El Museo Nacional de la Educación de Rouen, ubicado en la 185 rue Eau de Robec 76 000 y abierto al público desde el año 1980, tiene como misión garantizar la conservación y valorización de más de cuatro siglos de patrimonio educativo. El acervo que posee, no solo evidencia la historia de la educación francesa dentro del aula, sino también fuera de ella, lo que convierte la visita en una experiencia que permite comprender, además, diferentes realidades históricas y sociales del país.

La estructura arquitectónica que alberga al museo está constituida por dos edificios cuyas fachadas corresponden a los siglos XV y XVIII. Sus colecciones incluyen: libros de textos y obras literarias, cuadernos de anotaciones de estudiantes y maestros, mobiliario escolar, obras recreativas (pinturas, grabados, archivos fotográficos y cinematográficos) que reflejan los diferentes escenarios educativos. En general, más de 950.000 piezas, algunas de las cuales datan del siglo XVI. Al mismo tiempo, dispone de un espacio de investigación donde los interesados pueden realizar consultas.

Cuenta con cinco salas de exposiciones en las que se alternan las de carácter permanente con las temporales, siendo estas últimas rotadas con frecuencia, lo que mantiene el espacio del museo como novedad recurrente para los visitantes residentes. La museología está concebida según los estándares modernos que sitúan al visitante como el protagonista de la exposición en lugar de asumirlo como simple observador.

Las colecciones, organizadas según un orden cronológico están distribuidas de la siguiente manera: en las salas 1 y 2 el título de La Pequeña Escuela nos introduce en los inicios de la educación francesa mediante las pinturas de los artistas Joseph Peaume: El Maestro Dormido (1831) y Egbert van Heemskerck el Joven: La Pequeña Escuela (1670).

A través de las imágenes recreadas en ambas obras, se analiza el perfil del maestro de la vieja escuela y su metodología de enseñanza, un maestro, que se asume a sí mismo como competente en proporción a la severidad con la que se maneja en el aula, que utiliza el método individual, que consiste en cuidar solo de un estudiante a la vez; al mismo tiempo, resalta la innovación que representó la aparición de la pizarra, que desde aproximadamente 1831 se convirtió en un elemento esencial del mobiliario educativo.

Se ironiza también al viejo maestro que es capaz de quedar dormitando en medio de la clase, de frente a los alumnos que parecen quedar abandonados a su suerte, lo que apunta al persistente arcaísmo de las pequeñas escuelas tradicionales. En esta etapa, si bien es cierto que la ocupación de docente era considerada una tarea provisional y mal remunerada, de igual manera se reconocía como poco exigente.

Posteriormente se muestra la escuela parroquial a través de una de las piezas claves de la colección: “el silabario de las escuelas cristianas y el reglamento para los estudiantes que leen” todavía inserta dentro de la categoría de la pequeña escuela, se explica cómo el alumno primero descubre las letras y luego aprende las sílabas y cómo aprende utilizar la estilizada pluma. A menudo los estudiantes solamente aprender a sumar y restar ya que la mayoría de los profesores en este periodo no dominan ni la multiplicación ni la división.

También aparecen los maestros escribientes, encargados de formar los futuros comerciantes. Se dedican específicamente a la enseñanza de la aritmética, la caligrafía y a todo lo relacionado con contabilidad. Durante su estadía con el maestro escribiente, el aprendiz crea un cuaderno que da fe del beneficio que obtiene de la enseñanza impartida. Estas notas, a menudo encuadernadas, le servirán de referencia a lo largo de su vida cuando necesite realizar una operación compleja.

Como pieza destacada, se expone uno de los documentos más raros y antiguos de las colecciones del museo: un cartel realizado en 1551 por un maestro escribiente de Montpellier para atraer clientes, el maestro da a conocer su escuela de contabilidad, escritura, aritmética y geometría; destacando que enseña allí “a un precio razonable”. Se muestran también las condiciones materiales en las que los niños aprenden. A menudo, el profesor imparte las clases en su propia casa. El mobiliario se reduce a lo estrictamente necesario: silla, escritorio, bancos para los que aprenden a leer y una mesa para los que aprenden a escribir. Se impone la separación de niñas y niños en las ciudades, pero en el campo, al no haber suficientes maestros, las escuelas funcionan como mixtas.

