-Porque: “Un signo de inteligencia es el reconocimiento de la propia ignorancia”.
-Quítale a un hombre vulgar la mentira de la que vive y le quitarás la poca felicidad ue le sostiene.
- Ibsen.
La Cámara de honorables aprueba el proyecto de ley destinado a convertir en municipio del distrito municipal de tal o cual lugar. El leer esto no es cosa rara, por lo continuo, pero que, además, es “legal”, pero no justo. Y lo primero lo es porque los mismos que aprobaron ese proyecto son los mismos que elaboraron la ley para manipular la Constitución y justificar ese reparto del territorio nacional por parcelas, por lo cual, cada vez que hagan esto, será legal, pero nunca justo, tal y como lo es la repartición del erario, que hicieron por cada voto obtenido en las elecciones, que es “legal” pero, por igual, abusivo e indelicado. ¿Alguno de los nuevos propondrá detener estas y otras tantas barbaries amparadas en una “cracia-demo”?
Estos señores, son los mismos que durante décadas, han despotricado contra las acciones de Trujillo, pero, son pocas las cosas que no ejecutan igual o peor como si fuese él mismo, donde hasta el lobismo en el extranjero, han seguido los pasos del tirano pero, envuelto en truchimana democrática, donde están más que expuestas las llevadas a cabo por legisladores extranjeros que hasta supuestamente son “dominicanos”, en favor de reales delincuentes con saco y corbata, que lograron la reintegración de la visa a uno de ellos, experto en el negocio del trasiego, tanto de personas como de la “cosa aquella” y que muchos lo conocen como AA (agua por delante y agua por detrás), pero, así son las cosas de una gran mayoría de “honorables”.
Cuantos santurrones de la democracia, se han cuestionado o han hecho público su creencia, sobre el por qué son tan ridículas y especiales las leyes que supuestamente tienden a castigar a los políticos, cuando ejecutan alguna fechoría, estando estas llenas de vericuetos y privilegios que simplemente asquean y los hacen intocables por la justicia. Y es que les ponen a sus “leyes” más cabezas que Medusa, donde hasta reconocidas pécoras, han y son intocables, pese a todas las indelicadezas que han cometido. Han llegado hasta incluirse en la misma Constitución, esa que, ante ella, supuestamente, todos somos iguales, aunque en la realidad, esto no es así. La razón es simple, aunque compleja y, consiste en que ellos mismos son los que hacen esas leyes exclusivas y el pueblo se las acepta de manera supina.
Muy cerca está, que desde el otero donde privilegiadamente laboran los “honorables”, nos encontremos con caras nuevas, pero, sin que, hasta el momento, hayan presentado siquiera la intención de hacer un giro total de los comportamientos que han exhibido a quienes sustituirán. Presentará alguno de los “nuevos” algo novedoso que lo haga salir del montón, como sería aglutinarse para cambiar sus irritantes privilegios; para cambiar en muchos aspectos, como sería detener y limitar a dos o tres partidos políticos, es decir, que ponga fin a la proliferación de esos adefesios, parásitos, creados solo para satisfacer ambiciones particulares; para detener la división territorial; para abolir una de las cámaras y crear una sola con dos representantes por provincias; para revisar la absurda, perversa e indelicada ley de los hidrocarburos; para abolir los organismos inoperantes dentro del Estado.
No sería alocado aspirar a esto, pero, ninguno se ha manifestado sobre algo o ha dado muestra de que en realidad aspira a ser diferente, por tal razón, todo lo antes expuesto, cae completamente dentro de mis utopías. Pero, aun así, desearía que alguno me sorprendiera, aunque me provoque un patatús. Por igual, reconozco, que estamos viviendo la época de los derechos y la ausencia de los deberes, principalmente para los políticos y los pobres padres de familia, ya que, al parecer, para ellos, no hay régimen ni consecuencias por sus indebidos actos.
Por eso, ante este sunami que va in crescendo como fuego voraz, azuzado por el irresponsable accionar político, solo atino a decir como Frankz Kafka: “Me avergoncé de mi mismo, cuando me di cuenta de que la vida era una fiesta de disfraces, y yo, asistía con mi rostro real”. ¡Sí señor!