El contingente de la gloriosa invasión patriótica del 14 de junio de 1959 que con su sangre noble encendieron la llama augusta de la libertad, en su génesis contó con la participación activa de cuatro mujeres que representaban el repudio femenino a la oprobiosa tiranía de Trujillo. Estas damas fueron entrenadas al igual que los demás combatientes en el Campamento revolucionario de Mil Cumbres en Pinar del Rio, Cuba. La jefatura militar al momento de la partida para la repatriación armada consideró prudente no integrarlas en el rol de combatientes, porque de ser apresadas serían víctimas de crueles torturas de las que caracterizaban la tiranía.

 

No obstante, al exponerse no solo a los rigurosos entrenamientos, sino a las posibles represalias de Trujillo deben ser consideradas como mujeres de la Raza Inmortal. Fueron ellas: Dominicana Perozo y Dulce Díaz, ambas de Santiago, Lidia Ortiz de la Capital, y Betty Rodríguez de Bonao. Todas exiliadas que se integraron al proyecto de la expedición patriótica en New York.

Fuente: J. Armando Lora. Invasión. La verdad sobre el holocausto de Constanza, Maimón y Estero Hondo, el 14 de Junio-1959.  Offset. Cibao, 1985.

  1. Armando Lora en su libro sobre la gesta del 14 de Junio, describió que cuando se instalaba el Campamento insurgente en Pinar del Río:

“A fines de febrero de 1959, Dominicana Perozo, entre aplausos y muestra de admiración del personal masculino reunido en su totalidad, entraba a lomo de mula al campamento de Mil Cumbres gritando a voz en cuello: “Abajo Chapita y viva la Revolución”.  (J. Armando Lora. Invasión. La verdad sobre el holocausto de Constanza, Maimón y Estero Hondo, el 14 de Jujnio-1959.  Offset. Cibao, 1985. p. 38).

 

La mujeres en el campamento además de oficios domésticos, fueron entrenadas con todos los rigores que debieron someterse los demás combatientes, bajo la dirección del comandante cubano Roberto Soto Mayor Fajardo. El ilustre historiador Emilio Cordero Michel recogió para las historia como eran los entrenamientos:

“El rudo entrenamiento a que fueron sometidos perseguía endurecerlos en marchas y contramarchas diurnas y nocturnas, orientación con brújula, enseñanza de elementos de táctica de guerra irregular de montañas, esto es, guerrillera; manejo de armas y prácticas de tiro al blanco con fusiles Springfield, FAL, Garand, Browning Automactic Rifles (BAR), carabinas Cristóbal, carabinas Garand, M-1 y M-2. Ametralladoras calibres 50, 30 y de mano Thompson 45; uso de explosivos; minas; granadas de mano; confección de “trampas para bobos”, comunicaciones, etc.” (Emilio Cordero Michel. Las expediciones de Junio de 1959. Clío  Núm.   177. Academia Dominicana de la Historia. Santo Domingo, enero-junio 2009. p. 106).

 

Dominicana Perozo, al explicar el interés de ellas por participar en la magna protesta armada, manifestó:

“Nos impulsó a arriesgar nuestras vidas el amor por la libertad; nosotras -estábamos- allí pensando que íbamos a morir en nuestro país en las acciones de guerra, pero deseábamos de todo corazón que el pueblo reconociera que estábamos ofrendando nuestra existencia con desinterés y de la mejor buena fe; no queríamos tener privilegios como revolucionarias, sobre todo cuando sabíamos que nuestro compañeros, los hombres, también estaban dispuestos a morir”. (J. Armando Lora. op. cit. p. 36).

Fuente: J. Armando Lora. Obra citada

Dominicana provenía de la prole de los Perozo, una de las principales familias mártires en la lucha contra la tiranía trujillista. En la invasión patriótica llegó por Estero Hondo su hermano Manuel de Jesús Perozo, quien fue asesinado después de recibir crueles torturas. (Anselmo Brache. Constanza, Maimón y Estero Hondo. Testimonios e investigación sobre los acontecimientos).  Editora Taller. Santo Domingo, 1985. p. 215).

 

El Estado Mayor de la expedición al acercarse el momento histórico de la partida, decidió no exponer a las mujeres combatientes postergando su participación para un segundo frente si las circunstancias lo permitían.  Fueron enviadas a La Habana bajo el pretexto que recibirían un entrenamiento de primeros auxilios, para que no se sintieran desilusionadas al momento de la salida al saber que tendrían que permanecer en Cuba.

 

Aunque dolorosa la decisión fue correcta, ellos sabían que era imprescindible la invasión patriótica para levantar el ánimo del pueblo contra la tiranía, pero entendían  las condiciones no eran favorables, y de ser apresadas las mujeres serían sometidas a inenarrables torturas por parte de los perros de presa trujillistas. Alfonsina Perozo (prima de Dominicana) apuntó para la historia: “El comandante Jiménez Moya las persuadió para que desistieran del viaje. Parece que él presentía el dudoso éxito del enfrentamiento con la maquinaria militar trujillista”. (Alfonsina Perozo. Los Perozo. Su exterminio por la dictadura de Trujillo. mis vivencias.  Editorial Santuario.  Segunda edición. Santo Domingo, 2010. p. 196).

 

Sin dudas, Dominicana Perozo, Dulce Díaz, Lidia Ortiz y Betty Rodríguez, son mujeres de la Raza Inmortal, por circunstancias muy atendibles se frustró su llegada con los demás combatientes de la histórica gesta del 14 de Junio de 1959.