Visité Cuba por primera vez durante el gobierno de Juan Bosch en julio de 1963. Llegué con una delegación para la celebración del décimo aniversario del Asalto al Cuartel Moncada, ocurrido un 26 de julio. Para mí fue una experiencia inolvidable sentir la efervescencia revolucionaria, la mística y la atmósfera cargada de sueños. Allí por primera vez pude ver de cerca al comandante Fidel Castro, pues me tocó sentarme muy cerca de los oradores.

En esa ocasión conocí a la mayoría de los dirigentes de la Revolución Cubana y pude compartir con algunos de ellos, como Efigenio Ameijeiras y Manuel Piñeiro -el comandante Barbarroja-, a quien seguí tratando durante el tiempo en que milité en la izquierda revolucionaria.

Allí conocí a Mirtha Ibarra Collado, una joven, casi una niña, que atendía a algunas delegaciones. Trabajaba en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC). Un día vi que algunos de los compañeros la acosaban y me sentí muy incómodo como dominicano que recibió de sus padres un tipo de educación contraria a esa actitud, por lo que intervine y le llamé la atención a los compañeros, algunos de ellos mayores que yo. Mirtha me lo agradeció y más tarde los compañeros se convencieron de que ese comportamiento no fue correcto.

Años después me la encontré en Cuba, ya casada con Tomás -Titón- Gutiérrez Alea, el famoso director cinematográfico, y tuve el privilegio de visitar su casa en un par de oportunidades. Mirtha se convirtió en una actriz, guionista y dramaturga muy reconocida.

Gutiérrez Alea era muy célebre entre los revolucionarios en esa época. Una de sus películas más valoradas es “La Muerte de un Burócrata”, un trabajo formidable. Los dominicanos lo conocemos por la película “Memorias del Subdesarrollo” y sobre todo por “Fresa y Chocolate”, en la que Mirtha actuó. Los pocos momentos que compartí con Gutiérrez Alea y el mundo que lo rodeaba, tan diferente, tan rico, constituyen recuerdos inolvidables de la Cuba que conocí en esa época. Titón Gutiérrez Alea murió en el año 1996, pero seguirá vivo para todos aquellos que disfrutamos de su arte.

Nunca olvidaré mi regreso de ese primer viaje revolucionario a Cuba. Para entonces, mi esposa Marcia estaba embarazada de nuestro segundo hijo y, como daba a luz por cesárea, deseaba que naciera el 23 de agosto, que era el día del cumpleaños de ella y su gemela Mayra. Así que cuando llegué, el 25 de agosto de 1963, Aris Alfredo ya había nacido.