Los cambios de paradigmas globales tienen, necesariamente, un impacto regional y local. La República Dominicana, en esa cohabitación insular, tan intrincada como indiferente con el resto del Mar Caribe, no escapa a los cambios en los sectores de seguridad y defensa.
Lo cierto es que en algo mas de dos décadas, se ha registrado un innegable cambio, y ampliación, de retos y desafíos para ambas estructuras estatales, que han provocado por necesidad, la creación de nuevos paradigmas. Explicado con más sencillez podemos afirmar que el sector defensa, en manos de las Fuerzas Armadas Dominicanas, se ha visto en la necesidad de transformar y enriquecer su estructura y capacidades, para integrarse o dedicarse a tareas connaturales a la seguridad, sin soslayar ni abandonar su carácter misional constitucional de la defensa nacional, esto ha provocado, quiérase o no, un debilitamiento institucional en la Policía Nacional, que, en casi todos, o en todos los casos, dejo perder la oportunidad de renovarse y adecuarse a las tareas y demandas del momento geopolítico.
Otro gran reto ha sido, tanto para la Defensa como para la seguridad, es enfrentar las llamadas, por el consenso de Washington, amenazas transnacionales, tales como el narcotráfico, las bandas criminales, el lavado de activos, los delitos electrónicos, y la trata y tráfico de personas, entre otros.
Por ello se han creado los llamados Cuerpos especializados como apéndices de sus distintas ramas, el ejército de tierra, la Armada y la fuerza aérea. Así, integrados esos cuerpos, con sus excepciones por supuesto, se ha originado, podemos afirmar sin una planificación objetiva, definida y clara, organismos puntuales para atacar distintas amenazas y retos, al clima indispensable de gobernabilidad que necesita cualquier país, para alcanzar su desarrollo sostenible.
El origen de la mayoría de los estados ha sido obra de un ejército nacional primigenio y fundacional, sin entrenamiento ni grandes capacidades, pagado, en el caso nuestro, por el mismo caudillo que lo comandaba, el general Pedro Santana, y que fue a dar la respuesta bélica a la ofensiva militar haitiana. Los ejércitos son padres de los estados en el sentido de que pelean las guerras y campañas de la gran epopeya nacional. Sobresale el caso de México y China, por ejemplo y por citar solamente dos.
Las fuerzas Armadas dominicanas, y específicamente el Ejército han participado siempre en tareas de seguridad y operaciones conjuntas y combinadas con la Policía Nacional. Ejemplo de ello es la creación de la Fuerza de tarea Ciudad tranquila o CIUTRAN, encargada de realizar tareas de servicio en áreas de seguridad ciudadana y prevención del crimen y delito. Se impone, pues, dadas las circunstancias, el establecimiento de una Policía Militar, adscrita el Ejército y con jurisdicción nacional, para el elevado y necesario propósito de integrarse y ofrecer servicios de seguridad ciudadana. Debe ser formada por miembros ya debidamente entrenados en el área de defensa, que se los reenfoque y especialice en tareas de seguridad pública.
Una autocrítica podría ser que esos integrantes de ese cuerpo son enviados a servicio sin contar con la debida formación e instrucción en materia de seguridad. Siendo soldados militares formados e instruidos en el sector defensa, son enviados a esos servicios sin la formación mínima o suficiente para hacer ese transfer de la defensa a la seguridad, por ello se hace necesario elaborar y poner en ejecución un entrenamiento con una malla curricular que les provea las herramientas y capacidades necesarias, para intervenir en las tareas y servicios de seguridad ciudadana.
Los ejércitos y fuerzas militares de todo el mundo son entrenadas y formadas para la eliminación del ENO, del enemigo, mientras que las fuerzas de seguridad son formadas para servicios civiles, donde el ciudadano no debe verse como un enemigo, sino que, en un marco de respeto irrestricto a los derechos humanos y la integridad de las personas, se le debe proporcionar seguridad y servicio. La constitución dominicana provee el carácter misional de ambas agencias, unas en la defensa y la otra en el sector seguridad.
Los mismos principios organizacionales de la doctrina militar occidental son justamente aplicables al sector seguridad: personal, capacidades, planificación, abastecimiento, comunicaciones, etcétera, para el logro y mejor desempeño de las tareas de seguridad ciudadana. Materias que deben ser impartidas son: policiología, seguridad ciudadana, policía comunitaria, Ley 590-16, Manual de uso de la fuerza, código de ética policial, arresto, registro y allanamiento, instalación de dispositivo de seguridad y chequeo, entre otras.
Se debe organizar y fortalecer unidades tamaño brigada, encargadas y entrenadas para estas tareas. Como modelo podríamos emplear, aquí en América Latina y la región, los ejemplos del BOPE de Brasil y de la Policía Militar de Colombia. Brasil, al igual que Estados Unidos, México y Rusia, es un estado federado, Colombia, en cambio, es un estado formado por tres poderes, con la excepción, tal vez única en la región, de que sus fuerzas policiales, pertenecen a las organizaciones de defensa nacional, por la situación de violencia, guerrilla y narcotráfico, que comenzó el 9 de abril de 1948, con el asesinato en Bogotá del más grande líder colombiano de masas, Jorge Eliecer Gaitán.
Esta nueva arquitectura de la defensa y seguridad nacionales, no afectaran la cultura organizacional de las instituciones castrenses, sino que las fortalecerán ampliando sus capacidades de respuesta a demandas de seguridad interior, mientras mantienen su formación y entrenamiento y doctrina, ante el latente casus belli con Haití, que seria necesariamente no convencional, dadas las variadas aristas que inciden en el mismo.
En tiempos de los gobiernos de Joaquín Balaguer, los institutos armados y la Policía Nacional, eran mantenidos divididos y en una suerte de enfrentamiento constante entre los jefes y sus estructuras, como una forma de aplicar el principio de Divide et impera, o divide y vencerás. Un ejemplo palmario fue la renuncia colectiva de todos los jefes de fuerza en repudio o desacuerdo con la designación del Mayor General Neit Rafael Nivar Seijas, al frente de la Jefatura de la Policía Nacional. Balaguer, un caudillo que aprendió con el generalísimo Trujillo, y al mismo tiempo era uno de sus maestros, como un mago de chistera, sacó de dentro de la manga los decretos necesarios para sustituirlos y seguir adelante, vadeando lo que podría ser una grave crisis institucional.
El momento presente, al menos en los últimos más de veinte años, es el de unidad y armonía entre los comandantes de fuerza, la cooperación reciproca y la participación mutua ante los retos que impone el momento y la hora.