Hace más calor ahora pero en la naturaleza funciona un efecto compensatorio por cuanto hay también más agua. Esas compensaciones no son una ficción ni un invento.
Ellas actuan de un modo casi exacto, acudiendo allí donde se las necesita, sin necesidad de misterios ni supersticiones.
El cambio climático no es todo lo temible u ominoso que se ha tejido del fenómeno.
En ocasiones da la impresión de que la ciencia si no es pesimista, porque no lo necesita, porque no es su trabajo, pero suele mostrarse, en su imperfectibilidad, dramatista y hasta alarmista. Pero ese es un énfasis que forma parte de su política de captación de la atención de quienes toman decisiones importantes.
Lugares en los que llovía si acaso tres veces en un período de doce meses, ahora hasta tienen inundaciones como es el caso del noroeste.
Los espacios habitualmente más secos tienen agua suficiente.
Hay más zonas verdes en el país, y como el regimen de lluvias es más frecuente, los árboles crecen más rapidamente.
Meses como enero, febrero y marzo eran secos. Eso ha cambiado. Ahora les da por llover más que en mayo que era el mes de las grandes lluvias.
Ahora se impone sembrar más árboles para enfrentar lo que viene con cierto éxito.
Por el momento y como prevención, que es lo que más se necesita como toda una praxis cultural, hay que cuidar, mediante ley, las tierras de óptima calidad y tener una firme política del árbol y leyes ambientales más fuertes para frenar a los fuertes que son los más depredadores.