Si es verdad la cifra de 19.653 (diecinueve mil seiscientos cincuenta y tres) millones de pesos criollos denunciados por el PEPCA en el entramado de Donald Guerrero no nos queda otras que decir que ya no nos andamos con chiquitas a la hora de estafar o robar al Estado, o lo que es lo mismo al pueblo que paga sus dolorosos y sudados impuestos.

Más de diecinueve mil seiscientos millones de tululuses o tablas criollas, cerca de cuatrocientos millones de verdes, dorados y adorados dólares gringos. Nada mal para un país tan chiquito como el nuestro de apenas cincuenta mil kilómetros cuadrados y once millones de bípedos a la espera de lo que diga el próximo censo nacional.

Se superaron y casi cuadruplicaron los 90 y tantos millones de dólares de sobornos de Odebrecht, que si no eran un record si eran un buen ¨average¨ en eso de meterse en el bolsillo sin fondo el dinero de los demás. Y también se han sofisticado los métodos del trinque, de la cogioca, del hurto, del cohecho, del desfalco, de la indelicadeza o como quiera llamarse más señorialmente al robo puro y duro.

Ahora hay señalados unos cuantos personajes y una red de empresas que supuestamente cobraban deudas ficticias… ¡a Hacienda!. Uno se pregunta cómo fraudes tan grandes de miles de millones no son detectados nada menos que por Hacienda, un órgano aún más inquisidor que el Torquemada de la ¨Santa¨_ Inquisición medieval, y que si usted trata de evadirle solo cien o doscientos pesos, se los descubren al momento y hasta lo pueden multar por ello.

Tal vez este vistoso e importante incremento cualitativo y cuantitativo de la delincuencia del fraude estatal se deba a lo que en la inmigración legal e ilegal se denomina ¨el efecto llamada ¨ que consiste en motivar a parientes o amigos a seguir con el ejemplo por los resultados obtenido al llegar a Boston o Barcelona done encontraron trabajo o medios económicos mejores que en su país de origen.

Los ¨castigos¨ de mandar fresquecitos y contentos para sus casas a los implicados en los juicios de Odebrecht, o de darles unos leves tirones de orejas a un par de ellos, aun habiendo sido confirmado por esa empresa que entregó en sobornos más de tres mil millones de pesos, es un ejemplo del efecto llamada a seguir delinquiendo por todo lo alto pues parece que cuanto más alto roba menos bajo o nada se cae.

Sin dudas en eso de quedarnos con lo del Estado no nos andamos con chiquitas, que irónicamente son cantidades grandecitas, bien grandecitas.