El conjunto de ideas, opiniones, argumentos y políticas que se han construido en torno a nuevos y viejos tópicos de población que falsean o distorsionan los fundamentos de la lógica de la dinámica demográfica -por ignorancia o deliberada omisión- provienen de una gama variopinta de emisores, sobre todo de expertos y profesionales en otras áreas del saber científico sin ninguna formación académica en demografía o con alguna corta capacitación en análisis demográfico insuficiente para la profundización. Pero también una minoría de especialistas en demografía con grado de doctorado o maestría deciden tirar por la borda el análisis demográfico, subordinando y adecuando su lógica a intereses económicos y políticos o a la moral y ética religiosa, como son los casos de los demógrafos que en Francia hacen causa común con el ultraderechista Frente Nacional de Marine Le Pen y aquellos que asesoran al Pontificio Consejo para la Familia del Vaticano.

 

Si bien los temas propios de la Demografía y aquellos que comparte con otras ciencias sociales son transversales y algunos ellos, como la fecundidad adolescente, el bono demográfico, el envejecimiento, la mortalidad materna e infantil y las migraciones están presentes en las agendas y debates nacionales e internacionales de políticas públicas, en el ámbito académico, espacio privilegiado de generación y debate de conocimientos, la no existencia de programas de formación en demografía a nivel de grado en la enseñanza superior y el hecho de ser una asignatura minoritaria que se imparte en unas pocas carreras es caldo de cultivo para la banalización de la demografía.

 

Lo que más se enseña y conoce de la Demografía es su aplicación más descriptiva y estadística, y en la comunidad de profesionales, investigadores y estudiantes -incluidos profesores universitarios y maestros del nivel medio- prevalece una apreciación (o imagen) muy reduccionista sobre el objeto de estudio de la disciplina, limitándola a la mera producción y análisis de estadísticas de población, y en el peor de los casos, la reducen a una rama de la Estadística que permite saber cuántos son y cómo están distribuidos geográficamente y por sexo los habitantes en un país, en una región o el mundo.

 

En cambio, la Demografía ha mostrado ser, a lo largo de su desarrollo de casi dos siglos, una ciencia compleja que no puede limitarse a meros cálculos estadísticos y matemáticos y a una descripción de hechos, variables o características demográficas. Como bien sentencia el filósofo Álvaro Vieira Pinto en su célebre libro El Pensamiento crítico en Demografía, “Ningún sentido tendría la ciencia demográfica si se limitara a establecer y combinar números que expresaran sólo cantidades de seres humanos. Sería reducir todo el esfuerzo lógico de interpretación de la realidad de los grupos humanos al limitado fin de contar gente, como se cuentan las cabezas de un rebaño”.

 

Contextualizar históricamente a la Demografía es de rigor para el entendimiento de sus fundamentos y la evolución de sus objetos de estudios y temas. La transversalidad de la demografía y la relevancia actual de la temática de las relaciones entre las dinámicas económica y social y la demográfica en el abordaje de los problemas del desarrollo económico y social  es tal que hoy es impensable que se pueda entender los cambios económicos, sociales, políticos, culturales y de otro tipo que se han producido y seguirán produciéndose a nivel planetario, regional y nacional sin incorporar en el análisis el impacto de las transformaciones demográficas que se han operado durante el siglo XX y el presente.

 

El contexto social y académico antes referido favorece la generación, profusión e inducción en la población en general de los mitos, distorsiones y predicciones apocalípticas, incluidas las más elementales y vulgares inverosímiles alarmas y fase news sensacionalistas difundidas en los medios y redes de comunicación provenientes de grupos e idearios con escaso o nulo conocimiento de lo que ha cambiado la dinámica poblacional. ¡La gran catástrofe demográfica!  y el colapso del sistema de pensiones por el envejecimiento! son excelentes titulares de la prensa.

 

Es por esto que, además de análisis estadístico, sociológico e histórico, conviene conocer también los tópicos y tergiversaciones repetidos una y mil veces en los medios de masas, la literatura o la publicidad, porque modelan la opinión pública y las políticas mucho más que los propios datos. De hecho, pueden modelar incluso el modo en que los demógrafos interpretan y difunden sus propios resultados científicos.

 

Los más frecuentes mitos, falacias y distopias demográficas que se construyen y divulgan en la contemporaneidad son abordados con rigurosidad, evidencias y estadísticas en un libro de reciente publicación titulado Demografía y posverdad: estereotipos, distorsiones y falsedades sobre la evolución de la población. En una serie de diez sugerentes ensayos elaborados por destacados demógrafos del Centro de Estudios Demográficos de Barcelona (España) se examinan los prejuicios inducidos más frecuentes que actualmente se divulgan sobre la población y los comportamientos demográficos relacionados: el crecimiento de la población, la demografía histórica, la fecundidad, la nupcialidad o la unión y ruptura de las parejas, el envejecimiento demográfico, el sistema de pensiones, las migraciones internacionales y la diversidad, los refugiados y la crisis migratoria.

