1.- Apresamiento de Monseñor Reilly horas después de la muerte de Trujillo.

Eran aproximadamente las 4:00 de la madrugada de 31 de mayo de 1961, cuando de forma abrupta,  pocas horas después de consumado el ajusticiamiento de  Trujillo, hasta las instalaciones del Colegio Santo Domingo, dirigido por las Hermanas Dominicanas, penetró como una tromba un contingente militar  comandado por Juan Bautista Cambiaso (Molusco), con el propósito de arrestar a Monseñor F. Reilly.

Vociferando improperios, cual si se tratara, como señalara un autor,  de “una versión rediviva de las furias de infierno”, comenzaron ametrallando al perro pastor alemán que custodiaba la entrada del Colegio.

Doña Josefina Gautier de Álvarez en su interesante libro “Mi 30 de mayo escondido”, describe  singulares y angustiosas vivencias de aquellas horas sombrías,  de las que fue testigo cuando fue despertada nerviosamente junto a su esposo Tabaré Álvarez Pereyra por el grito desesperado de una religiosa del Colegio, cuya vecindad compartían, la cual les  llamaba pidiendo ayuda:

Como una loca me tiré de la cama, me puse unos zapatos tennis y corrí hacia el colegio. Entré del lado de la Capilla, y al darme cuenta de que el edificio dormitorio Santa Catalina estaba completamente rodeado de guardias con ametralladoras, me refugié en la oscuridad de los pasillos exteriores de la iglesia. Los tiros provenían y ahora se oían los gritos de las niñas internas”.

“Al atacar el edificio, los guardias rompieron la puerta y se dirigieron al pasillo que conducía a las habitaciones que Monseñor ocupaba. Unas monjas subieron a la segunda planta a calmar y cuidar a las internas que el Colegio alojaba, mientras las demás hermanas Dominicas formaron una doble cadena agarrándose unas a otras con los brazos y manos y negándose  a dejar pasar a los guardias. Las halaron, les cayeron a golpes, a culatazos y al ver que no cedían ametrallaron el piso delante de sus pies, los fragmentos de mosaicos hirieron a algunas en la cara y los brazos”.

Mons. Reilly en el centro acompañado de derecha a izquierda por Franklyn Domínguez, Jaime Manuel Fernández, Freddy Prestol Castillo y Silvestre Alba de Moya.

2.- Las Revelaciones que hiciera  Monseñor Reilly a Monseñor Antonio  Camilo en torno a sus vivencias de aquella tenebrosa madrugada.

27 años después de aquellas horas inciertas y angustiosas,   y cuatro años antes del fallecimiento de Monseñor Reilly  , Monseñor Antonio Camilo González, historiador y  hoy obispo Emérito de la Diócesis de la Vega, tuvo el privilegio de entrevistarle, ya convaleciente en Boston, en 1988,  recabando para la historia su singular relato  de lo acontencido aquella madrugada  en que estuvo a punto de perecer en medio de la  vorágine tormentosa desatada  tras la muerte del tirano, donde todo  se había salido de su cauce.

En sendos artículos publicados en el Listín Diario (el 28 de julio de 1992, pàg. 7  y el 1 de agosto de 1992, pág. 6),  días después del  fallecimiento de Monseñor Reilly, , Monseñor Camilo dio a conocer lo esencial de aquellas importantes revelaciones.

Expresó que: “no  cesaban los rumores de que se organizaban turbas para asaltar el colegio y asesinarle, razón por las cual las religiosas dominicas  optaron por cambiar la ubicación de su habitación”.

Como a las 4: 00 de la mañana del 31 de mayo llegaron los militares de la Aviación enviados por el esposo de Angelita, Coronel León Estévez y el General Román” para llevarme a la cárcel del Km. 9, de Villa Mella”.

