En América Latina 21 presidentes en nueve países han sido acusados, condenados o han estado encarcelados por corrupción. En Brasil, Lula da Silva y Dilma Rousseff. En Costa Rica, Luis Guillermo Solís. En Ecuador, Bucaram, Mahuad y Correa. En El Salvador, Flores y Saca. En Guatemala, Portillo y Pérez Molina. En Honduras, Callejas y Lobo. En Panamá, Martinelli y Varela. Cartes, en Paraguay. En Perú, todos los que han sido presidentes desde Fujimori, es decir Toledo, García, Humala, Kuscinzki y Castillo. Actualmente están en la cárcel Fujimori, Toledo y Castillo. Alan García se suicidó.
En nuestro país el único que ha sido sometido a la justicia y encarcelado muy injustamente fue Salvador Jorge Blanco en 1987 por órdenes de Joaquín Balaguer. Acusados, pero sin condena están la Kirchner de Argentina y Uribe de Colombia.
En cuanto a la reelección esta es permitida en forma indefinida en las dictaduras de Nicaragua y Venezuela y también en Bolivia. La reelección consecutiva, pero con limitaciones, existe en Argentina, Brasil, Ecuador y República Dominicana.
Más limitativa es la reelección no consecutiva, es decir que un presidente en funciones no puede ir directamente a la reelección. Es esta la situación en Chile, Costa Rica, El Salvador, Panamá, Perú y Uruguay. Totalmente prohibida está la reelección en México desde aquel famoso grito de Benito Juárez “sufragio efectivo no reelección”. Está prohibida en Colombia (desde el 2015), Honduras, Paraguay y en la Guatemala donde hoy día tratan de impedir que el hijo de Juan Arévalo pueda ir a las elecciones.
La reelección, que no es intrínsecamente mala, ha sido muy común tanto en Latinoamérica como en Europa. Desde 1959 se han reelegido Carlos Menem y la Kirchner en Argentina. Lula da Silva en Brasil, Paz Stenssoro, Sánchez de Lozada, Siles Suazo y Evo Morales en Bolivia; en Chile la Bachelet y Piñera; en Costa Rica Oscar Arias; en Colombia Uribe y Santos; en Ecuador Correa. En Perú Belaúnde Terry y Alan García. En República Dominicana Leonel Fernández durante tres mandatos, 1996, 2004 y 2008. En Uruguay Sanguinetti y Tabaré Vásquez y en Venezuela Caldera y Carlos Andrés Pérez.
En la República Dominicana en 1993-94 los partidos políticos pactaron un acuerdo bajo el cual se establecería el requisito de un 45% y de no obtenerse ese porcentaje se tendría que ir a una segunda vuelta. En las elecciones de 1994 Peña Gómez sacó más de un 45% y por eso Joaquín Balaguer sometió al sumiso Congreso una modificación constitucional para subir ese tope de un 45% a un 50%. Desde entonces no ha tenido lugar una segunda vuelta pues en las elecciones del 2000 Hipólito Mejía sacó un 49.8%, es decir que no llegó al 50% requerido por lo que necesitaba una segunda vuelta. El que quedó en segundo lugar sacó un 24.9%, es decir una diferencia de también 24.9%. Danilo Medina trató de pactar por segunda vez el Frente Patriótico con Balaguer, pero este rehusó, por lo que Medina concedió evitándose esa segunda vuelta.
En el 2024 ¿el que quede en segundo lugar, pero con una desventaja muy grande hará lo mismo? Eso nos evitaría una traumática y costosa segunda vuelta. El que quede en segundo lugar, desprendimiento del PLD, es decir La Fuerza del Pueblo, tal vez pensaría en pactar con el que quede en tercero, el original PLD, pero eso luce difícil.
En la reciente encuesta de Latinobarómetro se preguntó: “¿Con cuál de las siguientes frases está usted de acuerdo?: la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobernar; en algunas circunstancias un gobierno autoritario puede ser preferible a una democracia; a la gente como uno nos da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático”. En toda la región la débil respuesta fue que un 48% opinó que la democracia era preferible y entre los dominicanos la respuesta también fue un débil 48%. Y es que según las encuestas realizadas por Mark Penn en nuestro país ya un 30% de los votantes se declara independiente, es decir, que no simpatiza con ningún partido político. Cuando Penn comenzó a encuestar aquí en 1981, en tiempos del “jacho prendío”, “el gallo colorao” y “la dictadura con apoyo popular”, apenas un 7% se declaraba independiente. Esas encuestas también reflejan la impopularidad de los partidos políticos y, peor aún, entre la juventud esa proporción es más alta.
Además de los partidos políticos nuestros líderes políticos también son mal vistos. Cuando se preguntó si se simpatizaba o no con una veintena de candidatos políticos apenas dos, Luis Abinader y David Collado quedan con una simpatía favorable neta. Dos candidatos importantes para el 2024, Leonel Fernández y Abel Martínez, tienen una simpatía neta negativa. Nuestro Congreso Nacional también es visto en forma negativa.
Pensamos que la tendencia a favorecer a regímenes de fuerza coincide en la región y en nuestro país con la gran preocupación por la delincuencia, ligada al tráfico y consumo de drogas. Actualmente el tema de la delincuencia es visto como uno de nuestros principales problemas ya que esto ha surgido en las recientes encuestas, pues antes predominaban las preocupaciones económicas, como la inflación y el desempleo. Bukele en El Salvador quien, según la revista “The Economist”, se auto denomina “el dictador más cool del mundo”, es un ejemplo de cómo la lucha contra las bandas y las drogas hacen popular a los políticos. Si la reforma de la Policía Nacional es efectiva puede ayudar al presidente Abinader a conseguir votos.