El método utilizado es el individual, esto significa que alumnos de diferentes edades y niveles comparten el mismo salón de clases, por lo el maestro se encuentra limitado a dedicar solamente unos minutos a cada estudiante. En 1687, Jean Batiste de la Salle fundó la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas que, a diferencia del método individual, dividían los estudiantes en tres grupos según su nivel de avance. En cada una de estas clases relativamente homogéneas, los estudiantes se sientan frente al profesor, disposición que les permite utilizar el método simultáneo. Pero, sin lugar a dudas, el aporte más significativo fue el enseñar a leer en francés y no en latín.

En 1815, con el fin de las guerras del imperio, la educación popular volvió a estar en la agenda. Los notables liberales presentan que su crecimiento es esencial para la modernización del país. Para compensar la escasez de profesores que sufre el país, la Sociedad de Educación Primaria importa el nuevo método de Inglaterra: la enseñanza mutua o mutual. Este método, creado unos años antes por John Lancaster, permite que sean los monitores (alumnos elegidos entre los más antiguos o los más talentosos) quienes acompañen el proceso de enseñanza aprendizaje, bajo las directrices del maestro, pero, sin lugar a dudas, su aporte más significativo fue la introducción del aprendizaje simultáneo de la lectura y la escritura, precisamente en la época en que esta última sufrió el paso de la pluma de ave hacia la punta de metal, propiciando un forma de escritura más rápida aunque menos ornamental.

Las salas 3 y 4 muestran el paso del antiguo régimen escolar (1830-1880) a la escuela liberal, donde la escolarización de las niñas está logrando avances significativos, en los espacios rurales florecen numerosas escuelas mixtas, prolifera el mercado del material didáctico, dando paso al mundo de la competencia de editoriales y fabricantes especializados, las leyes de 1881 y 1882 decretaron la educación obligatoria y las escuelas públicas gratuitas y laicas.

La mayoría de los asientos para los estudiantes fueron confeccionados por fabricantes especializados y diseñados para conseguir que los estudiantes adopten una postura adecuada, que no perjudique su crecimiento ni su respiración. Para los higienistas de la época, el escritorio de dos plazas era un avance en comparación con las mesas largas y los bancos de cuatro a seis asientos. El nuevo mobiliario también le permite al profesor desplazarse alrededor del aula de forma más eficiente, su asiento ubicado sobre una plataforma le permite dominar mejor la audiencia, muy acorde con el nuevo método simultáneo.

La sala 5: La comunal, una cultura para todos (188-1918) muestra el empleo del tiempo dentro de la escuela. En 1889, un escolar pasaba treinta horas semanales en el plantel. Se utiliza el método simultáneo, el cual permite que todos los alumnos trabajen durante el día bajo el control directo del profesor. Este uso intensivo del tiempo escolar es necesario porque la mayoría de los estudiantes abandonan el sistema escolar a los trece años, por lo que el profesor tiene poco tiempo para inculcarles los conocimientos básicos que necesitarán a lo largo de su vida.

Durante la etapa de la Comunal, se legalizó la educación pública y se reemplazó la instrucción religiosa por instrucción moral y cívica, por ejemplo, uno de los grandes retos de la moral de la época era la lucha contra el alcoholismo. La embriaguez se consideraba un verdadero deterioro moral, más que un problema de salud pública. Ésta es la razón por la que la lección sobre el antialcoholismo tiene su lugar durante la lección moral y no durante la lección objetiva. Tras la pérdida de Alsacia y Lorena, por parte de Francia, uno de los principales objetivos de la educación fue enseñar a los niños a conocer y amar Francia, desde la primera lectura de los libros.

El Museo Nacional de la Educación de Rouen también ofrece un espacio de investigación para los interesados, que funciona con cita previa mediante inscripciones a través de su página web. Estuve en sus instalaciones en el año 2015 y aún recuerdo la enriquecedora experiencia. La República Dominicana, primada no solo en edificaciones arquitectónicas, sino también en espacios educativos en América, se debe a sí misma un museo destinado a la conservación, exposición y difusión de la historia de la educación en el contexto americano.