 

En el prólogo del libro su editor el demógrafo y sociólogo Andreu Domingo afirma que la intención declarada de los ensayos es “mostrar de qué manera la disciplina que llamamos demografía está siendo instrumentalizada y la propia noción de población está siendo transformada por la nueva gobernabilidad neoliberal, convirtiendo tanto su estructura y su evolución, como los comportamientos demográficos en riesgos globales…La instrumentalización de la demografía -y consecuentemente su banalización como disciplina- tiene por objetivo la creación de relatos amedrentadores que hagan aceptable la imposición de medidas contra el bien común, presentando a los eventos demográficos ya no solo como riesgos globales sino como catástrofes naturalizadas…”.

 

A continuación, reseñaré (en varias de las próximas entregas de este artículo) los argumentos y evidencias contenidos en estos excelentes ensayos que refutan las ideas falaces, medias verdades, prejuicios y distorsiones demográficas, iniciando con las predicciones catastrofistas de la llamada explosión demográfica.

 

La explosión demográfica y las predicciones apocalípticas

 

En el ensayo La explosión demográfica: el apocalipsis en el retrovisor, el abismo en el horizonte su autor Iñaki Permanyer muestra con evidencias empíricas como, pese a las predicciones apocalípticas realizadas hace medio siglo, con posterioridad a la segunda guerra mundial, la significativa mejoría en las condiciones de salud, educación y en general de bienestar material de la población en un mundo que no ha llegado a explotar.

 

De acuerdo con el autor, dos grandes logros económicos y uno demográfico nos han salvado de la explosión demográfica:

 

Primero, el ritmo de crecimiento de la producción de alimentos ha crecido a un mayor ritmo que el crecimiento demográfico, derrumbando el principal planteamiento malthusiano. En los cincuenta años de 1960 al año 2000 la población mundial se duplicó y la producción mundial de alimentos se triplicó, por lo que la producción per cápita de alimentos se incrementó en 41%. Esto demostraría que el hambre endémica y las hambrunas actuales en los países más pobres del tercer mundo no obedecen a la insuficiente producción de alimentos como consecuencia de la presión demográfica, sino a su deficiente y desigual distribución.

 

Segundo, el generalizado incremento de la duración (esperanza) de vida en todas las regiones del mundo, una de las más grandes conquistas en la historia de la humanidad, refuta los devastadores efectos que tendría las endémicas y periódicas alzas de mortalidad como resultados de los llamados frenos positivos malthusianos.

 

Tercero, la riqueza económica mundial se ha multiplicado en tal magnitud en términos absolutos y relativos que el crecimiento económico ha permitido reducir significativamente los niveles de pobreza. Sólo en tres décadas (1990-2012) el número de pobres en el mundo se redujo de 1,959 a 896 millones, y el porcentaje descendió de 37.1% a 12.7%.

 

Si bien los países que aún experimentan hambrunas, desnutrición y elevada creciente mortalidad son los de mayor crecimiento poblacional, las investigaciones sobre este tema no han encontrado evidencias empíricas claras e inequívocas que el crecimiento demográfico per se sea un freno al desarrollo económico de los países y un obstáculo para mejorar las condiciones de vida de las personas.

 

Tres factores habrían evitado las predicciones catastróficas:

 

  1. la innovación tecnológica (ordenadores, teléfonos, celulares, internet) ha mejorado la eficiencia y productividad de la producción, en particular, la productividad agrícola, -la llamada revolución verde que se produjo entre 1960 y 1980-, lo que ha permito mejorar las condiciones materiales de vida de los individuos y ha tenido importantes aplicaciones en el campo de la medicina, mejorando las condiciones de salud de la población.

 

  1. La globalización económica, que ha beneficiado a millones de personas en los países en vías de desarrollo.

 

  1. Los cambios sociodemográficos: la creciente urbanización y la reducción de la fecundidad de 5 hijos por mujer en 1950 a solo 2.5 en 2015.

 

Concluye el autor que la lección más valiosa que podamos sacar de los avances sin precedentes anotados antes es que si bien el mundo contemporáneo se enfrenta a grandes retos globales de gran envergadura y de no fácil solución que son agravados por el incremento neto anual de decenas de millones de personas, los problemas ambientales, la escasez de agua y particularmente el cambio climático, la mejor manera afrontar estos desafíos  “pasa por la búsqueda de soluciones multidisciplinarias conjuntas basadas en la mejor evidencia empírica que nos sea posible recolectar y analizar…”sin necesidad de caer  en catastrofismos paralizante azuzados por la difusión de posverdades no contrastadas…”.