El jueves 20 de octubre de 2022 la primera ministra de Reino Unido, Liz Truss, renunció al cargo. El pasado 6 de septiembre Liz Truss -una conservadora de línea dura que propugna por el libre mercado- asumió el cargo de primera ministra en sustitución de Boris Johnson.

El anuncio del plan económico de Truss provocó depreciación de la libra esterlina, aumento de las tasas de interés y reducción del valor de los bonos soberanos emitidos por Reino Unido, impactando fuertemente los mercados y el día a día de la gente. Lo anterior, de por sí, en el marco de la situación inflacionaria que -al igual que muchos otros países- ataca a la economía británica.

La retractación del plan económico de Truss, el cual fue su principal propuesta de campaña, melló su idoneidad como primera ministra al punto tal que la pasada semana presentó su renuncia. La rápida renuncia de Truss deja dos lecciones importantes. La primera de ellas tiene que ver con la democracia británica y el mecanismo de selección del primer ministro. La segunda con los intentos de planes económicos radicales en tiempos convulsos como los que vivimos.

En principio, en Reino Unido la posición de primer ministro la ocupa el líder del partido que tiene mayoría parlamentaria (en este caso el Partido Conservador, al cual pertenecen Liz Truss y ex primer ministro Boris Johnson, quien -en julio de este año- también renunció). Los miembros del partido que ocupan posiciones en el Parlamento son quienes eligen los dos finalistas a ocupar la posición de líder del partido. Posteriormente los miembros del partido votan por uno de los dos. Quien obtiene la mayoría ocupa la posición de primer ministro (Liz Truss obtuvo cerca de ochenta mil votos. Si, ochenta mil). En consecuencia, si el partido remueve a su líder y elige otro, el primer ministro puede ser sustituido al margen de una elección general.

Liz Truss fue electa sobre la base de una contundente propuesta de recorte de impuestos en procura de promover el crecimiento económico. Si bien esa propuesta fue tildada de cuento de hadas por Rishi Sunak (su principal competidor en ese momento y hoy electo primer ministro), el plan económico de Truss parecía hacerle mucho sentido a un grupo de conservadores (mayoritariamente hombres, mayoritariamente blancos y mayoritariamente mayores). Ese grupo de hombres copaba la mayoría del pequeño universo de electores que elegirían a la primera ministra que sustituiría a Boris Johnson. Ese grupo no fue suficiente para sostener a Truss en el cargo.

Acá la primera lección: cuando eres elegido por un pequeño grupo de personas que no necesariamente recogen el sentir más plural de los diferentes sectores (en este caso los mercados) y las cosas salen mal (en este caso se agitan los mercados y la gente) no cuentas con una base popular que defienda tu plan ni obra de gobierno (en este caso, por lo breve de la estancia de Truss, más el primero que el segundo).

Como he dicho, la segunda lección de la renuncia de Liz Truss tiene que ver con los intentos de planes económicos radicales en tiempos de convulsión. El mercado es como el sereno. El sereno es algo que todos conocemos, pero que nadie ha visto; nadie puede definirlo concretamente. Si lo tomas a cierta hora de la noche dique te da gripe. Si lo quieres matar dique colocas un cuchillo en la ventana. Todos podemos sentirlo, pero nadie sabe lo que es. Las fuerzas del mercado operan igual que el sereno. Ninguno de los actores del mercado es responsable de sus movimientos, pero -a la vez- todos lo son. Es como la mano invisible de Adam Smith: se siente, pero no se ve. Recuerdo, por ejemplo, cuando -siendo yo un adolescente- el presidente Hipólito Mejía advirtió que -a propósito de una escalada de la tasa del dólar- agarraría la prima del dólar por el pescuezo. A partir de ahí la prima parecía -sin embargo- un globo con helio.

Los mercados no reaccionan bien a planes que supongan reducir impuestos y tomar deuda en un tiempo de inflación. Un plan como el de Truss (recortes impositivos no financiados), basado en déficit, tal vez funciona en una economía del tamaño de la estadounidense, la cual también es dueña de la moneda más fuerte del mundo. Acá la segunda lección: los planes radicales no mezclan bien en tiempos de convulsión económica. De las lecciones referidas sale una lección extra para los políticos de estos tiempos: si piensas implementar un plan radical en tiempos convulsos necesitas una fuerte base partidaria y popular que defienda el plan y que te defienda a ti, porque los actores y las fuerzas del mercado no lo harán.