El último Sordello no solo se adentra en las tensiones ideológicas que marcaron el siglo XX, sino que también critica a través de Pound cómo el materialismo y el poder económico influyen en la política y el arte: “La democracia había sido secuestrada por las ganancias y los bancos”, sostiene. “[E]l dinero se había convertido en un obstáculo a nuestra libertad. Hoy todos se inclinan ante [él]”. (97) En este contexto, el dinero, es descrito como "excremento del diablo" por Giovanni Papini, nos dice el autor. (Ibid.) La crítica al materialismo moderno con semejante metáfora coprológica refleja cómo las ideologías políticas no solo corrompen la cultura, sino que también están estrechamente ligadas a los intereses financieros que han moldeado los eventos históricos más cruciales, como la Segunda Guerra Mundial. En su crítica a los sistemas de poder, el novelista vincula las luchas culturales con la necesidad de resistir la voracidad del materialismo que diluye las tradiciones y valores esenciales de cada nación.
Al explorar la figura de Pound, Núñez narra las contradicciones del poeta. Como hemos dicho, apoyó el fascismo. Además, el autor muestra cómo estas tensiones ideológicas afectan al intelectual, el cual está atrapado entre la pureza del arte y las manipulaciones del poder. “Usted, Ezra, se ha olvidado del mundo real”, le dice Benedetto Croce, el personaje creado por Núñez inspirado en el pensador italiano. “Lo ha suplantado con un mundo ficticio, que compagina con sus ideas”. (65) La corrupción del arte por el materialismo y la política es un tema recurrente en la novela. Esto subraya la crítica de Núñez al impacto de las ideologías, las cuales han erosionado la cultura y la libertad individual.
Con una narrativa intertextual y reflexiva, como las alusiones a Juanita Morel y al siquiatra Zaglul, a nuestro juicio Núñez proyecta sus propias luchas internas como intelectual, en su defensa de la cultura dominicana. Esto no solo se refiere al avance de la migración irregular haitiana en suelo dominicano, sino también a la ideología del extremismo negro que intenta justificarla. Al igual que Pound fue el "último Sordello", en términos analógicos, Núñez sería el último defensor de su cultura. Tamaña idea de sacrificio, que tira casi a lo heroico, está presente en su ensayo El ocaso de la nación dominicana (1990).
El novelista nos advierte sobre la amenaza que representa el influjo externo y la pérdida de dicha identidad cuando menciona a Verdi. “No tenía en su mente a los hebreos, ni los jardines de Babilonia, ni el caudaloso Éufrates. Todo eso no es más que un disfraz” (37), dice, al referirse a la ópera Nabucco y los Coros de los esclavos hebreos. Para él, esta obra no era sobre los hebreos, sino sobre los italianos. Más aún: para Pound, la ópera debía ser el himno de Italia. “El Estado italiano desapareció”, dice. “Se disolvió el ejército […]. No había honor. No había patria. El Rey había tomado las de Villadiego […]. Quería salvar lo que quedaba de Italia. Yo era consciente de mi culpa [la de mi traición a los Estados Unidos]. Sentí una inmensa desolación. Me dije voy a hundirme con el barco. Me entregué a los partisanos. Luego entregado al Ejército estadounidense. Y me encerraron en la jaula del gorila en Italia”. (87) En cambio, en un plano similar, como hemos mencionado más arriba, para nuestro novelista Pound sería el disfraz detrás del cual se oculta en su resguardo de lo que entiende como grandeza del legado cultural de la España colonial en la historia dominicana.
Visto en perspectiva histórica, la ruina del Estado italiano muestra que la unificación propuesta fue una farsa. Fue un proceso de carácter masónico, cuyo objetivo fue eliminar los distintos estados, especialmente el Reino de Nápoles, que obstaculizaba los intereses ingleses en el Mediterráneo. También se buscó debilitar el poder de la Iglesia. El sur de Italia fue subyugado por el norte y tratado como territorio conquistado. La creación de los estados nacionales, impulsada por el proyecto masónico de la Revolución Francesa, destruyó lo que quedaba de la hegemonía cristiana. Esta hegemonía era la base de la cultura europea heredada del mundo clásico. Hoy en día, esta cultura está bajo constante asedio de la ideología izquierdista light –que de light no tiene nada–, con su cultura woke y de la cancelación.
En rigor, no creemos que pareja revolución haya sido el evento liberador con que siempre se ha vendido y empaquetado. Lo vimos en las contradicciones de sus ideales en las colonias francesas en América, como lo recoge Carpentier en El siglo de las luces, donde el lema de Libertad, Igualdad, Fraternidad terminó siendo solo una proclamación teórica. El problema es que rara vez se estudia el pensamiento de quienes se opusieron a ella. Un claro ejemplo es William Blake, quien al principio la apoyó, pero luego la denunció al ver sus excesos. Como es bien sabido, las revoluciones siempre terminan devorando a sus propios hijos. En Italia, fue solo el fascismo, pese a sus contradicciones, el que dio a los italianos un sentido de pertenencia a una nación con una visión de futuro digno de sus tradiciones. (Véase 25) Sin embargo, el destino final de esa ideología es ampliamente conocido, en parte por la oposición de otros estados y en parte porque sus ideales fueron reducidos a un mero espectáculo. El éxito de ese proceso es comparable al del mercantilismo. Manuel Núñez, un tanto retrógrado en términos de conservadurismo, ha mantenido siempre la opinión de que hay que alinearse con esa teoría económica; no obstante, parece no percatarse de sus evidentes contradicciones.
De esta forma, el novelista se aleja de la visión idealizada de las revoluciones nacionales. Subraya que, aunque el fascismo fue una ideología contradictoria, ofreció a Italia un sentido de unidad y pertenencia que otras ideologías no lograron. Las revoluciones, como hemos dicho, a menudo se vuelven contra sus propios artífices; y la de Francia, no iba a ser la excepción. El fascismo, con todas sus fallas, pudo haber sido un intento de recuperar las raíces y tradiciones perdidas. La crítica a la modernidad es central en el pensamiento de Núñez. Como intelectual conservador, preocupado por las raíces históricas y culturales de su país, advierte en esa ideología política una visión de futuro que contrasta con la descomposición del orden tradicional.
En resumen, El último Sordello de Manuel Núñez ofrece una reflexión profunda sobre la relación entre arte, política e ideología en un contexto histórico marcado por contradicciones y tensiones. A través de la figura de Ezra Pound, el autor no solo examina los peligros de los compromisos ideológicos, sino también la lucha del intelectual por mantener la pureza del arte y del ideal nacionalista en un mundo cada vez más influido por el ideal izquierdista, el poder globalista y su materialismo. La novela se transforma, por lo tanto, en una reflexión sobre la modernidad, mientras nos incita a replantear el valor de la identidad cultural y la resistencia ante los embates de un sistema globalizador que pone en peligro las raíces tradicionales. En última instancia, la obra de Núñez no solo es un análisis de un personaje histórico como Pound, sino una reflexión sobre el destino de las naciones y su cultura ante el influjo de las ideologías políticas.
Ezra Pound en el hospital St. Elizabeths en Washington, D.C.