Un reduccionismo absoluto nos lleva a resumir al Central Park como el pulmón de Nueva York (NY), pero eso ya lo dijimos la semana pasada. Pasear por sus veredas es como salir de la ciudad más cosmopolita del mundo y caminar por un bosque encantado – según el tramo- ajeno a lo urbano. Parecería, quizás, un pequeño país de las maravillas a lo Lewis Carroll, en cuyo honor se levantauna estatua para Alicia,  allí mismo, y que sirve para recordarnos esa infancia de fantasía.

El Central Park está emplazado entre las calles 59 y 110, del sur hacia el norte, y entre la Quinta Avenida y Central Park West (8ª Avenida), del este hacia el oeste. Esto se conoce como el Uptown de Manhattan. Sus dimensiones ya descritas en el artículo anterior suponen 0,8 km de ancho y 4 km de largo; más grande que países europeos como el principado más glamoroso del mundo, Mónaco y la sede papal y Ciudad-Estado de El Vaticano.

El Central Park, que tiene, al este el Upper East Side, al oeste el Upper West Side, y al norte a Harlem, se plantea como una especie de excepción que cumple la regla en lo que viene a ser el más agitado devenir citadino del mundo organizado del occidente aspiracional: NY

Quedar en una de las entradas del parque, que podría ser la esquina sureste, y pasear a la orilla del estanque The Pond, nos retrotrae a alguna escena de película que no logramos recordar. Luego, llegar hasta Gapstow Bridge, acelera el sentimiento de sentirnos dentro de esa película no recordada.

¿Sería un pecado reconocer que no fue posible acercarnos a Bethesda Fountain, la fuente más famosa de Central Park? No fue posible dado el hecho de que la compañía que sufragaba el paseo, no estaba en circunstancias debeberse NY, ni ese ni ningún otro día del periplo. Aquella estatua está coronada por un ángel y situada en un entorno idílico frente al lago del parque, y se quedó sin nuestra presencia; ese día y el siguiente.

En un ejercicio de renuncia continuado,  conocimos solo el entorno y los puntos más importantes de Central.

Quizás no pudimos ver el ángel (no ese día, ni ningún otro de nuestro viaje a NY), pero si pudimos conocer el Dakota e imaginar cómo ese “…ángel pasa bajo un puente, después rodea un rascacielos, Parque Central lleno de gente, no se da cuenta de su vuelo, cuánta utopía será rota y cuánto de imaginación, cuando a la puerta del Dakota las balas derriben a John…” que diría Silvio Rodríguez.

Recrear aquello nos llenó de tristeza, pero la conexión con el genio, aún fuera con ese momento tan penoso y último de su vida, nos hizo sentirnos parte de la historia; aún fuera desde la esquina del Central, entre la escena imaginaria y la pequeña plaza de Imagine.

No fue difícil, aquel día (y todos los otros que visitamos el Central) tararear a coro y con varios desconocidos a las sombras de los árboles de este verano, algo que fuera parecido a “…Imagine all the people Living life in peace…

Volver al Central Park, es motivo suficiente para regresar a NY y poder completar este relato, que hoy y mañana, y por varios días, quedará inconcluso.

Hasta la próxima.