Debería convertirse en una rutina el operativo de “limpieza” realizado en días recientes en la cárcel de La Victoria, en una intervención que contó con la participación de más de 700 efectivos militares, incluida la Dirección Nacional de Control de Drogas y otros organismos de seguridad del Estado.
Solo así podría ponerse término a los consabidos motines y un sinnúmero de cosas extrañas que se dan tras los barrotes. Muy posible que el último motín, con saldo de tres muertos y 10 heridos, haya sido la excusa perfecta para que las autoridades decidieran actuar.
Las conclusiones de ese operativo -iniciado de manera sorpresiva a partir de las 4:00 de la madrugada- dan fe a lo que sustentamos: en las distintas celdas se decomisó drogas, armas blancas, 89 cámaras de vigilancia, un repetidor de wi fi, módems de internet, cientos de celulares, amplificadores de música, según nota informativa que distribuyó la Procuraduría.
Y agregaba que las autoridades desmantelaron una amplia estructura tecnológica que incluía un centro de retransmisión de señal de internet para que todos los presos con acceso a un teléfono celular pudieran tener conectividad wifi.
Son privilegios de los que no debe gozar ningún privado de libertad. Para instalar esos aparatos, es casi seguro se contó con anuencia de los responsables directos del presidio.
Los decomisos en el penal indican que este necesita con urgencia de una regeneración, para convertirlo en un lugar más acogedor para sus alrededor de 7,200 reos, cifra que la convierte en la cárcel más poblada del país.
Procuraduría y Ministerio de Defensa deben llevarse los lauros, en cuanto a hacer de ese centro de perversión que es La Victoria un lugar menos indigno para los privados de libertad.
Esa no será una tarea a resolver en cuestión de días, semanas o meses. Pero, hay que comenzar. Y sin asomo de debilidad en cuanto a erradicar de allí todo estorbo que impida efectuar los cambios que necesita el sistema carcelario.
La Victoria, a 15 kms del centro de la ciudad capital, siempre ha sido un excelente y apetecible negocio para oficiales policiales y otros que han tenido funciones allí. ¿Porqué? Han sabido sacar excelentes ventajas en cuanto a controlar negocios y poner “cómodos” a presidiarios. Eso sí, siempre a favor de sus bolsillos.
Comprobado está. Lo más nimio que intente introducirse en el penal está calificado como mercancía. Y debido a la superpoblación de reclusos, hasta ubicar un ínfimo lugar en los estrechos espacios de una celda tiene su costo económico.
La intervención que se hizo en La Victoria debe ser un ensayo a aplicar en otras cárceles del país, cuando sea necesario.