Con el éxito del musical Hamilton, de Lin-Manuel Miranda, se abrieron las compuertas a la consciencia en los Estados Unidos sobre la incidencia de la música caribeña en su política. El músico de origen puertorriqueño puso a valer la procedencia geográfica de este padre de la patria norteamericana, primer ministro del Tesoro, conceptualizador de la Oficina de Patentes y redactor de los Papeles Federalistas. Un hombre realmente prolífico. El recordatorio de que este hombre había viajado como consecuencia de un huracán al territorio que eventualmente se independizó de Inglaterra y la puesta en escena usando intérpretes de distintos tonos de piel fue tomado como una manifestación espectacular de apoyo a los inmigrantes de esa nación.
En ese sentido, Miranda estaba andando sobre camino trillado. En América Latina, la consciencia sobre la unión entre música y política no es nueva. En una ocasión leí que “La cucaracha”, esa canción infantil por excelencia, en un momento fue utilizada como crítica en la política mexicana. Ni hablar de las célebres composiciones musicales financiadas por la dictadura trujillista que tuvieron un irónico cierre con la adaptación dominicana del merengue venezolano “Mataron el chivo”. Poco antes de morir, Johnny Ventura compuso el sabroso estribillo que se usó en la primera campaña presidencial exitosa de Luis Abinader. Fue tan eficaz que en Honduras lo adaptaron poco después.
Ahora, con el próximo cierre de la campaña presidencial norteamericana, vemos más ejemplos de interacción entre música de origen caribeño y política en los EEUU. Un ejemplo lo proveyeron los cubanos de Miami que compusieron una pegajosa melodía a favor de Donald Trump en el 2016 y que todavía se escucha. En oposición política, las raperas de origen trinitense Nicky Minaj y Cardi B apoyaron a Joe Biden en la campaña de 2020.
En este 2024 los equipos de comunicación del candidato republicano han vuelto a recurrir a este tipo de música Tal fue el caso de la adaptación del merengue de Cuco Valoy sobre Juliana o, más infructuosamente, la invitación que le dirigieran a Nick Rivera Caminero, norteamericano de origen dominicano y puertorriqueño, a participar en un mítin apoyando a Trump. Lamentablemente, este no tenía idea de quién era que lo estaba apoyando y lo llamó al escenario creyendo que se trataba de una mujer. El asunto fue bochornoso, pero peor fue el apoyo que le retiraron al cantante algunos de sus antiguos colaboradores.
Un gazapo similar había sucedido antes y en esa ocasión había sido la cantante la que se equivocó. En los años setenta, Celia Cruz fue invitada a cantar frente al presidente en ejercicio Jimmy Carter (demócrata). Dentro de todo su repertorio, ella eligió una canción muy conocida allá: “El manicero”, cuyo estribillo habla de que el manicero se va, algo que le tocó hacer pocos meses después al no ser reelegido este hombre cuya familia tenía plantaciones de cacahuate en el estado de Georgia. Música y política interactúan, pero la relación no siempre es exitosa para ambas partes.