Las navidades son el rincón oscuro con perspectivas de esperanza del porvenir inmediato de cada final de año, que aclara, además la actitud ante sí mismo como del prójimo. El clima de compasión cristiana que les rodea y la algarabía contagiosa por su aproximación, se inicia en la niñez. Son de esos acontecimientos y tradiciones a los que se les cargan más expectativas antes de llegar que durante los días de su consumación.

A las navidades, por la razón que todo el mundo guarda en su memoria, les acompañan acontecimientos, vivencias que alteran el estado de ánimo, por instantes, del cristiano.

Como suscita memorias afectivas y frágiles, recoge el pasado recién hacia un presente, que va a depender de quien lo evoca; algunos como un barquito de papel, otros como pasajeros de un trasatlántico celebrando el bienestar. El que ha vivido y visto pasar las suficientes navidades para quedarse en la memoria con cualquiera de ellas y, al evocarla con ternura, no deja de ponderarse que es acontecimiento indescriptible y a la vez en proporciones equitativas del dúo: alegría/tristeza.

Ante esos momentos aflora la ironía, montante explosivo que, si no se suelta rápido de las manos, la memoria tiene presto explotar y adiós sin retorno a la memoria de náufrago que acompaña a esta temporada socavadora. Las navidades son de esas fiestas que se tienen presente por lo que pasó, no por lo que va a pasar y: “No sé si estaré en la próxima”, dice el evocador cuando pasa de los setenta” y he ahí que el susodicho ve, con asombro, que la presente supera a las que pasaron.

El que ha visto y sentido cantidades bien significativas de navidades, busca caminar como Jesucristo sobre el agua en la memoria. Busca, también, disfrutar a módico interés, con todo y sobresaltos la llegada del año nuevo, que es el de a tomar en cuenta como pie de amigo de la “angustia del existir”. Es que las navidades están llenas de presagios económicos que, como quiera se aspira a “Tirar la puerta por la ventana”, como al efecto, pero ¿quién puede dejar al margen al espíritu festivo de una tradición, aunque sea dejarse añoñar por el friito? En las navidades la palabra mesura es solo un decir que no pasa de la “boca paˋ fuera”, sazonada por el que no tiene mucho que gastar, contrario al que gasta sin reparos, porque siempre se le sobra todo.

En fin, dejemos que el pueblo sea coherente como masa media  intuitiva y festiva, que termina teniendo razón, por cantidad y ensueños, respecto a la tradición más significativa del vivir cristiano, que anda cargado con proyectos, el halo de la espiritualidad que siempre le antecede, que no bien concluyen los días de consagración y término, se van al carajo; pues donde tanto la abundancia como la escasez se disfrazan de todo lo imaginado y por imaginar, bajo el halo de la espiritualidad, de creer, por sobre y debajo de cualquier situación, que el año entrante va a ser mejor, y siempre lo será, siempre y cuando se esté vivo, que es la verdadera fiesta de la carne y del espíritu, tanto del hombre como de las cosas.