Después de haber superado épocas de sombras, en todo el sentido de la palabra, este pueblo, comenzó a hablar de avances, modernización, libertad y justicia, que, pasado el tiempo, el progreso obtenido, ha sido palpable, pero, al parecer, la genialidad para sostener e incrementar estos avances, ha llegado a su límite máximo de creación, donde la cosa, puede ser cierta, pero, no real. 

Los nuevos teóricos, principalmente en las dos ultimas décadas, dentro de su imaginación, no han querido comprender o interpretar que para los que ellos llaman el Norte, para este pueblo, podría ser el Sur. Por eso, rodeado de teóricos disfuncionales, es que reitero aquello de que, lo que tenemos que buscar muchas veces, es la ausencia de algo que debería de estar ahí, por ejemplo, la disciplina, aquella que innegablemente brilla por su ausencia en un gran porcentaje del quehacer de nuestro desempeño como pueblo.  

Los hechos están, se ven y se sienten, pero no hay ojos autorizados que los vean, muy por el contrario, tratan de ocultarlos con falsas premisas que solo ellos se las creen. Elaboran, supuestamente, nuevos manjares, pero, con la misma harina. En varias ocasiones hemos dicho que el problema de la Policía no está centrado en la falta o no de avituallamiento -que siempre hace falta-, si no, en el uso o la aplicación correcta de los recursos existentes. Hace poco expusimos que a esa institución se le podían proporcionar 100 vehículos todos los meses y en enero próximo, tendrían, los que les dieron en diciembre, ya que, el mantenimiento y la responsabilidad para proteger estos bienes, brillan por su ausencia. 

Nadie es responsable de nada y todo el interés radica en obtener lo suyo y apandillarse para obtener rangos y beneficios personales, sin que se establezca un real programa de entrenamiento policial, circunscribiéndose todo a, charlas, marchas y relaciones públicas. El desorden en la utilización del personal radica en la locura; donde quiera y como quiera establecen inspectorías, destacamentos y puestos, inoperantes en todos los sentidos, los cuales se convierten en cómplices de las fechorías que llevan a cabo los jefecitos en los pueblos y barrios. Y esto, porque se niegan a concentrar la fuerza para luego distribuirlos en servicios de patrullajes efectivos y aleatorios. 

Creemos que este pueblo, en el curso de estas décadas, se siente impotente ante cuatro hechos fundamentales, a saber; la muerte, los impuestos, las indelicadezas de los políticos y los faranduleros, con los cuales se exhiben sin recato alguno solo para obtener su patrocinio,  para los cuales, siquiera la justicia puede y, la otra, es la que se ha convertido en la espada de Damocles, es decir, la Policía Nacional, que con su manifiesta mediocridad en su desempeño, ha apadrinado y engrandecido la llamada, inseguridad ciudadana. 

Ante esto, porqué no dirigir la vista hacia El Salvador, donde miles de pandilleros asesinos han sido procesados, con la salvedad de que, para ponerlos en manos de la justicia, me parece, no se ha producido el primer intercambio de disparos y claro, que los pandilleros no forman parte de la fuerza que los combate, diferente aquí, que, en muchas ocasiones, no se sabe quien es quien. Entonces, de así ser y así es, ¿por qué no buscar asistencia en ese país para entrenar esta policía corrupta, abusiva, inoperante, inepta y criminal, que hoy nos gastamos? 

Y yo mismo respondo: Porque no, debido a que estos líderes que nos gastamos prefieren sus charlas motivacionales; sus teorías maquilladas y, sobre todo, presentarnos proyectos para debates, que en un abrir y cerrar de ojos, lo convierten en un proyecto político, porque ese es la esencia de su existencia como políticos funcionarios o viceversa. ¡Sí señor!