En 1967 retorné al país ya graduado de Ingeniero Mecánico Administrador del TEC. Me incorporé al cuerpo docente de UCMM siendo don Héctor Incháustegui Cabral “Escritor Residente”,en los  años subsiguientes, antes de marcharme a Inglaterra en 1970 a cursar una Maestría mantuve innumerables y extensos diálogos sobre literatura con don Héctor. Comentando de escritores mexicanos y de mi preferencia por el autor Carlos Fuentes me narró su trato con el autor, cuando fungió de embajador dominicano en México, y Fuentes entonces muy joven don Héctor lo estimulaba a seguir los mandatos de su vocación de escritor, contraviniendo indicaciones del papá de Carlos de estudiar derecho, graduarse y trabajar de abogado para influir positivamente en la sociedad mexicana de aquella época, pues, en aquellos tiempos, ser escritor no garantizaría percibir emolumentos para cubrir el modus vivendi de alguien de su condición social.

 Siendo embajador dominicano en Estados Unidos, coincidí con Fuentes, en 1985, en Washington, en una charla suya, relacionada con un concurso literario en que participaron jóvenes latinos con vocación de ser escritores que vivían en Estados Unidos. En nuestra conversación le comenté a Fuentes que había tenido el honor de participar con don Héctor en labores académicas en UCMM. Visiblemente emocionado Carlos dijo: ¡Oh, que grato es oír el nombre del embajador Incháustegui quien siempre me estimuló a seguir mi vocación para convertirme en escritor!

Durante su charla  Fuentes expresó que él era producto del sistema educativo público de Estados Unidos cuando el “New Deal” de Roosevelt, que, con esa formación él pudo convertirse en un  escritor en inglés pero decidió escribir en el  lenguaje de Cervantes, Lope de Vega, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Góngora y Quevedo. No obstante, luego de ser un destacado escritor en español Fuentes escribió en inglés su obra “The Old Gringo”, un éxito de librería llevado al cine en una película protagonizada por Gregory Peck, amigo íntimo de Fuentes.

Don Héctor fue asistente personal del presidente del Triunvirato, Donald Reid Cabral. Luego de cambios políticos en nuestro país fue nombrado por  Raúl Leoni, presidente de Venezuela, como su asistente personal y su redactor de discursos. Ante esa situación Manuel José Cabral, formado en Harvard, primigenio e indiscutible tronco de las ramas académicas de  UCMM  conversó con  Donald para averiguar el paradero de don Héctor. Ubicado don Héctor, Manuel José, consciente de que la presencia de él fortalecería el staff académico y cultural en UCMM, luego de lograr las aprobaciones internas de lugar, llamó a don Héctor a Caracas para indicarle que él haría un gran aporte a  UCMM y al país ocupando el puesto de “Escritor Residente”, similar al que desempeñó Bosch en la Universidad de Puerto Rico durante su último exilio, luego de su derrocamiento.

Ya en UCMM don Héctor y su inseparable esposa, “doña Candita” residieron en el paradisíaco campus  en una de las acogedoras viviendas reservadas para ejecutivos y profesores extranjeros, convirtiéndose, don Héctor, en cabeza del valioso Centro de Estudios Dominicanos fungiendo de editor de valiosas obras enriquecedoras de la bibliografía dominicana. Ascendido a Vicerrector Académico pasó a desempeñarse como uno de los asistentes del presidente Antonio Guzmán. Su muerte, a  temprana edad, le sorprendió ocupando esa prestigiosa posición. Estas notas rinden culto a su humildad y generosidad prestándole  atención a todo aquel que se acercaba a abrevar de su  sapiencia.

En adición a los valiosos aportes intelectuales de don Héctor a UCMM se encuentra otro, poco conocido, no vinculado a la parte intelectual, puesto que, gracias a sus valiosos contactos con prestantes personajes don Héctor sirvió de vínculo para que la Corporación de Fomento Industrial otorgara a UCMM el uso y usufructo de equipos y Maquinas-Herramientas propiedad de Fomento que llegaron acá  durante el gobierno de Bosch para crear Escuelas de Formación Laboral Acelerada. Tuve la oportunidad de acompañar a don Héctor en esas gestiones como Decano de la Facultad de Ingeniería  cuando se creaba la Escuela de Técnicos Medios de esa Facultad. Esas maquinarias y equipos han servido para preparar cientos de Técnicos Medios y Tecnólogos en Producción que laboran en múltiples empresas del país.

La  humildad de don Héctor se evidenciaba, como en todo gran ser humano, en la cálida cercanía con que recibía a jóvenes aprendices de escritores y a todos aquellos que como yo, hoy octogenario, joven atrevido entonces, buscábamos abrevar en su manantial de sabiduría, adentrándonos a escudriñar más profundamente en ese legado inconmensurable, “De Literatura Dominicana Siglo Veinte” y “Los Dioses Ametrallados”.