He publicado algunos artículos donde expongo el respeto que debemos tener por los derechos de los animales; en ellos destaco la falta de conciencia y educación que esta sociedad tiene acerca del tema, y, sobre lo que son los animales, su sensibilidad, sentimientos y vulnerabilidad.
Esta vez me sentí motivada a escribir porque he visto a personas expresar su rechazo por los animales que se acercan a sus hogares; los tratan como intrusos que deben ahuyentar, hasta llegan al maltrato para lograrlo, sin pensar por un momento que a estos seres también la tierra les pertenece y hemos sido nosotros los responsables de su sufrimiento: soledad, hambre, sed, frio, dolor.
Los hemos desalojado de su ambiente natural, los hemos domesticado, ¿en dónde se supone deben vivir?, ¿a quien deben acudir para suplir sus necesidades? Paradójicamente, fueron ellos de los primeros organismos vivientes que habitaron el planeta.
De acuerdo a los científicos, la existencia de los primeros organismos en el planeta data de 4.000 millones de años, y hace solo cerca de 2.5 millones de años apareció el homo sapiens, pudiera decirse humanos arcaicos. Entre esos organismos o seres vivos están los animales, lo que hace suponer que ellos habitaron la tierra mucho antes que los humanos.
El hombre en su necesidad de dominar y expandir su dominio extinguió primero a los animales gigantes (existe otra teoría al respecto), a especies más pequeñas, parte de la flora, y domesticó otra parte de los animales.
Entre los animales domesticados están las caballos, vacas, asnos, cerdos, ovejas, gallina, perro, gatos, etc.., desde su existencia el ser humano ha tenido un antagonismo con los animales, fueron estos unos de sus objetivos a vencer, en parte para garantizar su supervivencia y en otra por su crueldad natural.
En el proceso de desplazamiento y domesticación los animales han pasado por un gran sufrimiento. Yuval Noah Harari en su libro “Sapiens: De animales a dioses” plantea que “La domesticación de los animales se basaba en una serie de prácticas brutales que con el paso de los siglos se hicieron todavía más crueles”. “El transporte, la labor de la tierra, moler el grano y otras tareas que hasta entonces realizaba el vigor humano eran llevado a cabo cada vez más por animales, apareció un nuevo tipo de sociedad en algunos lugares, basada principalmente en la explotación de los animales”.
Continua diciendo este autor que “Lamentablemente, la perspectiva evolutiva es una medida incompleta del éxito. Todo lo juzga según los criterios de supervivencia y reproducción, sin considerar el sufrimiento y la felicidad de los individuos”.
Para someter a los animales el hombre ha quebrado sus instintos naturales, sus lazos sociales con los iguales, su libertad y su sexualidad. Encerrándolos, enjaulándolos, embridándolos, adiestrándolos con el látigo, la puya y la mutilación. Miles, millones de años han transcurrido y para los animales poco ha cambiado, no hemos aprendido que dominar no es sinónimo de maltrato. Todos debemos ser responsable por el bienestar de los animales.
Viajar por las carreteras se supone debe ser algo relajante, pero en este país, por lo menos para mí, es de mucho sufrimiento e impotencia; nunca he realizado un viaje donde no me encuentre con cinco o más perros muertos por atropello, otros olisqueando a la orilla de la carretera tratando de encontrar que comer y con una apariencia cadavérica.
Es que tantos miles de años no nos han hecho reflexionar, salvo a un grupo que son las excepciones, acerca de la vida y el sufrimiento de los animales. Muchos aman a sus mascotas, pero no dan un paso más allá para contribuir con el bienestar de los animales desamparados. Hace poco en el lugar donde nací la muerte de un pollo, para mitigar el hambre, provocó la matanza de cinco hermosos perritos, inteligentes y cariñosos. Hasta cuándo seguiremos siendo la especie más mortífera y despiadada del planeta. Alguna vez el mundo tendrá que pagar las consecuencias de su indolencia e indiferencia.