Nuestra clase política, que es la que detenta en conjunto el poder, con igual naturaleza y muy bien definida, está profundamente comprometida en todo lo que ha pasado con el robo inmenso al tesoro nacional. Todos los partidos políticos del país, con escasas excepciones, son copartícipes de esta gran estafa. Asimismo, muchos de los políticos de los últimos 20 años son culpables de una u otra forma, es decir por la comisión del delito en sí o por no hacer nada, que es casi lo mismo y especialmente en un político. Increíblemente la población le dejó a estos grupos, de tan pobres valoraciones morales, las deliberaciones de la república.

Es cierto, la corrupción administrativa viene de muchos años atrás, pero en este período mencionado se perdió el control totalmente. No se habla de algunos millones de pesos que se han perdido entre las garras de esta corruptela, se habla de muchos miles de millones, que han engrosado aceleradamente la deuda pública de la nación. Nunca en la historia del país se había visto este desbordamiento del robo público como en este tiempo. Caímos en manos de un pelotón de gavilleros que salvajemente han fusilado nuestras instituciones para poder hacer todo esto.

El pueblo dominicano, lleno de asombro y desconfianza, ve con agobio lo que ha hecho este grupo de “políticos” con su desmoralizante influencia para que la impunidad cubra toda esta pestilencia que de lejos se advierte. Su falta de escrúpulos es lo que ha corrompido todo el Estado en perjuicio de la inmensa mayoría y parece que al hacerlo no piensan en lo absoluto en su país. Porque en un país que se ha llegado a este nivel de descomposición cualquier cosa podría suceder, y obviamente no sería nada bueno.

¿Como pudo la corrupción alcanzar estos niveles? Bueno, la verdad dolorosa y perturbadora es esta: el Estado fue asaltado por un grupo de hombres sin moral y sin integridad alguna, que han perjudicado mortalmente el presente y el futuro de la república. Se creó, intencional y premeditadamente, una estructura de impunidad y esto motivó el desenfreno.

El gran diseñador de ese entramado fue Leonel Fernández, que con su manera convincente de plantear las cosas, aunque falsas, indujo al país a apoyar su supuesta “visión de futuro” para hacer una reforma que lo que iba a lograr era favorecerlo en sus ansias de poder que era, entre otras cosas, lo que buscaba ulteriormente.

Edgar Allan Poe escribió en uno de sus libros: “Las palabras no tienen el poder para impresionar la mente, sin el elaborado horror de su realidad”.

Logró también el control del sistema judicial haciendo al procurador general de la República, quien es nombrado por el Poder Ejecutivo, miembro del Consejo Nacional de la Magistratura para de esta forma incidir en la selección de los jueces.

Además, nombró a partidarios políticos como presidente de la Suprema Corte de Justicia y como  jueces en la Sala Penal de ese mismo tribunal que es a donde llegarían los casos de corrupción.

En adición formó las Altas Cortes con las que completaba su estructura de protección. El ex presidente Fernández en su complejo delirio lleno de hipocresía, se atreve a decir que él defiende la institucionalidad y la democracia. Está demostrado que haría cualquier cosa para hacer lo que más le convenga, incluso ir contra toda razón que pudiera beneficiar a nuestro país. Si sus intenciones hubieran sido buenas, nuestro futuro también hubiera podido serlo.

Danilo Medina siguió con el mismo estilo, solo que mucho más burdo y descarado. Es obvio que todo esto indica que realmente la alta dirigencia del PLD no tenía ninguna formación moral y carece de los valores éticos fundamentales como el sentido de justicia, la honestidad, la responsabilidad y la virtud cívica, que fueron atributos reconocidos de su líder el profesor Bosch. Nadie podría decir que algún miembro del comité político del PLD no participó grandemente de esta masacre financiera a la nación, que ha dejado como resultado una deuda pública inmensa y sumamente pesada. En esto participaron tecnócratas y algunos empresarios. Pero peor aún, colaboraron también las directivas de otros partidos que fueron prácticamente corrompidas por estos dos ex presidentes marrulleros, aunque evidentemente ellos se dejaron corromper mostrando con esto su alejamiento absoluto a los principios de buen gobierno, que es lo que debe hacer un partido en la oposición.

La alta dirigencia de los dos grandes partidos del país en ese período, cedieron a la tentación de participar en un festín con dinero público. Dos presidentes del PRSC y una buena cantidad de supuestos dirigentes sucumbieron; hubo un desaprensivo que llegó a decir que donde Danilo Medina pisaba él ponía la cara, una especie de Atila moderno pero en extremo diferente, despojándose voluntariamente de su dignidad.

Por su parte el PRD y su último presidente hicieron lo mismo, lográndose la desintegración de esa organización de la que solo queda el caparazón y el nombre.

De este surge el PRM que parece que enfrentará, al casi llegar a sus dos años de gestión, una situación muy difícil de gobernabilidad por los acontecimientos más recientes, al rebelarse los montos astronómicos de la corrupción, que ya muchos sabíamos pero finalmente fueron expuestos de manera pública. Lo peor es que no hay nadie sometido aún, como si hubiera un autorizado invisible protegiendo estos ladrones. Esto no es tolerable y alguien tendrá que hacer algo.

Triste y desafortunadamente para el país, esto es lo que ha sucedido.

¡Qué horror!

P. D. :  Parecería que lo único que le  queda al pueblo dominicano es deshacerse de un buen grupo de ellos, quizá metiéndolos en un cajón, poniéndole una cadena con candado y tirándolos al olvido.