Un viejo fantasma recorre las calles de República Dominicana, esperaba en las sombras por una tarima para presentarse. Mientras sufrimos las precariedades de la injusticia y desigualdad, te dicen que no importa que pasemos hambre y calamidades, con tal que mostrar una lealtad ciega. No es amor sino una oportunidad para poder llegar cerca de una profecía autocumplida, para que el pueblo pierda su poder y liderazgo, su posibilidad de construir.

Hay miedo, caos, terror, enfermedades, una cantidad de cosas para corromper tu razón y privarte del sentido común. Se aprovechan de tu ansiedad para un voto de lealtad a pesar de que hay desigualdad, falta de acceso a la salud, trabajo con precarias condiciones y obstáculos para emprender. Te venden un sueño que todo es simple, pero, no lo es; de que solo hay un único problema existencial, que no lo hay.

De todas formas, te quieren allí bajo sol o la lluvia como si esa es la única fórmula y cerrado a todo. Todo eso les parece bien, les parece bien que el país pierda liderazgo y estatus moral para ir allí a ese pequeño rincón donde han excavado durante años para sembrar el miedo. Es un viejo fantasma que ha estado a lo largo de los períodos más oscuros del país y nuevamente amenaza nuestras instituciones. Sobre todo, les interesa que el país pierda su liderazgo en sí mismo, su confianza y su deseo de ser mejor: lo que se ha construido durante años para que se destruya en un día.

Esto, el todo o nada, con nosotros o contra mí, realmente no sirve ¿cómo puede traernos tranquilidad? ¿Cómo nos lleva a tratar o hablar en serio sobre los objetivos y problemas que nos afectan nacional y en el contexto global? En una forma u otra pudiera ser comprensible, el miedo ante el caos y el descontrol que una voz iracunda es suficientemente para calmar.

Pero, la realidad de las cosas es otra; ese intento de tranquilidad es una ilusión para que renuncies a la política a manos de una retórica simple, desmedida y que apuesta al caos para mantenerse vigente en nuestro país y sistema político. La verdad es que si dejamos de tener una voz o una opinión para que sean otros que la lleven, la van a aprovechar; es claro que no eres importante, lo que les importa es otra cosa, lo que les importa es el poder. Al no confiar en el juicio de lo que componen el pueblo, rompen con la unidad individual para su beneficio.

Lo entiendo, es frustrante, pero, no siempre gobernar es fácil, no siempre gobernar trae consigo decisiones atinadas, pero, nuestras instituciones y políticos no se libran del control y vigilancia que como pueblo llevamos a cabo. Pero, cuando ciertas manifestaciones políticas que alegan llevar el bienestar del país se montan en un caos, miedo y desconfianza mutua, no hay tal bienestar sino peligrosos lugares; con esto no solo abandonamos la suerte y la política a los oportunistas, sino abandonamos nuestra responsabilidad entre nosotros y con los demás.

La falta de estabilidad fuera de nuestras fronteras no puede ser razón para caer en la inestabilidad interna, si caemos, menos preparados estaremos frente a los retos que tenemos ahora. El común denominador de nuestra cohesión es el amor y la entrega hacia lo que podemos ser y podemos alcanzar, para ser líderes en nuestros propios espacios, en nuestro día a día y como una sociedad. Fuera de esto, tenemos pocas probabilidades de crear unión y compromiso hacia la cosa pública. No olvidemos que marchar a la gloria del universo moral no conduce a la justicia si no lo hacemos a favor y con los demás.

Toma tu propia decisión, pero, no te confíes de los “términos y condiciones” que te colocan con la invitación que hacen para continuar el deporte de Pedro Santana de llamar y cazar a quienes ellos consideran “traidores” a por no seguir su agenda ni pensar como ellos. La decisión es tuya, pero, no dejes que la excesiva simplificación del mensaje se apodere de ti y de tu pensar, no sigas a la masa solo por seguirla, detente y piensa: ¿Seguro que estás marchando por la senda correcta?

Siempre soñé (y sueño) con que República Dominicana sea un ejemplo de liderazgo y darse cuenta de sus errores para mejorar y dar una mejor vida a los que decidan seguir la suerte de este país. El amor al país no es sino el amor al otro y no hay coraje más virtuoso que amar. Nuevamente, ¿la senda en la cual marchas refleja ese amor? Más que seguir incendiando el caos y promoviendo el miedo, debemos marchar hacia nuestro día a día y exigir a los políticos mayor compromiso, exigirnos a nosotros mayor compromiso. El compromiso con el país es diario, con múltiples voces y colores, para la estabilidad Constitucional y social; de no romper el valor de solidaridad que está en nuestro preámbulo constitucional y de no renunciar a nuestras instituciones por más deficiencias que puedan tener.

El mundo está herido, así como nuestro país y casi entramos en el bicentenario de la primera independencia intentando día tras días de ser mejores; día tras día de los que nos quieren robar la política para que ellos se aprovechen y nos controlen con el miedo y el caos. Si marchas hacia una idea, plan o voz, no lo hagas por la sola música del flautista, si no eres capaz de llevar contigo una visión de cómo queremos que la república sea con el bien común de nuestra unión individual y ejemplo, entonces marchas por una senda equivocada. Le entregarás la política a quienes no han cesado en gritar, señalar y estar en un pedestal moral para quienes decidir si eres o no dominicano(a), o si nuestros atletas lo son.

Solo quiero que te detengas y pienses, para que tomes la decisión, no ellos por ti aprovechándose del miedo, del caos y la desorientación. Si piensas en eso, te garantizo que entenderás que las cosas no son tan simples y que han utilizado la historia dominicana a su antojo. Te garantizo que querrás pasar ese día en algo más productivo y enriquecedor no solo para ti, también para los demás. Te garantizo que te gustaría marchar con la república en tus manos y con todos los buenos y malos temas que nos tocan, en una marcha diaria donde la solidaridad, la justicia y la libertad se mantengan como las virtudes a alcanzar, donde República Dominicana adopte un liderazgo activo para promover los mejores valores de la democracia y la paz hasta el final de los tiempos.