Crecí en una familia en cuya casa estábamos rodeados de libros, música, instrumentos quirúrgicos, pero lo que más había era gente, mucha gente de la familia, todas las edades, los cuales cultivamos la costumbre de reunirnos por cualquier motivo, en la casa de los abuelos maternos.
Es necesario decirles que la fiesta más importante, para mí, era la fiesta de Navidad. Si bien las excentricidades propias de la temporada navideña eran interesantes, lo mejor eran los temas de conversación de los miembros de la familia y allegados. Era Navidad.
Desde temprano nos juntábamos varias generaciones por lo que las conversaciones abordaban diversos temas y estos fluctuaban entre política, achaques, la pelota y el amor, así mismo, EL AMOR.
Y ahí incluíamos los males de amores, ya que estos eran padecidos por todas las generaciones, por lo tanto este tema es el que reunía más coro, ya que era común que alguien, o varios de los participantes tuviera el corazón roto y sintiera la necesidad de contar su historia. Amores imposibles, amores llenos de mentiras, amores de engaños, y los mejores, ¡ amores que hacían soñar!. Amores que con solo escuchar, nos sentíamos enamorados, independientemente que no fuera nuestra vivencia. Esas historias constituyeron mi primer contacto con el psicoanálisis y otras corrientes psicológicas.
Las actividades se dividían en tres grupos según edades, y cada quien escogía los temas entre política partidista, pelota y sus respectivas críticas a los equipos, y el gran tema, el amor ya que permitía la combinación de la historia, la música con las canciones de época, y acompañamiento de los diversos grupos musicales encargados de animar el ambiente y esos temas unidos al etílico ente la creencia familiar de que el vino moscatel Caballo Blanco no contenía alcohol y que podía ser tomado por los menores, con la consecuencia de que nos ponía a millón.
Todo transcurría bien hasta que se escuchaba la voz tronante del abuelo diciéndonos "a jugar pelota” y la algarabía era inmediata buscando cada quien su posición como por arte de magia. Era asombroso ver cómo todos nos colocábamos de inmediato en la posición que nos correspondía ! Play ball, a jugar pelota!.
No es apropiado recordar los apodos de la época porque algunos eran de mal gusto, lo que sí puedo destacar es que las fiestas celebradas por la familia, es el tema que más nostalgia me produce llegar la navidad. Mi mente aún reproduce las voces de los que ya se han marchado y entre ellas, la de mi abuelo, quien muchas veces me reprochaba " cuanta tanta falta de talento para atrapar una pelota”, ¿ cómo dejaste escapar esa bola?, para luego levantarme en sus brazos y decirme en secreto. Que bien has jugado hoy.
Gracias familia. Gracias abuelos.
¡Gracias Navidad!