"Chanter et puis rire

Laisse-moi devenir

L’ombre de ton ombre

L’ombre de ta main

L’ombre de ton chien"

Jacques Brel

 

Soy obstinadamente feliz, en legítima y abierta provocación frente al mundo.

 

Tendieron sobre la alfombra todos los puntos estratégicos de sus mutuas debilidades. Así, ninguno de los dos, podría justificar el no saber encontrar el tesoro de su corazón.

 

Siento que de mí se van desprendiendo como escamas los afectos, las emociones ante determinados encuentros. Anteriormente se inundaban mis ojos al despedirme, pero ahora veo que me estoy quedando irremediablemente solo. Hay quienes dicen que suceden estos extraños estados de ánimo a cierta edad. Puede ser que esté envejeciendo, puede que lo esté haciendo aceleradamente y sin darme cuenta. Me siento cada vez más solo e incomunicado con el mundo, Es una sensación muy incómoda. Quisiera emocionarme más, pero no puedo. ¡Cómo añoro esos años en los que el corazón latía independientemente de mí!

 

Puede haber tanta soledad en un abrazo como espacios vacíos entre dos pupilas.

 

Nunca vamos a saber en qué momento el amor sembrará en nosotros una semilla que germinará en silencio. Ella, sin embargo, podía visualizar a la perfección ese instante preciso y por más que lo intentara jamás logró olvidarlo. Ahora, después de tanto tiempo, había conseguido al fin comprender que él, en su incesante repetición de algunas palabras, de algunas frases buscaba sembrar esa semilla en su interior. Solía decirle, mientras la miraba a los ojos haciéndole el amor de una manera intensa.

– Nadie es más feliz que tú en todo el vecindario Laura. Nadie ha hecho el amor como tú en este día.

Lo decía convencido, firme, sin medias tintas y ella le creía asumiendo su discurso como un credo. A veces como hoy, mientras ella empujaba el carrito repleto de alimentos por los pasillos del supermercado, volvía a recordarle. Dejaba escapar entonces una ligera sonrisa, preguntándose en sus adentros dónde andaría aquel loco que, en medio de la oscuridad reinante, hacía de repente una pausa, la separaba apenas unos centímetros de su cuerpo para susurrar palabras que encendían su rostro y la hacía sentirse la mujer más bella del mundo.

 

Su corazón era una profunda fosa. Cada palabra, cada verso de amor que le enviaba, permanecía tan solo por breves instantes en la superficie. A los pocos minutos se sumergía de nuevo dentro de su ser y todo mi esfuerzo se iba al fondo, como sedimento inservible en su interior.

 

Mucho antes de esa cicatriz tus manos tocaban sin miedo y el dolor era un extraño inquilino. Debiste ser muy hermosa. Lo puedo ver en tu lejano mirar, en la forma extraña de modelar tu cuerpo, en el cruce altanero de tus piernas. Ahora eres un atracadero sin embarcaciones, desolado puerto. Te miro a través de la luz que penetra por la ventana, y observo como se deslizan tus gestos impúdicos sin ningún rubor. Fuiste bella, lo sé, antes de esa cicatriz.

 

Hay veces en las que me apetece perderte, salir luego a buscarte por los bares, en las salas de los cines, en las nubes que sobrevuelan tristes la ciudad. Y esto lo hago solo con el propósito de sentir esa enorme sensación de vacío en la que por momentos pierdo el juicio. Luego todo pasa, vuelvo a la realidad y te siento en todo mi cuerpo.

 

Empecé a amarla desde el mismo instante en el que descubrí en ella un afán de independencia y una libertad difíciles de encontrar en el catálogo de una época donde todo tiende a ser enlatado y sin el menor criterio de diferenciación. Amarla era para mí, y sigue siéndolo, ir a contracorriente. Contra ella misma, contra mí mismo y eso hace única nuestra relación.

 

Un hombre exquisito no tiene nada que ver con abrirte la puerta del carro, enviarte flores, recitarte poemas o descubrirte a Sonia Silvestre. Un hombre exquisito no es solo quien procura abrigarte bajo la lluvia, te presta apoyo en su hombro, se muestra tierno, amable y comprensivo. Un hombre, de verdad exquisito, es algo más que todo eso sin dejar al descuido ni un solo detalle de todo lo anterior.

 

Voy a pintar lo que está en mis adentros. Sé, por la humedad del marco, que es un cuadro que describe un día de lluvia. Hay hojas rodando por el suelo. Usaré colores rojos en los balcones, rostros que se asoman con expresión de asombro. Una llovizna necia y pertinaz cae sobre los transeúntes. Intento lograr el reflejo de la luz sobre el asfalto. Una pareja conversa en la esquina bajo un paraguas. El lienzo narra una alegría aparente, la de quienes acordaron verse esa tarde sin prever el viento frío soplando inmisericorde. Mi pincel se miente, crea bellos paisajes, finales felices. Existe un boceto oculto, una pintura soterrada y paralela, como sonrisa enigmática, expresando lo inefable.

 

Hoy es uno de esos días en que la nostalgia me devuelve una ciudad envuelta en la neblina. Me sitúo en una de sus esquinas como si fuera la lente de una cámara, la recorro con el corazón entre las manos y el mundo se vuelve una cápsula romántica. Escucho voces dentro de mí, la tarde se desliza íntima y en los bares las parejas entrelazan sus dedos sobre la mesa. Los miro envidiando el hermoso y transitorio momento. Me oculto tras su mutua mirada. No les confío mi secreto. No les hago saber que el día menos pensado escucharán  "Ne me quitte pas" con la profunda atención con que yo la escucho en este momento.