En 1996, la belleza del filme El Amante (1992) (ver), adaptación del director de cine Jean-Jaques Annaud a la novela homónima escrita por Marguerite Duras en 1984, me llevó hasta una librería. Quería apreciar la voz de la escritora sin intermediarios dado el carácter autobiográfico de ese relato.

Junto a la novela, que leí primero, estaba Outside, que también me llevé. Dejé apuntes en las páginas de cada libro que indican haberlos leídos en julio de 1996, la novela, y en septiembre, la colección de artículos.

Veinticinco años después reconstruyo que leía a Duras mientras gestaba al menor de mis hijos. “De la vida de cada día no sé casi nada. Excepto de mi hijo” era parte de lo que leía. Hoy compruebo que la cotidianidad desaparece y solo quedan ligeras y alejadas huellas de lo aprendido.

Una norma escrita en la colección de ensayos ha resultado imborrable, como su fina escritura creativa en la obra llevada al cine. En Outside, Duras se refiere a la moral de la opinión y a la inexistencia de la objetividad periodística.

“Escribir para los periódicos es escribir en el acto. No esperar. Aunque la escritura tiene que resentirse de esta impaciencia, de esta obligación de ir deprisa y, por lo tanto, ser un poco descuidada. Esta idea de lo escrito con negligencia no me disgusta.”

Con el 1997 llegó el bebé y un nuevo invento a la casa, el Internet. Fue en ese período que escribí por primera vez en un diario de circulación nacional. A través de la invención podía escribir un artículo para la Revista Económica del Listín Diario, mientras el niño dormía sus siestas.

La idea de usar ese espacio de tiempo libre me la dio su innovador editor económico de ese diario entonces, Melvin Peña. Las reglas éticas del articulista las tomé de Duras:

“Yo me he liberado de muchos prejuicios, entre ellos éste que a mi juicio es el principal. Creer en la objetividad posible del relato de un acontecimiento.”

Hace menos tiempo elegí escribir cada semana. Es un compromiso casi imposible de agotar sin integrar juicios, algo delicado cuando no eres profesional de la comunicación, pero sí: “alguien que mira el mundo, su funcionamiento, que lo vigila cada día desde muy cerca…” El articulista forma parte de ese observatorio. Duras afirma que: “no hay periodismo sin moral. Todo periodista es un moralista”. La premisa es extensiva hasta para los cortos caracteres que dejamos en Twitter.

La escritora explica que fueron los artículos y no su novelística los que la invitaron a salir a escribir sobre el exterior, de ahí el título de la colección. En “Afuera” estaban los motivos que la sacaban del encierro, de la habitación donde sus novelas no le permitían ni siquiera leer las noticias. El exterior la provocaba, y en otros momentos le alimentaba. Por ejemplo, sus trabajos para Vogue fueron alimenticios, dice. Los hizo por paga.

Encuentro aliento y me coloco en alguna esquina pequeña dentro de la afirmación de Duras.  Mi Afuera es escapar del tema jurídico. Mi urgencia es que esa otra temática no “se convierta en una masa de acontecimientos paralelos” olvidables.

Cuando Duras fue invitada a reunir sus artículos en una colección, le extrañó la iniciativa de la casa editorial promotora de la idea. El editor Jean-Luc Henning la convenció de publicar sus artículos escritos entre 1957 y 1979 diciéndole: “Si solo se escribe hoy y no lo de ayer, existiría solo la esterilidad del presente.”

He estado escribiendo sobre experiencias personales relacionadas con la Parálisis Cerebral (PC) desde un punto de vista subjetivo y necesariamente en tiempo pretérito, con cierto pudor y no sin temor al yerro. Esta pausa a la serie de artículos en los que persigo el propio fin de lo que sobre la PC quiero decir mientras me arrojo a la entrega, se apoya en la moral de la opinión de Duras en Outside.

Sería lamentable que lo experimentado con la PC en el pasado caiga en el vacío del olvido, sin que el exterior del presente y los avances sociales, científicos y políticos, me permitan encontrar el mensaje preciso y una misión presente.

El Afuera ya una vez me puso a mandarle trabajitos a mi amigo Melvin, mientras un recién nacido dormía. Reitero la consulta ética a Duras sobre moral y escritura para no adormecer compromisos con mi conciencia. Su punto de vista sobre moral y escritura también aparece en El Amante, según ella, como el resto de sus novelas, la parte inolvidable de su vida:

“Empecé a escribir en un medio que predisponía exageradamente el pudor. Escribir para ellos aún era un acto moral. Escribir, ahora, se diría que la mayor parte de las veces ya no es nada”.