Lo que hoy día llamamos mundo global estuvo estructurado en épocas anteriores sobre un orden rígido donde el poder recaía en lo militar, en la economía, en lo industrial y en otras distintas formas de esquemas de pensamiento, las cuales sirvieron de diseño de dominación de algunas naciones.
La Segunda Guerra Mundial es el ejemplo más contundente si tomamos en consideración la casi total ruina de Alemania por parte de Rusia y los aliados (Reino Unido y los Estados Unidos). Desde entonces, cuando nos enfrentamos a la realidad de ese mundo global, como lo han denominado los países de Occidente, las Naciones Unidas y los dueños de los capitales a nivel mundial, se suele argüir de que hay una agenda sobrecargada en la que está en curso una tercera guerra, esta vez nuclear.
Con ello se ha montado la farsa de que la guerra entre Rusia y Ucrania podría extenderse y desencadenar un conflicto bélico aún mayor en toda Europa, y arrastrar también en el conflicto a Estados Unidos y China, cuando de lo que se trata, –es la intención de Putin– es de adueñarse de una parte considerable del territorio de Ucrania, sobre todo la que tiene la producción agrícola y recursos mineros, para fortalecer la subsistencia de la población rusa.
Y, con esos fines, su gran aliado es China, con quien tiene jugosos negocios relacionados con el gas y el petróleo utilizando estrategias geopolíticas para infundir miedo a Estados Unidos y a las naciones de Occidente. Con claridad meridiana ponen de manifiesto su poderío económico y militar, lo cual origina alteraciones psicológicas en los grupos humanos. Sus esquemas, por tanto, forman parte del absurdo del que hablaba el pensador existencialista Albert Camus.
Con el trauma producido por la Segunda Guerra Mundial, las naciones derrotadas (Alemania, Japón e Italia) tuvieron que emplearse a fondo para reprogramar sus esquemas productivos, ampliar las redes eléctricas y la construcción de presas, cubrir la demanda de fármacos, de alimentos y equipos.
A partir de ese conflicto bélico, ningún líder político de ese momento alardeaba con volver a provocar una Tercera Guerra Mundial. Vimos pues, cómo, a partir de ese momento, todas las ideologías sufrieron cambios y colapsos en su metodología, y cómo surgió un nuevo tipo de sistema económico denominado neoliberalismo que sustituyó en gran parte a las estructuras del capitalismo.
A partir del final de la Guerra Fría, como he señalado anteriormente, todas las ideologías perdieron fortaleza y con ello se impuso el poder de los grupos económicos como es el caso de Estados Unidos, Reino Unido y China; en cambio, para Alemania, Japón e Italia, que habían participado aliados en la Segunda Guerra Mundial, su proceso de reconstrucción fue más complejo y tedioso por la escasez de recursos económicos y de materias primas.
Cuarenta años después de este conflicto armado, surgió la teoría del neoliberalismo por iniciativa de George Bush (padre) y Margaret Thatcher, lo que permitió la dinámica económica a nivel global propiciada por los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, entre otros.
Al concluir la Guerra Fría, la industria bélica disminuyó considerablemente. Mientras, por otro lado, se originó la idea de los conflictos nucleares como una forma de asegurar las grandes potencias sus intereses e intimidar a sus contrarios.
Soy escéptico en cuanto a que el mundo se encuentra al borde de una catástrofe nuclear, porque las potencias no van a arriesgar sus enormes riquezas en un conflicto de esa naturaleza, según han afirmado algunos pensadores y analistas modernos.
Entendemos que, por el momento, es difícil que se produzca un cataclismo nuclear como efecto de la guerra entre Rusia y Ucrania, aun cuando la era de la inteligencia artificial está provocando un abanico de situaciones políticas y económicas a los Estados y naciones globales, contraviniendo las políticas de poder que habían regido el mundo por más de cien años, con un nuevo formato impuesto con mucha fuerza por la era de la inteligencia artificial que ha tomado por asalto el control de la información.
En realidad existe una falsa propaganda política a nivel global de esa posible tercera guerra nuclear, tomando en cuenta que, de producirse, China sería la nación más afectada pues controla la mayor parte del comercio mundial.
Sin embargo, no deja de preocuparles a las naciones más ricas del mundo la propaganda puesta a circular de esa supuesta tercera guerra nuclear, lo que afectaría considerablemente a los pocos idealismos que quedan, amenazados por la era de la inteligencia artificial y de paso a la “conciencia absoluta” de los grupos humanos a la que se refería Bertrand Russell en su obra Historia de la filosofía occidental.
A pique también se ha ido el método científico que permitía el libre tránsito de las ideas, porque la era de la inteligencia artificial se enfoca más bien en el control de la información como arma poderosa para imponer conductas y patrones a los sujetos colectivos.
A manera de ejemplo tenemos la experiencia directa de los individuos, la que pronto pasó a un segundo plano con la era de la inteligencia artificial, mediante los mecanismos de las imágenes de la videoconferencia, las compras en línea –donde la imagen del sujeto no aparece en los celulares computadoras y tabletas; por su parte, han tomado una dimensión muy alta las redes sociales en las que un sujeto puede controlar u oponerse a las decisiones de los Estados y de los gobiernos a través de Google, WhatsApp, correo electrónico, YouTube, Instagram, Twitter, Facebook, Telegram, entre otras, las cuales ofrecen noticias instantáneas en cuestión de segundos o minutos sin importar la lejanía de un país o de una aldea, y donde se cuelan las mentiras y las manipulaciones.
Si algo malo tiene la era de la inteligencia artificial es que no les permite a los millones de estudiantes del mundo reflexionar y sintetizar con exactitud las respectivas materias escolares, porque sus mentes están concentradas en los videojuegos. De esto tampoco se escapan los adultos: profesores, escritores, empleados y obreros, quienes no son capaces de prescindir por unas horas del celular, la computadora y la tableta, por el deseo de observar imágenes y enterarse de hechos ocurridos al instante para comentarlos con sus amigos y familiares.