La obscenidad es parte del contenido que se muestra en las redes sociales; para hacerlas más rentables. Cada vez más las sociedades han comenzado a normalizar conductas que antes eran consideradas obscenas y las plataformas sociales son literalmente responsables de esta exposición sin censura. La RAE define obsceno a lo “Ofensivo al pudor o a la moral sexual. Así como de lo “escandaloso o repulsivo desde el punto de vista moral”.

Logrando así, una búsqueda casi obsesiva a materiales sin contenido, como figura dominante de una sociedad que se alimenta de los mismos. Y que se denomina ciberadicción: trastorno a la exposición constante de imágenes y contenido violento. Que se caracteriza. “Por la pérdida de control y la dependencia a los mismos”. Pero esta cultura del entretenimiento basura ha llevado al límite a aquellos principios nobles que antes formaban parte de los medios de comunicación tradicionales.

Como el respeto, la ética y la moral, que una vez fueron parte del legado social, cultural y político de las virtudes romanas. Los romanos fueron influenciados por la filosofía estoica, Cicerón y Séneca. Se trataba de un conjunto de principios sobre los cuales se construyó parte de esta época moderna. Que ahora, por medio de las tecnologías de la información y la comunicación o las TIC, se han perdido.

La era de las TIC ha provocado que predomine todo tipo de “información”. El filósofo y crítico alemán Walter Benjamin dijo: “La humanidad se ha convertido ahora en espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como goce estético”.

Cada vez más, estamos contribuyendo a la banal comercialización de materiales en las redes cuyo objetivo es ser un fin y no un medio de transformación social,  tan necesaria en estos tiempos actuales donde la sociedad está cada vez más enferma.

Según el Departamento de Salud de la Universidad de Utah “la investigación ha demostrado que los adultos jóvenes que utilizan las redes sociales tienen tres veces más probabilidades de sufrir depresión, lo que pone a una gran parte de la población en riesgo de pensamientos y comportamientos suicidas”.

De la normalización de la vulgaridad, somos todos responsables, al entrar a estas plataformas y compartir, actos bochornosos, como caerse a golpes en plena trasmisión, o fabricar expedientes que se nutren de la mentira. Desafortunadamente, la violencia y la vulgaridad son una forma “atractiva” de vender contenido. La sociedad, en sentido general, colapsará, las bases del pensamiento crítico que una vez nos hizo libres y nos otorgó el privilegio de llamarnos sociedad, desaparecerán.

Recordemos que la libertad de expresión es un triunfo de la democracia, pero no lo morboso, lo ofensivo y manipulador que muchos comunicadores han asumido por temor a ser desplazados de la atención del público. Debemos demandar a las sociedades que se establezcan límites que regulen este caos de “contenido” que sólo sacia “la sed” de aquellos hambrientos al escándalo y adictos a lo obsceno.

Vivimos en una selva, donde cada quien apuesta a la presa débil y donde nadie te cubre la espalda. Ojalá, que tanto las universidades como los sectores vinculados al desarrollo de las sociedades se unan para exigir regulaciones de los materiales y, sobre todo, que bajo un esfuerzo del sector gubernamental de cada nación, se promueva una cultura de generación de contenido de calidad.