En el transcurso de la semana pasada impactó la noticia en la opinión pública de las acciones desarrolladas por el Ministerio Público, específicamente la Procuraduría Especializada en Trata y Tráfico Ilícitto de personas (PETT) de intervención de hoteles y negocios con mujeres extranjeras víctimas de trata.

La presencia de mujeres inmigrantes en el país víctimas de trata se ha analizado en distintos estudios, uno de ellos es el estudio que hicimos para el Instituto Nacional de Migración (2019) sobre venezolanas y haitianas víctimas de trata.

La trata es parte del continuo migratorio. Mujeres de diferentes nacionalidades emigran por condiciones socioeconómicas estructurales y de violencia en sus países. Junto a ello se encuentra la emigración como una estrategia de ruptura con círculos de violencia de genero e intrafamiliar. Estas situaciones de violencia de genero e intrafamiliar las exponen a la trata.

La migración se convierte en un factor de ruptura con estos circuitos que la victimizan y demostrándose con ello su capacidad para transformar la violencia en un canal de búsqueda de una mejor calidad de vida, dejando atrás la victimización.

A ello se le agrega la venta del país (Republica Dominicana) como un lugar con facilidades para obtener trabajo o fuentes de ingresos desde el sector informal.

“Más allá de las causas de la migración al país está la mirada en el por qué se enganchan en redes de trata en las que son engañadas, vendidas, secuestradas para explotación sexual, explotación sexual comercial, matrimonio servil, explotación en trabajo doméstico y explotación laboral. Si bien la falta de oportunidades en los distintos países expulsa a sus mujeres hacia otros destinos en búsqueda de ingresos, esta búsqueda de ingresos tiene un agravante: su condición migratoria. Llegan al país de ambas nacionalidades con o sin pasaporte y no pueden ejercer ningún trabajo formal que les garantice derechos laborales y salarios justos”. (Vargas/INM 2019: 131)

“Estas condiciones de irregularidad están vinculadas en el país a políticas migratorias restrictivas que favorecen a la trata de personas porque crean barreras para que las mujeres puedan insertarse en el mercado laboral formal.  En ellas las migrantes tienen limitado acceso a la visa de residencia o la visa laboral acorde a la política migratoria vigente. Ni las venezolanas ni las haitianas entrevistadas pueden reunir los requisitos que establece el país para obtener la residencia temporal o permiso de trabajo, sin uno de estos documentos es imposible emplearse quedando así vulnerables frente a la trata, los tratantes se aprovechan de esta situación”.

A todo esto, se le agrega que la trata se soporta en un tejido de relaciones de confianza que sirve de velo para esconder las tramas de engaño, venta, secuestro y explotación. En todos los relatos se muestran figuras de enganche entre las mujeres migrantes y el tratante. Estas figuras de enganche son amigas, familiares, parejas y ex parejas, todas ellas personas con relaciones afectivas con las migrantes que favorecen su confianza en dueños de negocios y buscones.

“Junto a las relaciones de confianza hay que destacar la existencia de una masculinidad violenta que demanda continuamente servicios sexuales con el manejo de estereotipos de género según los estratos sociales y las nacionalidades que favorece la oferta en negocios donde se supone que no se realiza trabajo sexual”.

“En estos estereotipos de género, se encuentra un imaginario sobre los cuerpos mercantilizados de las venezolanas que son vistas por los dueños de negocios como las más aptas para atraer hombres y aumentar la venta de bebidas. Los dueños de negocios reconocen que prefieren a las venezolanas frente a otras nacionalidades por sus cuerpos y porque son “coquetas”. Responsabilizan a las venezolanas de ofrecer servicios sexuales que, según los dueños, no están contemplados en los negocios pero que favorecen al negocio. Les genera más ganancias el que ellas hagan salidas con los clientes porque atraen más clientes, aunque ellos no les piden esto, según sus propias palabras”.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY.