¿Cuáles relatos han forjado la memoria histórica dominicana? ¿Cuáles percepciones sobre la identidad dominicana han predominado en nuestro imaginario cultural? Qué prejuicios permean nuestra comprensión de los otros?

Estas preguntas se abordan en el documental de Nashla Bogaert No me conoces. A través de la mirada de activistas e investigadores dominicanos, la directora traza -a mi juicio de forma fallida- un paralelismo entre el modo en que una mujer -la misma Bogaert- reconstruye su memoria personal y la manera en que se ha construido la memoria colectiva dominicana.

No obstante, a pesar de los errores en la dirección y el guión, estamos ante un producto audiovisual valioso y necesario para recuperar un debate impostergable sobre el manido, pero mal enfocado problema de la identidad dominicana.

Quiero resaltar dos ideas fundamentales del documental.La primera de ellas es la invisibilización. Introducida en la narración visual por el poeta Alfonso Peralta, recupera el carácter de resistencia en un concepto usualmente asociado con la marginación operada por los dispositivos de poder. En este sentido, los grupos históricamente marginados, se autovisibilizan como un mecanismo defensivo y de rebeldía ante las políticas de exclusión. Dicha invisibilización se expresa a través de los términos remanentes que subyacen al vocabulario de la lengua oficial, los rituales religiosos que son realizados de manera paralela a los rituales religiosos autorizados, las vestimentas y las expresiones musicales que conforman una experiencia estética contrapuesta a las nociones estandarizadas de belleza.

La segunda idea es la de espejo. El filosofo Pablo Mella recupera esta noción, con amplio recorrido en la historia de las ciencias humanas, para recordarnos que la historiografía no puede contar la VERDAD de los hechos, construir un discurso acabado sobre lo acontecido. Nuestra memoria colectiva se elabora a través de los espejos o imágenes conformadas por los distintos discursos historiográficos. Esto no excluye la posibilidad de elaborar perspectivas plausibles, razonables y lógicas sobre los hechos del pasado, pero siempre concebidas como imágenes inconclusas, conjeturas criticas y refutables.

Así, en contraposición a lo planteado por la historiografía positivista que ha condicionado nuestra forma de mirar la dominicanidad, los hechos sociales son constituidos por narraciones que nos permiten reconocernos y dar significado al mundo. Esto ocurre tanto para dotar de sentido nuestro presente como para comprender nuestro pasado. No accesamos a los hechos históricos mediante una observación directa, sino mediante las narrativas que vamos conformando, relatos que, como ocurre con nuestra historia personal, están condicionados por la evolución misma de nuestro ser en el mundo.