Este artículo lo había escrito en este prestigioso medio de comunicación hace varios años, pero he querido repetirlo, aunque actualizado, debido a la fecha en que se conmemora un año más de su infausta ocurrencia.

El pasado 25 del corriente mes se cumplieron 61 años de aquel fatídico, funesto, vil, cobarde y criminal golpe de Estado ocurrido en 1963 contra el primer gobierno constitucional y democrático que se dio el país, luego de que fuera decapitada la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, presidido por el profesor Juan Bosch, electo legítimamente con casi el 60% de los votos emitidos en las elecciones generales del 20 de diciembre de 1962, con apenas siete meses en el poder, el cual fue llevado a cabo con el apoyo de la oligarquía empresarial de la época, los altos jefes militares, la Unión Cívica Nacional, la Embajada de los Estados Unidos y lamentablemente, por la jerarquía de nuestra iglesia católica. Varios de esos poderes fácticos, persiguiendo apoderarse de los bienes del Estado, arrebatados a los trujillistas, estigmatizaron al presidente Bosch de comunista porque no aceptó ningún acto de corrupción.

Esta fecha no puede pasar desapercibida, pues “aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Consideramos que las presentes y futuras generaciones deben conocer todo lo relativo a este fatal acontecimiento de nuestra historia reciente, pues le generó a nuestro país un retroceso de más de 50 años en lo económico, político, social, cultural e institucional, del cual todavía no nos hemos recuperado.

Para un país en vía de desarrollo como el nuestro, cuando se interrumpe o se quiebra el orden constitucional, le toma mucho tiempo poder recuperarse. A pesar de haber transcurrido ya 61 años de aquel fatídico Golpe de Estado, aún persisten las consecuencias catastróficas de ese imperdonable y bochornoso hecho, pues continuamos arrastrando una gran deuda social acumulada y una serie de males, que por falta de voluntad política, parecen interminables; los mismos que Don Juan tuvo enfrentar y que fueron las razones por las que fue derrocado.

Si aún confrontamos graves problemas económicos, políticos, sociales y culturales; si en 1965 libramos una sangrienta guerra civil entre dominicanos, exigiendo la reposición del presidente Bosch, la cual fue abortada por la invasión de más de cuarenta y dos mil marines auspiciada por la OEA; si hoy no hemos podido cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenibles, exigidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y que están contemplados en nuestra Estrategia Nacional de Desarrollo 2030, se debe precisamente a este abominable acontecimiento que llenó de sangre, luto y dolor a nuestro país y que, lamentablemente, por intereses políticos nuestro sistema educativo no lo incluye en el currículo escolar.

Aún está pendiente el fortalecimiento del orden institucional y democrático, el cual fue iniciado durante el gobierno sietemesino del ex presidente Juan Bosch, pero que fue interrumpido con su derrocamiento. Ya es tiempo de romper con la cultura de continuar haciendo casi siempre más de lo mismo, contribuyendo con el fortalecimiento de nuestras instituciones democráticas.

Por considerarlo de sumo interés para las presentes y futuras generaciones incluyo en dicho artículo algunos párrafos de la carta del presidente Bosch al pueblo dominicano luego de ser derrocado en 1963:

“En siete meses de gobierno no hemos derramado una gota de sangre ni hemos ordenado una tortura ni hemos aceptado que un centavo del pueblo fuera a parar a manos de ladrones.

Los hombres pueden caer, pero los principios no. Nosotros podemos caer, pero el pueblo no debe permitir que caiga la dignidad democrática”. Juan Bosch. Ojalá que así sea.