I.- La formación del odio

 

1.- En sociedades heterogéneas desde el punto de vista económico y social, no resulta fácil formar seres humanos nobles, porque la educación que reciben no está dirigida a motivar sentimientos bondadosos.

 

2.- En las personas, las emociones, las impresiones anímicas surgen en el hogar con los padres, desde donde salen las mujeres y los hombres de buen corazón, de sana voluntad, como también aquellos que se comportan como no tener corazón, sin sangre en las venas, los que no tienen alma.

 

3.- Ese ente social frío, que por nada se inmuta, no surge de un día para otro. El sensible, afectivo, muy tierno, no fue educado igual que el que se comporta inconmovible, flemático y muy cachazudo.

 

4.- Las comunidades humanas deben contar en su seno con comunitarios que no estén orientados para el aborrecimiento, la animadversión. Nada relacionado con la inquina ni los rencores.

 

II.- La actitud de mi madre ante el odio, la asimilé bien

 

5.- Compartiendo de cerca, al ladito, a un paso, como a dos dedos, siempre junto a mi madre, logré entender y bien alimentarme de sus recomendaciones, que con el transcurrir de los años se han traducido en lo que debo hacer o no hacer.

 

6.- Los consejos de mamá los comprendí de tal forma que han sido como una raya que trazó en mi cerebro para que me sirvieran de pauta, de indicadores.

 

7.- Siendo un niño, en muchas ocasiones vi a mi progenitora molestarse por algo que le hizo una vecina o una amistad suya y no le gustó, pero nunca percibí, ni escuché de ella, expresarse con odio.

 

8.- Aunque mi vieja era de un temperamento fuerte, tener odio, aborrecer no formaba parte de ella. La recuerdo como una mujer duramente golpeada por el sistema, pero siempre lista para servir y agradar.

 

9.- Los conocimientos adquiridos, aprendidos de mamá, me formaron como un hombre libre de resentimientos, sin amargura de ninguna clase. Nada en la vida me impulsa a odiar.

 

10.- En el curso de mi vida he pasado momentos amargos, pero en ninguna ocasión me ha pasado por la cabeza tener aversión a una persona. La tirria no forma parte de mí.

III.- Hechos en mi contra, respondidos sin odio

 

11.- El día 1 de mayo de 1972, mientras me encontraba en el local del gremio de choferes de UNACHOSIN, en Santiago, el capitán de la Policía Nacional, Bienvenido Cruz Acevedo, jefe del Servicio Secreto, ordenó a una patrulla policial que me golpeara. Luego de la golpiza, agentes me trasladaron al hospital José María Cabral y Báez, y allí depositaron mi cuerpo en la morgue, con la creencia de que había fallecido como consecuencia de la paliza.

 

  1. – Luego, a los muchos años, el día miércoles 14 de julio de 1976, mientras estaba en la sala de audiencia de un tribunal en la ciudad capital, conjuntamente con el doctor Orlando Rodríguez, asistiendo en sus medios de defensa al legendario dirigente comunista, Jorge Puello Soriano -El Men-, se me acercó el mismo Cruz Acevedo, quien custodiaba a El Men, y me dijo: “doctor Veras, saludos, olvídese de lo que ocurrió en Santiago”.

 

13.- Con toda calma, le respondí a Cruz Acevedo: Oficial, no albergó ninguna clase de rencor contra usted; puede estar tranquilo, porque en mí no hay rencor alguno, lo que pasó pasó.

 

14.- El doctor Salvador Jorge Blanco, el día jueves 26 de diciembre de 1985, siendo presidente de la república, me propuso y acepté que rompiéramos las relaciones profesionales que durante varios años habíamos mantenido. En lo adelante, él lanzó contra mi persona todos los servicios de seguridad del Estado.

 

15.- Achaqué la posición de Salvador, a intrigas, a cúmulos de algunos de sus colaboradores para terminar de distanciarnos, pero a pesar de esas acciones, nunca le guardé aversión a Salvador.

 

IV.- Vivir con la conciencia tranquila

 

16.- En mi conciencia, alma y corazón, no hay espacio para odiar. Disfruto de plena paz espiritual, lo que me lleva a mantenerme sereno, en total sosiego, y con la quietud que da vivir sin resquemor.

 

17.- Sé que tengo adversarios, pero son antagonistas que me es imposible impedir su rivalidad hacia mí. Ante semejante situación les ignoro, de ellos me desentiendo por completo.

 

18.- No escapa a mi conocimiento que por mucho que usted se interesa para que el resentido le deje en paz, porque es un obstinado, un odiador incorregible, siempre va a mantenerse constante en sus propósitos.

 

19.- En todo momento me he formado la idea de que solamente tengo dos contrincantes, los enemigos del progreso social y aquellos que, erróneamente, guardan sospecha o recelo de que su compañera amada no le es fiel.

 

20.- De todas maneras, lo que importa es usted  hacerle honor a su conciencia, y en todo momento estar abrazado, apegado a las convicciones que son las normas del correcto proceder. Jamás odiar, ni al peor, como tampoco al más inferior de la especie humana.