Si bien es cierto que en muchos países del mundo habrá elecciones presidenciales en el presente año, ninguno concita más atención y preocupación que la contienda presidencial en los Estados Unidos, a efectuarse en noviembre.
En este año que recién inicia, habrá cambios en la dirección de la administración del estado en países diseminados en todos los continentes, pero también habrá continuismo. Muchos de esos cambios serán positivos, otros podrían ser frustrantes y negativos.
A lo interno de los EEUU, pareciera que a la cúpula del Partido Demócrata les importara muy poco la realidad de que el presidente Joe Biden no ha podido superar el 39% de popularidad en su gestión gubernamental, según arrojó una encuesta de la firma consultora Gallup a finales de 2023.
De cara a las elecciones del 5 de noviembre, los demócratas siguen firmes en su intención de buscar la reelección presidencial, esperanzados de que su principal contendiente, el expresidente Donald Trump, del Partido Republicano, sea condenado en una corte federal por supuestamente incitar y apoyar el asalto al Capitolio, el 6 de enero de 2021.
Los demócratas ya celebraron que en dos estados de la Unión, Maine y Colorado, prohibieron a Trump participar en los comicios internos de su partido.
Inmediatamente, sus abogados de presentaron un recurso legal en el Tribunal Superior de Maine, buscando revertir el fallo que emitió Shenna Bellows, secretaria de Estado y máxima autoridad electoral de ese tribunal, que vetó al exmandatario participar en las primarias del próximo 5 de marzo.
¿En qué se basan para intentar descalificar a Trump de sus aspiraciones de retornar a la Casa Blanca como presidente electo?
En la Sección 3 de la 14 Enmienda Constitucional, que prohíbe la ocupación de cargos públicos a personas que han participado en alguna “rebelión o insurrección” después de haber profesado el juramento a los Estados Unidos.
Pero Trump se las ha puesto difícil a los demócratas. Ha pedido que sea el Tribunal Supremo que tome la decisión final a favor o en contra, lugar judicial donde el magnate neoyorkino se siente seguro que el veredicto le será favorable.
Esto debido a que la más alta instancia judicial del país, de mayoría conservadora al igual que Trump, tiene tres magistrados que fueron nombrados en ese alto tribunal por el expresidente republicano durante su gestión de cuatro años, entre 2017 y 2021.
Sin embargo, el estado de Michigan votó el miércoles pasado a favor del exmandatario, afirmando que este sí puede buscar la nominación interna en su partido. Por otro lado, los estados de Arizona, Florida y New Hampshire han rechazado demandas similares en contra de las aspiraciones del político y empresario.
Ya en agosto pasado, Trump fue inculpado en la corte federal del estado de Georgia tras salir libre de los cargos de supuestamente haber alterado las elecciones de 2020. Un revés político para los demócratas, que no han podido lograr un veredicto judicial que ponga fin a la carrera política del exmandatario.
A partir del 15 de este mes comienza la contienda para la nominación presidencial del Partido Republicano a nivel estatal. De acuerdo a todas las encuestas de popularidad realizadas, la ventaja de Trump ante sus oponentes a lo interno del partido supera el 50%.
Y a nivel presidencial, se encuentra por encima del 44% de popularidad ante el posible candidato reeleccionista Joe Biden.
¿Qué pasaría si los demócratas y los grupos de la sociedad civil contrarios a Trump se salen con la suya y logran quitarle a los electores la posibilidad de votar por el candidato republicano más valorado en este momento dentro y fuera del partido?
Se habla de una insurrección popular, de protestas masivas a nivel nacional creando un caos sin control a lo interno de los EEUU. O lo peor, una guerra civil.
Descalificar a Trump como candidato ya es un problema, por lo que cualquier cosa podría suceder ante el descontento masivo que existe contra la administración de Biden.
Un hecho de esa naturaleza sacaría de concentración a los líderes actuales en Washington, quienes están preocupados con los graves problemas que se suceden en Europa y Oriente Medio por los conflictos bélicos entre Rusia y Ucrania, Israel y los grupos armados palestinos Hamás y Hezbollah, entre otros, que cuentan con apoyo de los gobiernos de Irán y Líbano.
Los bombardeos que lleva a cabo Israel en Gaza, calificados de genocidio por la comunidad internacional, y donde han muerto más de 22 mil personas y más de 57 mil heridos en su mayoría civiles, ha generado a EEUU las peores críticas a nivel internacional. Lo mismo que su apoyo económico y militar al gobierno de Volodimir Zelenski en Ucrania.
Trump dijo en una oportunidad, que de ganar la presidencia buscaría sentar en una mesa de negociación a Vladimir Putin y Zelenski, para acabar con la guerra entre Rusia y Ucrania. Y eso cayó muy bien en la conciencia de los estadounidenses.
Es duro de admitir que Trump, un supremacista blanco que no supo enfrentar como gobernante su primera prueba de fuego de envergadura como lo fue la llegada de la pandemia del coronavirus, sea escogido como el próximo presidente de EEUU.
Sus malas decisiones provocaron que millones de personas murieran en este país, y que no supiera contrarrestar una de las peores crisis económicas, de salubridad y de alimentación que aún no se han logrado superar en su totalidad.
Antes que eso, provocó en la sociedad estadounidense el incremento de un conflicto racial que llevó al caos y la violencia. Su política antinmigrante fue una de las más severas, y aún se ufana de ponerla en práctica con mayor rudeza si volviera a gobernar.
Por el momento los estadounidenses solo tienen opción para elegir como presidente entre un octogenario como Biden, con problemas de habilidad psicomotora y de salud, y un septuagenario como Trump, que ha dado muestras de ser impulsivo, sagaz, poco compasivo, malcriado e impredecible.