Porque:” La soberbia nunca baja de donde sube, siempre cae de donde subió”
Yo no escucho lo que dice la gente,
solo observo lo que hacen.
El comportamiento nunca miente.
W. Churchill.
Me cuesta en demasía, pero tengo que admitirlo. Tengo miedo aun y trate de ocultar lo que ya es inocultable; ¡tengo miedo! Y lo expongo porque todos los caminos que veo, por igual, conducen a un desastre institucional y siquiera sé, si algún analista político o no, ante tantas señales de degradación institucional, ética y moral de la sociedad que nos acoge, se haya dado cuenta de la gravedad del asunto.
Ante esta situación, siquiera los jueces que una vez hablaban por sentencias, hoy, ante los mismos hechos, hablan, pero lo hacen con silencios cómplices e irresponsables que quedan expuestos descaradamente, alegando fallas en el sistema, razón por la cual, el silencio, se ha convertido en el ya clásico lavado de manos de Pilatos.
Si nos detenemos en este punto, nos daremos cuenta que al igual que la política ha dado a luz infinidad de órganos para repartirse el Estado, por igual lo ha hecho la justicia, copiando leyes y órganos de otros lares que al final, no han logrado aplatanarse en este territorio y, más bien, buscando una supuesta perfecta aplicación de la justicia, la han convertido en un absurdo sistema, que en vez de proteger los derechos individuales, los ha convertido en un derroche de libertinaje con mucha laxitud y poca o ninguna responsabilidad.
Por otro lado, nos encontramos con un poder mediático que cada día, parece cual si sus protagonistas -en la gran mayoría de los llamados creadores de contenido – y otras distinguidas bocinas, se reuniesen no en un estudio de radio o televisión, si no, en porquerizas y letrinas para parlar expulsando todo tipo de eses en busca de ensuciar a quien no se postre a sus pies con su debida contribución para el gasto de su producción. La dignidad, ante estos “creadores”, es simplemente desconocida y por tal razón, al no verla o sentirla, la tratan como servilleta de un solo uso.
Es, ante esta manifiesta degradación de todo, que nos encontramos con muchos de estos esperpentos, funcionarios, bocinas, políticos o “creadores”, que aspiran a convertirse -muchos lo han logrado-, en un enigma, ya que conocido es y ellos lo saben mejor que nadie, que los hombres y más si son de ejercicio público, siempre abrigan un miedo reverencial por los enigmas, de modo muy especial, aquellos que logran que con un solo gesto o un oscuro comentario, desgraciarle la profesión y hasta la vida a cualquiera.
Tuve la desagradable ocasión de escuchar a uno de esos adefesios, supuesto profesional en el campo de la comunicación, creador o farandulero, quizás hasta director de alguna lavandería, dirigirse con un acento grosero y altanero hacia la autoridad legalmente designada, que siquiera cualquiera de esos brezos silvestre se le podría comparar en cuanto a la asperidad, quizás semejante a la lengua de un rumiante.
Por el resultado de este no hacer y dejar hacer, es que el sistema no le queda otro camino que colapsar y que después aparezca -como siempre-, algún predestinado que exprese su compromiso de querer casarse con la gloria y liberar al pueblo de estas negociaciones políticas, donde lo peor de lo peor, es lo que llega hasta a ser llamado “honorable” o próspero empresario, cuando todo el mundo conoce, que solo son tigueres barriales con mucho dinero, generalmente obtenido por las vías más inverosímiles; jugador, pelotero, ”banquero”, lavador y por qué no, hasta farandulero. ¡Sí señor!