Al oír el estrépito del asalto, rompiendo puertas y ventanas, creí que era una turba y pensé salir al jardín para ocultarme en la oscuridad, pero al ver militares uniformados y que estaban golpeando a sacerdotes y empujando a las Religiosas, salí a entregarme a ellos y me hicieron preso.

Me introdujeron en un vehículo militar. Durante el trayecto hacia la cárcel del nueve me preguntaron dónde estaba Monseñor Panal. Yo les contesté: “Siempre está en la Vega”.

Al llegar a la cárcel de tortura me condujeron a una habitación contigua a la oficina del comandante, entonces vi al Coronel Rodríguez Méndez. Le pregunté qué pasaba y él contestó:

“Ha sido un noche de mucha confusión. De verdad que no sé lo que está pasando”. En eso trajeron a una persona horriblemente herida y a mí me llevaron al garaje. Allí estuve más de media hora”.

En aquellas terribles circunstancias, recuerda Monseñor haber visto en una pared la imagen que representaba un pez tragándose un anzuelo, con el aviso “por la boca muere el pez”.

Refiere que, mientras tanto, el Coronel trataba de comunicarse con el Palacio Nacional. Fue en aquel entonces que se produjo la llamada del Presidente Balaguer, quien a través de Rafael Paino Pichardo  ordenó: “traiga al Palacio al Obispo”.

(Alguien le dijo después que esa orden que le salvó la vida, fue la primera que dio Balaguer después de asumir los poderes de Presidente de la República, muerto Trujillo”.

Monseñor Reilly bendice la central hidroelèctrica del rio las damas. A su izquiera el Presidente Balaguer.

El Coronel y varios militares me llevaron en un vehículo militar a la casa de Gobierno. Yo pensaba que eso era raro  porque ya era de día y la gente salía para su trabajo y  podría reconocerme, pues yo iba sentado al lado del conductor”.

Al llegar al Palacio me condujeron por la puerta de atrás a la segunda planta y me llevaron a la presencia de Balaguer, quien estaba con Paino Pichardo y el General Román. El Presidente me pidió disculpa por lo que había pasado, ya que había sido una noche de mucha confusión y me comunicó había habido un atentado contra la vida de Trujillo.  Yo le contesté: “Dios quiera que se haya salvado”.

En ese momento Paino Pichardo intervino diciendo: “No, hace como media hora que hemos encontrado el cadáver del Jefe y está aquí en el Palacio Nacional”. Se habló del cadáver de Trujillo pero yo no lo vi”.

Después el Presidente Balaguer llamó al Secretario de Educación Miguel Ángel Jimenes, para que me acompañara hasta el Colegio Santo Domingo. Asegurándome de que había dado órdenes de que no se me molestara.

Al llegar al Colegio encontré a los padres y a las monjas dominicas muy alarmadas. El Cónsul Americano y el Embajador inglés habían avisado a la Nunciatura y telefoneado a oficinas gubernamentales y al Palacio exigiendo la seguridad de mi vida. Gracias a Dios todo había pasado”.

Inmediatamente, junto a sacerdotes y religiosas, se dispuso a celebrar la misa, que diariamente oficiaba, la cual ofrecería por el alma de Trujillo.

Refiere, a este propósito, Monseñor Camilo, una interesante anécdota que, a su vez le relatara el Padre Gerardo McSwigan, de la Congregaciòn de los sacerdotes redentoristas.  Al momento en que Monseñor Reilly  se disponía a oficiar la misa por el alma de Trujillo, El Padre Gastón Suykerbuyk, un valiente que a batazos limpios impidió que aquel fatídico 12 de abril de 1961, cuando las turbas penetraran al obispado de San Juan,  violentaran el dormitorio de Monseñor, le expresó lo siguiente:

“Monseñor… ¿por qué Usted va a ofrecer una misa por Trujillo? Si él ha ido al cielo, no la necesita. Si está en el infierno, no le sirve para nada. Pero si està en el purgatorio…déjelo un tiempo allá para que se queme un rato y pague lo que ha hecho!”.