Antes de ayer hice acto de presencia en la reunión propiciada por un grupo de activistas sociales, cuyos designios era pronunciarse en apoyo de Miriam Germán a propósito de las amenazas que ella y su hijo han recibido, cuya autoría en realidad desconocemos pero basta la simple existencia del mensaje para generar la alarma nacional que ciertamente ha despertado.

Es justo decir que mi asistencia incluyó, en espíritu y plena convicción, a mis compañeros en la defensa de Cáceres Silvestre y, muy directamente, al mismo imputado cuyas convicciones morales y prácticas religiosas nunca serán divulgadas pero, tampoco apagadas por ningún proceso judicial que se le asigne…él, por su fe en Dios, está por encima de ello y todo lo contempla con la firme convicción de que el Señor está a cargo de todo, así sea lo eliminen, lo entierren, lo condenen a cualquier costo o lo que sea que el mundo decida; su suerte está en las manos de Dios y eso me consta.

El apoyar a Miriam Germán no es un acto de héroes, aunque muchos que lo han hecho ciertamente lo son, tampoco, hablando en primera persona, me quita ninguno de mis defectos y mucho menos debe mejorar la imagen que sobre mí se pueda tener…es un acto de justicia cuyos fundamentos residen en ella, Miriam, y no en los terceros lejanos que nos sumamos a la proclama.

Con ella y los demás procuradores tenemos serias, muy serias diferencias sobre la forma de llevar los procesos, no en sí es bueno o no impulsarlos sino, en el desarrollo de los mismos y al respecto no entraremos en detalles cuya exposición debe hacerse en los tribunales. Pero (y sin fijar nuestra atención en los demás procuradores que por igual la merecen pero, por razones evidentes, no constituyen el objeto de la reunión de ayer ni lo que hoy escribo), resulta INACEPTABLE, MONSTRUOSO y extremadamente REPULSIVO cualquier pronunciamiento amenazante o siquiera sugestivo, en contra de ningún ser humano y, muy particularmente, de MIRIAM GERMÁN y su hijo, cuyo legado de dignidad nunca alcanzaremos y jamás será borrado por actuaciones con  las que diferimos, con razón o sin ella, asuntos incapaces de borrar la amplia estela de decoro, honradez, vergüenza y sobriedad que como tinta indeleble forman parte ya de su historia y legado.

Y sin sentir vergüenza por admitirlo, creo que iguales apelativos descalificantes pudieran merecer pronunciamientos que nosotros mismos hemos hecho respecto de Miriam, en el calor de los juicios cuya temperatura no se reduce por abandonar el plenario; el suscrito, cuyas sólidas  contradicciones jurídicas mantiene, nunca alcanzará la estatura moral ni  profesional para cargar el maletín de esta digna mujer; a lo sumo y si somos medianamente sabios, debemos aprendernos su historia y sobre ella predicar, a nosotros primero y luego a los demás, como ejemplo de que sí se pueden hacer las cosas bien aún dentro de esta profesión y, en tales discursos, hasta incluir los aspectos donde radican nuestras diferencias, no para afectar sus luces hace tanto tiempo ya encendidas, sino como el también necesario ejemplo para el eventual caso de que tuviéramos la razón, de que  también “Los Miriam” pueden equivocarse sin dejar de ser “Germán” pues, tanto como su grandeza profesional y personal,  siempre será un ser humano, muy superior a la generalidad pero, indefectiblemente, un ser humano cuyas laderas nunca alcanzarán sus cumbres y que hasta equivocándose tendrá mucho que enseñarnos a los que aspiramos, inútilmente, escalar hasta la mitad de su cúspide.

Que Dios te bendiga Miriam, a ti y los tuyos, y nunca dejes de recordar que tu suerte está en Sus Manos y qué bueno que sea así…ningunas otras serán más seguras.

(*) El autor es Miembro del Consejo de Defensa de Adán Cáceres Silvestres