Uno de los casos de estudio para tratar este tema sobre si un criminal Nace o se Hace, es el de la niña Mary Bell, quien con solo 11 años asesinó a dos niños, de 4 y 3 años, el primero el 25 de mayo de 1968 y el segundo, el 30 de julio de 1968. Por definición, estaríamos ante un caso de una asesina en serie, y por el tiempo de enfriamiento, se puede concluir que, de no haber sido arrestada y condenada a prisión, con toda seguridad, hubiera continuado asesinando.

Mary Bell nació en el año 1957, hija de una prostituta, quien la tuvo a los 16 años de edad. Su supuesto padre biológico, era un delincuente. Desde los 4 años fue violada, y obligada a participar en actos sexuales. En los primeros años de su vida, fue víctima de varios intentos de homicidio por parte de la madre.

En diciembre de 1968 fue condenada por la muerte de dos menores, 4 y 3 años, y el último asesinato lo cometió en compañía de otra niña, Norma Bell, de 13 años, quien fue descargada, pero sometida a una medida de seguridad, internamiento en un hospital psiquiátrico. El Modus operandi fue el estrangulamiento, y en el último, presentándose luego de cometer el asesinato, con una navaja, escribió las iniciales MB en el estómago, cortó trozos del cabello y parte de los genitales del menor, acto que se considera como la firma del asesino, en el contexto de los asesinatos seriales. Durante el juicio, los informes psiquiátricos revelaron que padecía los síntomas de psicopatía.

Un tema que es objeto de mucho debate es si un criminal nace o se hace; es decir, cuánto contribuye el factor genético, hereditario o biológico, o los de naturaleza ambiental o social para configurar una conducta criminal.

Como podemos observar, en el caso de estudio, su historia personal incluye numerosos factores de riesgo y que predisponen a una conducta antisocial. Dichos factores son: la psicopatía (trastorno de la personalidad), el abuso sexual, maltrato infantil, crianza negativa, madre adolescente y prostituta, padre delincuente.

Uno de los documentos que estuve leyendo sobre la Neurocriminología, se incluye a Mary Bell como perfiles de mentes criminales. Sin embargo, cuando estuve analizando su biografía me formulé la pregunta sobre hasta qué punto, realmente, se puede considerar el caso en referencia como uno con explicación biológica de la conducta antisocial sobre la ambiental.

Torrubia (2004), define la psicopatía como “un trastorno de la personalidad caracterizado por la constelación de características afectivas, interpersonales y conductuales. Entre ellas, destaca el egocentrismo, la impulsividad, la irresponsabilidad, la dificultad para experimentar emociones profundas, la fata de empatía, de remordimiento y de sentimientos de culpa, la mentira patológica, la manipulación de los demás y un patrón de conducta basado en la violación de las normas sociales”.

Los estudios de imágenes han revelado que los psicópatas presentan anomalías tanto en el córtex pre-frontal, como en el tamaño de la amígdala que en este caso sería un 17% más pequeña en comparación con la muestra control. De manera que, esto explica la incapacidad de sentir miedo, emociones, y conducta riesgosa. En los casos de psicopatía, debido a la alta capacidad de manipulación, pueden imitar las emociones, pero no sentirlas. En adición, aunque sepan la diferencia entre el bien y el mal, no tienen barreras de naturaleza moral, por lo anteriormente indicado.

Para confirmar la teoría de la incidencia de factores ambientales en la aparición de la psicopatía, Torrubia (2004), señala que “los resultados de varios estudios realizados con adolescentes (…) han mostrado que el hecho de tener un padre antisocial o psicopático, el alcoholismo en el progenitor, los estilos educativos con utilización poco consistente de la disciplina y la falta de supervisión paterna, poseen un cierto poder predictivo sobre las puntuaciones de la versión para jóvenes del PCL-R.” El PCL-R es el instrumento creado por Robert Hare para el diagnóstico de la psicopatía.

Adrian Raine, pionero de la Neurocriminología, analiza cuál es el grado en que factores obstétricos (Anomalías Físicas Menores, exposición a la nicótica, complicaciones en el parto), de neurobiología y hormonas determinan una personalidad violenta. En casi todos los casos se verificó que, si bien la presencia de estos predispone a una conducta antisocial y, sobre todo, violenta, el factor social precipitaba la acción. Aunque no se podía determinar el grado en que interaccionaban, se daban casos en que una crianza negativa combinada con un factor biológico incrementaba de manera significativa el riesgo de violencia y conducta delictiva.

Raine y Chi (2004) señalan que “varios estudios han mostrado que los bebés que han tenido complicaciones en el parto tienen una mayor probabilidad de desarrollar un trastorno disocial, de ser delincuentes y de cometer actos criminales y violentos impulsivos en la edad adulta, cuando también están presentes otros factores de riesgo psicosociales.” Por igual, enfatizan que “del mismo modo en que las semillas necesitan de un entorno que les proporcione nutrientes para que se ponga en marcha su programa genético y germinen, los procesos genéticos necesitan un ambiente óptimo para alcanzar su máxima expresión.”

Para Redondo y Garrido (2013) “estas tendencias o propensiones que muestran los seres humanos hacia la agresividad interaccionan con el ambiente social en el que viven y, como resultado de esta interacción, puede producirse o no la conducta agresiva o delictiva. En otras palabras (…) no existe una delincuencia ni genética ni biológicamente determinada. Se heredan ciertas tendencias agresivas que, dependiendo de la concreta interacción entre individuos que se produzca en un ambiente determinado, pueden manifestarse en forma de comportamiento violento”.

En síntesis, podemos concluir que no existe un gen criminal como tal. Ciertamente, algunos factores de naturaleza biológica pueden predisponer a una conducta violenta y antisocial; sin embargo, en la mayoría de los casos, amerita de la interacción con el factor ambiental o social.