Doscientos treinta (230) milímetros de lluvia sobre el casco urbano del Distrito Nacional, durante tres horas, es mucha agua.  Un milímetro de lluvia se refiere a un litro de agua acumulada en un metro cuadrado. Un litro de agua es igual a cuatro vasos llenos.

El metro cuadrado equivale a la superficie que mide treinta y nueve pulgadas y algo de ancho, por la misma medida de largo. Si en un terreno de mil metros cuadrados caen doscientos milímetros de lluvia, hay que entender que es bastante agua.

El Distrito Nacional mide ciento cuatro y un poco más de kilómetros cuadrados, y un kilómetro equivale a mil metros.  Las medidas anteriores nos pueden dar una idea de la cantidad de agua caída el viernes pasado de forma focalizada sobre la ciudad.

El instrumento que mide las precipitaciones es el pluviómetro, y si en el lugar donde está instalado ese medidor, se acumulan doscientos milímetros, corresponde entonces a doscientos litros de aguan en un metro cuadrado.

Las lluvias repentinas ocasionan daños importantes a las ciudades, y su impacto es mayor cuando se combina el fenómeno atmosférico con sistemas de alcantarillados antiguos y una baja educación ambiental de la población.

Las pérdidas de vidas y medios de sustentos por las intensas precipitaciones que se desprenden de la alteración del cambio climático son lamentables.

Ciudades con poblaciones numerosas han vivido experiencias de lluvias repentinas que le han ocasionado grandes pérdidas.

En el 2021 al menos 40 personas fallecieron en Nueva York cuando el fenómeno Ida ocasionó lluvias torrenciales que provocaron inundaciones importantes en esa urbe.

Lo mismo ocurrió en otros países americanos: Venezuela, México, Colombia, Panamá, Costa Rica, Perú, Bolivia, Uruguay y Argentina.

En julio del mismo año, Europa fue afectada por inundaciones que impactaron a Alemania, Bélgica, España y otros países de ese continente, provocando 80 muertos entre los dos primeros países.

Vivimos en el trópico y seguirá lloviendo, por lo que el manejo integral del agua debe ser aprovechada como recurso hídrico con sistemas de captación avanzado.

Felicitamos las acciones que la actual alcaldesa de la ciudad, Carolina Mejía, inició luego de las precipitaciones del viernes para limpiar los imbornales pluviales.  Esa acción hay que seguirla e integrar a otros actores para que esas unidades queden sin sedimentos y desperdicios.

Las otras medidas que, a largo plazo se planifiquen, tendrán que orientarse a aprovechar al máximo el agua para que no toda termine en el mar, y la que se deje ir, sea conducida mediante un sistema de control de inundaciones.

Lo mismo para los pozos filtrantes de dimensiones pequeñas y drenajes obstruidos que entorpecen la conducción fluida del agua.

Las comunidades, juntas de vecinos y ayuntamientos deben garantizar que las cañadas de cielos abiertos y cerradas dejen de ser vertederos.

Las inundaciones son desastres comunes en la región y se consideran eventos costosos por los daños que dejan.

Como Defensa Civil insistimos en familiarizarnos con los tipos de alertas que emiten las autoridades para conocerlas y entenderlas para saber que quieren decir.

Preparar los planes de contingencias a inundación para las familias y comunidades, y estar preparados para afrontar los momentos de lluvias intensas como las del viernes pasado.