Los estudiosos de la revolución francesa llaman “l’ancien regimen” al orden social, económico y político anterior a los cambios ocurridos en la década 1789 – 1799.

Aquel orden se caracterizaba por la desigualdad y los privilegios. Los nobles y el clero estaban exentos de pagar impuestos. Muchas leyes no se les aplicaban. Eran juzgados por tribunales especiales, aspiración que perdura. Si un noble andaba cazando zorras y el animalito entraba en los sembrados de un campesino pobre, el noble estaba en su derecho de entrar cabalgando con toda su comitiva sobre los sembrados, a veces listos para la cosecha, sin otra preocupación que la zorra. El campesino tenía que soportar pacientemente los destrozos de la noble cabalgata. Los nobles estaban mejor colocados socialmente para pedir del Rey una “lettre de cachet”, una carta sellada contra cualquier enemigo molesto, que le encerraría en prisión sin juicio previo.  Voltaire y Diderot fueron apresados así.

Muchos de los motoristas son hombres y mujeres serios que recurren a este medio peligroso para poder ganarse el sustento. Pero, así como en la Francia del siglo XVIII encontramos las noblezas de la espada y de la toga, aquí en RD existe la nobleza del motor. Escapan a nuestro estudio los “enyipetados”, los camiones “bota piedrecitas-rompe-vidrios”, los alados (voladoras) y los tristemente “ya pedidos” para la eternidad.

A la nobleza del motor no se le aplican ningunas de las leyes que rigen el tránsito terrestre del país. Casi siempre, circulan a velocidades vertiginosas.   Ellos no pueden rebajarse averiguando si el adorno lumínico, que los demás ciudadanos llaman “semáforo”, está en verde o rojo, lo que calculan es si hay probabilidades de llegar con vida al otro lado de la intersección. Lamentablemente a veces yerran.

Si un noble motorizado se encuentra impedido de transitar por la cogestión del tránsito que padecen los demás ciudadanos vulgares, nuestro noble se siente autorizado a subirse a la acera sin cuidarse de las demás personas que pudiera atropellar en su noble empeño. Parecieran pensar, que es una distinción ser atropellado por un noble motorizado.

Frecuentemente un noble motorizado, circulando a velocidad, en vía contraria, de noche y sin luces es impactado por un desafortunado chofer. Fácilmente el noble motorizado exigirá una indemnización y la justicia fallará a su favor, como si emitiera “une lettre de cachet” estilo Luis XVI.

Si George Orwell hubiera conocido a nuestra nobleza motorizada y su situación ante la ley habría sentenciado: “hay ciudadanos más iguales que otros”.