Han transcurrido casi doscientos años desde el nacimiento de Friedrich W. Nietzsche (1844-1900) y aún continuamos intentando descifrar su pensamiento y su sensibilidad. La suya fue una vida de dolor plasmada en un pensamiento superior, puesto que Nietzsche pensó sobre lo humano y lo demasiado humano. Jamás expresó su sufrimiento, su vida de dolor y la gran discapacidad que produjo en él hasta el fin de sus días.

El dolor es un síntoma, pero muchas veces se convierte en una enfermedad puesto que limita nuestras actividades y toda nuestra autonomía. Nos aisla e incluso en ocasiones nos llega a doblegar y a postrar en una cama y ese dolor llega a convertirse en parte de nosotros, sobre todo cuando sus causas no son claras, cuando las soluciones no llegan. En esos casos, el dolor es como una parte de nuestro propio cuerpo y nos acostumbramos a vivir, o a convivir, con esa insoportable compañía.

En la segunda mitad del siglo XIX, el tiempo en que transcurrió la vida de Nietzsche, aún no se había descubierto la penicilina. No fue hasta 1928 que Alexander Fleming realizó uno de los descubrimientos más transcendentales de la farmacología: el antibiótico “madre” que a partir de entonces permitió la curación de diversas enfermedades que ocasionaban una elevada mortalidad, como la sífilis.

Aunque parezca increíble, todas las dolencias y las horribles jaquecas que sufrió Nietzsche eran producidas por una uveítis, una lesión ocular producida por la sífilis, que al parecer arrastró durante toda su vida. Incluso en sus últimos días llegó a padecer una demencia por posible sífilis terciaria o neurosifilis. Su grado de dependencia para su autocuidado y el mal control de sus impulsos ocasionaron un final triste y terrible para sus familiares y para él.

Todo su pensamiento exquisito, que eleva lo humano a unas cotas que pocos filósofos han podido alcanzar, lo elaboró con el dolor más profundo e insoportable que nadie pueda imaginar. Tal vez, la evolución de su pensamiento y de su sensibilidad está estrechamente relacionada con su vulnerabilidad. Los momentos sin dolor y de alivio le hacían poseer ese desarrollo mental que todavía estamos descifrando, porque cada vez que lo leo o intento comprender su ideario descubro aspectos diferentes y nuevos tan actuales que su complejidad de pensamiento todavía sigue siendo un enigma. ¿Tendrá una relación con su padecimiento crónico esa sensibilidad que le hizo único e irrepetible?

Nietzsche nos dejó un pensamiento luminoso tras una vida atormentada por el dolor y toda la incomprensión hacia un síntoma insoportable. Ese fue el origen de su tragedia.