No recuerdo, durante la niñez, el día que tuve el primer contacto con algún miembro de la defensa civil. Desde que tengo uso de razón escucho hablar de esta organización protectora y las actividades que realiza para salvar vidas.

La experiencia que me vienen a la memoria es la del huracán David, porque entre un aviso y otro, evoco el personal de esta prestigiosa entidad naranja que mientras empezaban las brisas del fenómeno recorrían las calles, orientando a la población sobre los pasos a dar para que se protegieran del destructor ciclón.

Entre los integrantes de las brigadas que perifoneaban con “parlantes viejos”, dos mujeres iban junto a los hombres.  Ellos, con báculos en las manos; ellas, cubiertas con capas amarillas.  Se turnaban el micrófono cada cierto tiempo, dirigiéndose a la población. Llamaban a permanecer en lugares seguros dentro de las casas.

Recuerdo esa escena de arrojo y valentía horas antes del impacto del huracán David. Me hechizó el color naranja y me inquietó el ver a esas mujeres como parte de un proceso tan arriesgado como ese. Fantaseé con los héroes de los pasquines que en esos días circulaban.

Para mí, que apena era un niño de 8 años, era una experiencia grandiosa, un hecho histórico que luego me transportó a estudiar el oficio o carrera a fines al sector de protección civil y emergencias.  Ambicioné ser médico, locutor de meteorología, bombero y hasta conductor de ambulancia.

El ver a las mujeres integradas en las brigadas me hicieron valorar profundamente, desde ese momento hasta hoy, el papel que juegan las mujeres en la sociedad. Ellas estuvieron ahí, en la primera experiencia de huracán que tuve, diciéndoles a las familias qué hacer una vez el huracán David entrara al territorio.

Ese momento ha sido inolvidable, ellas fueron y siguen siendo un símbolo de amor, solidaridad y humanismo en el tiempo. Confieso que fueron las mujeres de la defensa civil de esa época las que me estimularon a dedicarme a este oficio que por más de 30 años llevo ejerciendo.

Estudié comunicación, psicología clínica y psicología organizacional; sin embargo, me he interesado en trabajar en la gestión de riesgos de desastres, valorando infinitamente la dedicación que han tenido las mujeres en la protección civil del país y la región.

En la actualidad, la matrícula del sexo femenino dentro de este tipo de organización las coloca en un lugar de dignidad y respeto.  Sigo encontrándome con ellas como heroínas en cada espacio de prevención, mitigación, respuesta y asistencia humanitaria. Las veo siendo lastimadas como victimas al ser impactadas por fenómenos naturales y sociales, pero siempre dispuestas a seguir hacia delante.

Es que la mujer, en sentido general, es la mejor prueba de resistencia y resiliencia sobre la tierra. Cada 8 de marzo hay que recordarlas por lo que han sido y son: luchadoras, amorosas, entregadas, dedicadas, protectoras, vigilantes y garantizadoras de la seguridad. Mujeres de protección civil que salvan vidas más allá de sus vientres.