc.

De ahí concluye el general español que era el Gobierno haitiano que les permitía a los dominicanos traficar libremente por la frontera dominicano-haitiana para intercambiar sus frutos, como el tabaco, y el ganado, además de proveerle de los recursos pecuniarios suficientes para hostigar las tropas españolas como armas, dinero y municiones. “En Haití está el mal, a Haití tenemos el derecho de ir a poner remedio, y las circunstancias nos favorecen grandemente poniendo en nuestras manos fáciles y seguros medios de lograrla”, sostuvo. (6)

En las páginas de este valioso libro, editado por Andrés Blanco Díaz, abundan las evidencias documentales de la cooperación de Haití al éxito de la Guerra Restauradora gracias a las habilidades de su presidente Gefrrard que logró sortear las presiones que recibía de la diplomacia española para que mantuviera la neutralidad en el conflicto. La Gándara llegó a plantear que si Haití carecía de capacidad para garantizar esa neutralidad, España se hallaba en el “deber y el derecho de hacerla guardar cambiando su Gobierno”, y en un hecho insólito propuso también al ministro de Guerra de España castigar a Geffrard por su “falta de sinceridad” y “mala fe”.

Los documentos contenidos en este libro permitirán a los historiadores nacionales y extranjeros profundizar en el conocimiento del aporte sin par de Haití en la Guerra Restauradora que tuvo repercusiones en el ámbito caribeño y representó una etapa decisiva en la construcción de su proyecto nacional dominicano.

Referencias

1 La obra fue publicada por el Archivo General de la Nación, vol. CDLXX, 2022.

2 pp. 42-43.

3 p. 50.

4 pp. 52-53.

5 p.116.

6 p. 125.