Al analizar, y en muchas ocasiones publicar sin análisis crítico ni revisión histórica, la historia del autoritarismo en nuestra vida republicana, los historiadores, sea por complacencia o conveniencia, se centran demasiado en el interregno de de Trujillo, y minimizan la participación, notablemente nociva, de otros presidentes y gobiernos militares que hemos tenido.
El asunto no se trata de buenos y malos, sino de contar la historia, como Marx aconseja, “sin odios, pero también sin amor“. En el inventario de mandatos centrados, no en el juego de las ideas y los pesos y contrapesos de la división de poderes, sobresale la poco estudiada presidencia del General Ramón Cáceres (Mon), de quien la versión más dulzona, cándida y romántica la da su casa museo, en Estancia Nueva.
Nacido en Moca el 15 de diciembre de 1866, actual provincia Espaillat, era primo del futuro presidente, también General, pero con sobradas capacidades, visión de estado y gestión administrativa que él, Horacio Vásquez Lajara.
El general Mon Cáceres, ocupó la presidencia de la República, por el triunfo del partido Coludo, desde el 12 de enero de 1906 hasta el 19 de noviembre de 1911, fecha en que fue asesinado en Güibia, mientras se desplazaba en su carruaje presidencial. En la web hay una imagen falsa acerca de su asesinato, y es una grosera falsificación del hecho histórico: se ve a un hombre negro, con un revólver hacia abajo, llevando al presidente Mon Cáceres a la muerte. Nada más falso, los matadores todos eran blancos, pero se busca con ello construir odio racial y falsificar la verdad histórica.
Los tres rasgos fundamentales del gobierno de mon Cáceres son, como una trilogía del mal: la corrupción administrativa, la persecución política con la llamada Guardia de Mon y la política económica entreguista y de palos a ciegas. Fue el gobierno que firmó la ratificación de la Convención Dominico-americana de 1907, germen de la ocupación militar norteamericana de 1916 hasta 1924, que incautó las aduanas, como primer medio de recaudación de la República Dominicana.
En Apuntes Inéditos, de Nicanor Jiménez, dice en la página 119, que Durante el Gobierno del General Ramón Cáceres era ministro de Hacienda Don Federico Velásquez Hernández. En esa época era Administrador de Hacienda en Santiago, Don Abelardo Viñas.
“En una oportunidad vino el ministro Velásquez a residenciar las oficinas y la administración de Hacienda tenía un déficit enorme. Velásquez, que no tenía componendas, exigió la deuda defraudada y Don Abelardo Viñas tuvo que deshacerse de varias propiedades para cubrir el déficit”, concluye la cita.
El tercer rasgo fue el del autoritarismo e intolerancia con los adversarios políticos, que lo hizo trascender por las persecuciones, apresamientos ilegales y fusilamientos de sus adversarios políticos, lo que hizo popular el refrán de “preso por la guardia de Mon”.
En Moca, municipio cabecera de la provincia Espaillat, en la parte de la ciudad vieja, están expuestos los restos de una de las locomotoras que prestaban servicio de carga y pasajeros, como parte del circuito, primero en el país y que jamás hemos vuelto a tener, del sistema ferroviario inaugurado por el presidente General Ulises Hilarión Hereaux Lebert, Lilis, en Santiago, el 15 de agosto de 1897, cuya estación central quedaba donde está actualmente el Cuerpo de Bomberos de Santiago.
En ese sitio histórico, hay una pasmosa y grosera manipulación histórica, que consiste en haber colocado dos retratos murales, a la izquierda, uno del presidente general Horacio Vásquez, y a la derecha, un retrato del también presidente general Ramon Arturo Cáceres Vásquez, dos personajes que, si bien, eran los dos mocanos, nada y muy poco tienen que ver con la construcción e inauguración y puesta en servicio de ese sistema ferroviario, obra de Lilis, cuyo retrato debería estar ahí.
Mon cobra notoriedad por haberle dado muerte, junto a otros conjurados, al presidente Ulises Hereaux, Lilis, en Moca, el 26 de julio de 1899, crimen que no ha sido ventilado profundamente en sus causas, pero que se debió a la medida valiente de Lilis, de emitir moneda nacional para lo que tenía las atribuciones constitucionales. A esa medida económica se opuso la plutocracia mocana. Moca ha sido capital nacional y sede del gobierno en más de una ocasión. Esa plutocracia no aceptaba las papeletas como moneda de cambio. Presionaron a la oligarquía y a los comerciantes de todo el Cibao, para que no las aceptaran ni le dieran valor mercantil alguno. Eso le costó la vida al presidente.
Lilis cabalgó a Moca, tal vez con la conciencia de su cita con la muerte. Fue sin escolta, acompañado solamente por un compadre suyo, en dos caballos. Al entrar a una pulpería de la zona, fueron atacados a tiros, por Mon Cáceres y su gente, cayendo mortalmente herido, recibiendo el tiro de gracia del joven, de 17 años Jacobo de Lara, emparentado con las familias más ricas de la nobleza mocana tradicional, y que, por más señas, era ahijado del presidente que acababa de asesinar.
Jacobo de Lara, dos años después de matar a Lilis, asesinó a tiros a la joven, supuestamente novia suya, Emilia Michel, de 16 años, miembro también de las familias y apellidos sonoros de Moca. La muchacha fue muerta mientras se encontraban en el parque de Moca, el parque antiguo, el 29 de mayo de 1901. Deprimido, mientras guardaba prisión en la cárcel vieja de Puerto Plata, Jacobo Lara se disparó a la cabeza, ya que, por ser de familia pudiente, se le permitía portar un revólver estando preso.
En una entrevista en su celda en Puerto Plata declaró, “Para todo tengo una actividad febril y el impulso de mi corazón me arrastra de tal modo, que jamás me he dado tiempo a pensar lo que hago. No sé cuántas veces he puesto mi vida en peligro con imprudencias en que no he puesto atención…Mis amigos por casualidad han podido librarme del suicidio“… , termina la cita.
Mon Cáceres llegó a la presidencia bajo los méritos de haber dado muerte a Lilis, además de sus habilidades como experto tirador. Es el presidente firmante de las ominosas Convenciones dominico-americanas, de 1905 y 1907, que quebraron, junto a la rampante corrupción administrativa y peculado de su gobierno, las finanzas de la República Dominicana, que provocaron la intervención militar y financiera del gobierno de los Estados Unidos, de 1916, para cobrarse la deuda, y que se mantuvo hasta 1924. Tal fue el daño hecho por este presidente a la economía nacional.